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30/07/2016 | Islamofobia

Pilar Rahola

Hay etiquetas que, a pesar de usarse de manera hueca, se venden bien en determinados patios ideológicos. En consecuencia, cuando un -político quiere sacar pecho, espe-cialmente si fracasa en el arte de gobernar, acostumbra a ir al catálogo. Al fin y al cabo, la incapacidad política tiende a camuflarse con el postureo retórico.

 

Y en esas estamos en los despachos de la capital catalana, donde no ha tardado en salir el gordo, versión lucha contra la islamofobia, que sin duda es la máxima prioridad en tiempo y lugar. Es así como hemos sabido que la alcaldesa prepara un plan de choque contra esta lacra y, por el camino, considera necesario adecentar los centenares de lugares de culto y permitir la construcción de una gran mezquita en Barcelona. Como el tema no es un simple titular, aunque huela a oportunismo político –mientras debatimos sobre la cosa, no nos fijamos en el mal gobierno–, habrá que dedicar una atención preferente.

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Atención que empieza por el nombre. ¿Qué es la islamofobia? Por supuesto, la ejerce quien ataca a un ciudadano por su religión y, en definitiva, cualquier acto de intolerancia contra el islam. Pero, a partir de aquí, la islamofobia tiene ramificaciones antipá-ticas que no casan con lo políticamente correcto. Por ejemplo, son islamófobos los imanes y ulemas que adoctrinan a sus gentes contra la libertad y los derechos básicos. Lo son quienes los reprimen, persiguen y matan, aunque lo hagan en nombre del islam. Y la crítica a esa ideología totalitaria que -destruye el cerebro de millones de personas no es islamofobia, sino una defensa valiente de un islam en libertad. En consecuencia, cualquier plan contra la islamofobia debe incluir la voluntad de luchar contra los “imanes del mal” –terminología al uso en los centros de inteligencia–, cerrar los ora-
torios salafistas, donde se instruyen muchos yihadistas, y pedir a las comunidades que defienden los valores democráticos. Y no hay otro juego, porque si el discurso se da en una dirección, entonces no es lucha contra la intolerancia, sino simple paternalismo buenista, y sabemos lo letal que es dicho buenismo.

Seamos serios con un tema muy -serio. Y ello incluye la propuesta de la gran mezquita de Barcelona. ¿Están dispuestos Asens y Colau a impedir que su financiación venga de una dictadura totalitaria? ¿Se plantarán si la -financia el wahabismo salafista, madre del totalitarismo que nos mata? Y fi-nalmente, en este bonito plan de lucha contra la intolerancia, ¿incluirán la -vigilancia contra la cristianofobia mi-litante, que se difunde en muchas -mezquitas de la ciudad? ¿O harán como una ínclita opinadora que cuando veía un sacerdote tenía un sarpullido y cuando era un imán tenía un orgasmo? Como ven, esto de la islamofobia es más profundo que una simple pan-carta. Veremos si tienen las agallas de salirse del buenismo y combatir en -serio el núcleo del problema. Soy pe-simista...

La Vanguardia (España)

 



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