| 04/09/2006 | Todos somos espías: John le Carré
Milenio Staff
Autor de 20 novelas sobre espionaje, Le Carré asegura que la identidad del espía está ligada a la naturaleza humana; sobre esto así como sobre The Missing Song, su más reciente libro, habla en entrevista.
John le Carré, quien a los 74 años es el celebrado autor de 20 novelas sobre espionaje internacional, es conocido como un anciano enojado. Renombrado por sus crónicas de las luchas detrás de la escena durante la Guerra Fría, Le Carré no está simplemente enojado, sino furioso, por las injusticias que soportan los pueblos en los países en desarrollo, por los fracasos de la “guerra contra el terrorismo” de la administración Bush, por el poder ilimitado de las corporaciones multinacionales, por la hipocresía en cualquiera de sus manifestaciones.
Esta furia impulsa a su última novela The Missing Song, que se publicará a fines de septiembre, sobre un atentado de un grupo de corporaciones multinacionales para robarle a Congo toda su riqueza en recursos naturales. Mientras los varios participantes urden el complot, son espiados por el intérprete Bruno Salvador, el hijo de un misionero inglés y de una mujer congolesa. Aunque está casado con Penélope, miembro de la clase alta británica, Bruno se enamora de Hannah, inmigrante de Congo.
Es un inadaptado, igual que muchos de sus demás personajes principales
Quería mostrar qué hipócrita es que nos llamemos una sociedad arcoiris y digamos que todos somos iguales, o que no notamos de qué color son los demás, lo que pienso que es una absoluta patraña. Con nuestros prejuicios raciales, necesitaremos al menos un siglo de educación antes de integrar a la gente y empezar a respetarla.
Congo también es parte de la historia. A usted le fascina ese país
Sí. Escogí Congo porque me fascinan los perdedores. Me gustan las historias sobre los socialmente desvalidos. Y Congo es el perdedor más grande de todos... Congo Oriental, donde tiene lugar parte de la historia, ha sido particularmente maltratado por siglos. Es un campo de batalla en renta para todos los demás, y simplemente ha salido perdiendo en cada ocasión. Hay sólo 30 millas de caminos pavimentados en Congo, pero los minerales del país, diamantes y oro, valen miles de millones. Es diferente a cualquier otro sitio de conflicto en el que haya estado.
En los viejos tiempos, era el conflicto entre los superpoderes de la Guerra Fría el que amenazaba la vida del individuo. Hoy es la corporación multinacional la que juega un gran papel en sus libros. ¿Por qué?
Un poder corporativo ha sido parte de varios de mis últimos libros, porque crea un aura de algo tan grande, tan insondable e incomprensible que, como individuo, no se cree que se pueda hacer algo al respecto. El enemigo es indefinible. Son organizaciones gigantes con un pie en Liechtenstein y el otro en las Antillas Holandesas, que sostienen sus juntas directivas en Inglaterra.
Y uno se preocupa cuando sabe que a Tony Blair le preocupa más la opinión de Rupert Murdoch que lo que piensa su electorado. Veo una erosión de la independencia y la democracia, exactamente como la describió Mussolini. Él dijo: “donde el poder político y el poder corporativo son inseparables termina la democracia y comienza el fascismo”. A esa lista se podría haber agregado el poder religioso y de prensa. Las cuatro cosas están en manos de la derecha en Estados Unidos.
¿Siente que sus libros pertenecen a un género específico?
Siento como autor. Dejo a la burocracia literaria que defina el resto.
¿Pero no usa las novelas de misterio o espionaje para formular preguntas relevantes más que para entretener?
Yo las llamo novelas de espionaje, dado que la identidad del espía está tan cerca de la naturaleza del individuo, que el lector no tiene problemas en identificarse con él. Hacemos muchos compromisos y construimos muchos puentes falsos. Vamos de un lado al otro con pensamientos secretos que nunca comunicamos, ni siquiera a aquellos que más amamos. Tal vez precisamente porque los amamos. Estamos esculpiendo una identidad a partir del compromiso con nosotros mismos...
Trate a un personaje humano como a un espía, etiquételo de espía en una novela, y el lector estará a su lado y lo podrá llevar adonde quiera, adonde no esperaba ir, y el lector lo acompañará porque todos somos espías.
Sobre Günter Grass
Le Carré critica a su colega de más edad y ganador del Premio Nobel, el novelista alemán Günter Grass, quien recientemente reveló que sirvió en una fuerza de combate nazi, la Waffen-SS, durante la Segunda Guerra Mundial. Le Carré cree que demoró mucho en admitirlo.
“No le encuentro sentido” dice Le Carré. “Se unió a la SS en 1944, y escribió El tambor de hojalata (sobre la era nazi) en 1958. A partir de ese momento, la bomba marcaba el tiempo. Sabía que sus papeles de membresía en la SS estaban archivados, que tuvo colegas, que había gente que sabía lo que había hecho.”
“Y en 1999, cuando ganó el Premio Nobel, también se debe haber dado cuenta de que nunca lo hubiera ganado si se hubiese sabido que había sido miembro de la Waffen-SS, y nunca lo hubieran nombrado ciudadano honorario de Danzig. No sé si se trató de cálculo, vergüenza o represión, pero lo que sea que haya sido, fue un error. Debió haber hablado.”
Milenio (Mexico)
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