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02/09/2016 | África y las mutilaciones genitales

Marta Lamas

Hace unos días el Parlamento de la Unión Africana avaló la prohibición, en toda África, de las mutilaciones genitales de las mujeres. No obstante el Parlamento tiene carácter consultivo, por lo que la decisión sólo implica un respaldo político sustantivo a quienes llevan años luchando para terminar con dicho horror.

 

¿En qué consiste la mutilación genital femenina? A grandes rasgos se pueden diferenciar tres variantes: 1) la circuncisión “surna”, consistente en cortar “la punta del clítoris”; 2) la escisión del clítoris o clitoridectomía, que también puede estar acompañada por la escisión de las partes adyacentes a los labios menores; y 3) la infibulación, la desaparición total de cualquier apariencia sexual, eliminando clítoris y labios menores y mayores, y cosiendo la superficie hasta dejar un mínimo orificio (muchas veces del ancho de un cerillo de madera, otras de cinco milímetros) para dejar salir la orina y la sangre. Esta operación supone que, para tener relaciones sexuales y posteriormente para parir, la mujer deberá ser abierta (de un tajo a sangre fría, usualmente); después de parir es vuelta a coser y este procedimiento se repite a lo largo de su vida reproductiva.

Las mutilaciones se efectúan, en su gran mayoría, sin anestesia; se llevan a cabo en condiciones poco sanitarias, en la casa de la víctima o en un lugar ritual (recientemente, dado el alto índice de muertes y complicaciones, algunos hospitales han empezado a ofrecer “el servicio”). Cada grupo tiene sus técnicas y sus variaciones en la operación: algunos “cauterizan” el clítoris con fuego, otros frotan una especie de ortiga sobre los órganos sexuales para destruir las terminaciones nerviosas; unos restañan la sangre con compresas de leche, hierbas y miel, mientras que otros utilizan excrementos de animales o cenizas.

También varía la edad en que se les mutila, de acuerdo con la tradición y los procedimientos locales. Unas son “operadas” al octavo día de nacidas, pero la mayoría son sometidas a esta tortura antes de la pubertad. Los casos de infibulación, por ejemplo, se realizan cuando la niña tiene entre tres y ocho años. Muy pocas son las que llegan a la adolescencia sin ser mutiladas, ya que las consideran “sucias” o “impropias” y resulta imposible casarlas si siguen “al natural”. Aunque la edad varía, es una constante en todas ellas el vívido recuerdo que guardan de la mutilación.

¿Por qué se mutila de esa manera a niñas y jovencitas? Las explicaciones que dan los grupos que practican la mutilación genital recorren una amplia gama de justificaciones culturales; desde una supuesta “limpieza” de los genitales femeninos o una “protección contra brujerías”, hasta abstracciones tales como “la religión lo señala” o “así es la costumbre”. Sin embargo hay unanimidad al pensar que representa una “garantía” de la virginidad y que sirve para “prevenir” la promiscuidad femenina (al reducir físicamente la posibilidad del placer sexual y aterrorizar a las mujeres frente a lo doloroso del coito). La práctica pone en evidencia un gran miedo a la sexualidad femenina, que se expresa, por ejemplo, con argumentos como los de los mossi, de Burkina Faso, o los dogon y bambaras de Mali, que creen que el clítoris es un órgano peligroso para los hombres, ya que les trae consecuencias fatales si el pene entra en contacto con él. Como diría Monsiváis: ¡No comments!

Cada año unos 3 millones de niñas son sometidas a este tipo de mutilación, y se calcula que en estos momentos hay alrededor de 125 millones de mujeres víctimas de diversas formas de mutilación genital. Son las propias mujeres africanas las que desde hace años iniciaron una campaña para acabar con estos traumáticos usos y costumbres. Y también son ellas quienes se oponen a que se le llame “circuncisión femenina”. Arguyen que la única similitud entre ambas circuncisiones es el hecho de que se llevan a cabo por motivos religiosos o razones culturales. Sólo que la circuncisión masculina no acaba con la capacidad de placer sexual en los hombres ni les acarrea coitos dolorosísimos o problemas médicos y psicológicos para toda la vida. Este término de “circuncisión femenina” es, por lo tanto, además de incorrecto, confuso, ya que sugiere que lo que se les hace a las mujeres es algo similar a lo que se les hace a los hombres y, por ende, superficial. El clítoris tiene tantas terminaciones nerviosas como el pene y, tomándolo estrictamente como el órgano sexual femenino, una clitoridectomía es más una penectomía que una circuncisión masculina.

La labor de las africanas que luchan contra la mutilación ha logrado que crezca la campaña de denuncia y que rebase las fronteras de sus países. En especial ha logrado atraer la atención de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud. Las mujeres que encabezan este movimiento son africanas (y también árabes) que valientemente han desafiado “la tradición” exponiéndose al rechazo y a la agresión al romper ciertos tabúes (dejar fotografiar sus órganos mutilados, hablar de cómo fueron mutiladas) y al no permitir que sus hijas padezcan lo mismo.

Desde ahora los 250 parlamentarios que tomaron tal decisión deben hacerla llegar a sus países y el respaldo internacional que reciban será importantísimo. ¿Nuestro gobierno se pronunciará al respecto?  

Proceso (Mexico)

 



 
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