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05/10/2016 | Un califato en Afganistán

Amador Guallar

El primer ministro afgano, Abdullah Abdullah, afirma que "el Gobierno afgano está derrotando a los terroristas". Pero sobre el terreno, la guerra contra los los yihadistas en Afganistán presenta una cara muy distinta. Sólo en las últimas 24 horas Kabul ha tenido que lanzar operaciones antiterroristas contra los talibán y el Estado Islámico (IS) en 14 de las 34 provincias del país.

 

Nangarhar, Kunar, Ghazni, Paktia, Wardak, Kandahar, Uruzgán, Zabul, Ghor, Farah, Kunduz, Sar-e-Pu, Faryab y Helmand no sólo se encuentran bajo ataque constante de grupos antigubernamentales -que las fuerzas afganas contienen a duras penas en batallas contra centenares de militantes, como está sucediendo en Kunduz o Helmand-, sino que además "los grupos insurgentes controlan 39 de los 397 distritos y están luchando por el control de otros 43", según 'The Long War Journal'.

La Administración del presidente afgano, Ashraf Ghani, hace tiempo que reconoció abiertamente que sus tropas no pueden hacer frente a la acometida talibán y del IS, que sigue ganado terreno al este del país mientras lo pierde en sus bastiones de Siria e Irak.

Los combatientes que luchan para establecer el Emirato Islámico talibán con sede en Baluchistán (Pakistán) han dejado de ser el único enemigo de Kabul. El Estado Islámico de Khorasan, que intenta conquistar India, Pakistán, Irán y Afganistán, llegó en 2014 para quedarse y desde entonces se ha nutrido de ex combatientes talibán descontentos. "Desde que empezaron a establecer su presencia en 2014 el IS ha estado activo en 12 de las 34 provincias afganas", según un informe del Instituto para Oriente Próximo con base en Washington. Pero, después de "un despliegue inicial muy exitoso" los choques con los talibán y la presión de las tropas de Kabul, la OTAN y los Estados Unidos hicieron que cambiasen de táctica "para centrarse en ganar territorios menores".


Fuerte presencia

Actualmente, los terroristas liderados por Abu Bakr al-Baghdadi tienen fuerte presencia en tres provincias, Nangarhar, Logar y Kunar, al este del país, con el objetivo de "reafirmar su territorio y reclutar a miles de ex combatientes", entre ellos los disidentes talibán del Tehrik-e Taliban Pakistán o del Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Por ahora, la táctica del IS en Afganistán es mucho más conservadora que la de los talibán, ya que no cuentan con efectivos suficientes para montar asaltos coordinados a gran escala. De esta manera, siguen apostando por ataques terroristas con gran resonancia mediática, como el llevado a cabo en Kabul el pasado julio contra una manifestación de la minoría chií Hazara que mató a más de 80 personas.

El británico Royal United Services Institute asegura que el IS cuenta con al menos 8.000 operativos. Sin embargo, el General John Nicholson, comandante en jefe de las tropas de EEUU y la OTAN, afirma que sólo dispone de "1.300 militantes". Una disparidad en cifras que confirma que la potencia real del IS en el país todavía sigue siendo una gran incógnita y que, por lo tanto, el grupo terrorista sigue ganando terreno y creciendo como amenaza para el Gobierno de Kabul y sus aliados internacionales. Las victorias del Gobierno dependen en gran medida de los ataques aéreos de la OTAN y Estados Unidos, además de seguir supeditadas al equipamiento y fondos proporcionados por éstos.

En julio la OTAN aprobó en Varsovia un presupuesto estimado en cinco billones de dólares "para asistir a las fuerzas de seguridad afganas hasta 2020", según fuentes oficiales. Una cifra que supera con creces a los tres billones de dólares que el presidente afgano tiene previsto pedir en la conferencia que se está celebrando en Bruselas.

Una guerra en mal estado

El hecho de que Kabul necesite más dinero para armas y tropas que para ayuda humanitaria explica por sí solo el mal estado de la guerra. Aunque desde Washington se intenta restar importancia a la capacidad combativa de los terroristas. "Los insurgentes sólo quieren acceder a los centros urbanos para acribillar a todos los civiles que puedan, saquear y levantar un bandera antes de salir corriendo mientras son derrotados", afirmó recientemente el Capitán Jeff Davis, uno de los portavoces del Pentágono. Un error estratégico evidenciado tras la eficaz ofensiva de primavera y verano llevada a cabo por parte de los yihadistas en casi todo el país.

A pesar de que el mulá Mansur, ex líder de los talibán, murió el pasado marzodurante el ataque con un dron de Estados Unidos contra el convoy en el que viajaba en Pakistán, su sucesor, el mulá Hibatulá Ajunzada, se ha mostrado más agresivo incrementando las hostilidades y los ataques en Kunduz, Faryab, Helmand y Nangarhar.

Desde entonces, la estrategia militar talibán ha sido sencilla pero muy efectiva: tomar las ciudades alrededor de las capitales provinciales en encrucijadas claves para acceder a las mismas, hostigar, ganar fuerza, atacar en masa con una coordinación excelente para cortar las arterias logísticas de la capital en cuestión, rodearla y finalmente realizar un asalto hacia el centro.

Una táctica que han vuelto a utilizar en el ataque del domingo contra Kunduzdonde el gobernador, Asadullah Omarkhel, aseguró ayer que "los talibán han sido derrotados", según informó TOLONews. Mientras, el Gobierno afgano confirmó a media tarde que "la contraofensiva para desalojar a los yihadistas ha fracasado", según fuentes del ministerio de Defensa, "ya que un número indeterminado de terroristas se ha atrincherado en muchas residencias particulares".

El Mundo (España)

 



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