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08/09/2006 | Es hora de reanudar la Ronda de Doha

Rodrigo Rato y Paul Wolfowitz

La suspensión desde julio de las conversaciones de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio es profundamente decepcionante. Si bien persiste la retórica de compromiso con ella, en la práctica se ha cedido a grupos de presión que se encuentran a la defensiva y se aferran al status quo

 

Sin embargo, el statu quo es inaceptable. En agricultura, protege a los agricultores ricos del mundo mientras ahoga las oportunidades para los pobres, a un coste para los contribuyentes y consumidores de cerca de 280 mil millones de dólares al año. En el ámbito manufacturero, impide que los países pobres avancen en la cadena de valor, ya que los aranceles aduaneros sobre sus exportaciones aumentan con el grado de procesamiento.

Las barreras entre los países en desarrollo también son notablemente altas, e impiden el rápido desarrollo del comercio entre ellos. En el ámbito de los servicios, las barreras comerciales son un obstáculo para una mejor calidad y eficiencia, reduciendo el ritmo de un sector que podría hacer una enorme contribución a la competitividad y el empleo.

Demorar el buen término de las negociaciones de la Ronda de Doha conlleva costes y riesgos para toda la economía mundial, lo que incluye tanto a los países ricos como a los pobres.

En primer lugar, implica perder una oportunidad de aumentar el crecimiento mundial. En momentos en que se elevan los riesgos que amenazan la expansión global, esta es una mala ocasión para dejar pasar una fuente obvia y constante de crecimiento, lo que es particularmente importante para los países pobres, donde un menor crecimiento global es sinónimo de mayores penurias.

En segundo lugar, la percepción de que existe debilidad y división en la OMC hará mucho más difícil resistir las presiones proteccionistas en todo el mundo, especialmente si se desacelera la economía global. No debemos olvidar que el sistema de comercio multilateral (junto con las instituciones de Bretton Woods) se creó originalmente para evitar una repetición del proteccionismo y la seguidilla de devaluaciones de los años 30, que sumieron al mundo en una depresión.

Tercero, las reformas comerciales pueden ayudar a suavizar las fluctuaciones macroeconómicas internacionales y contribuir a una solución ordenada de los desequilibrios globales. En consecuencia, el éxito de la Ronda de Doha complementaría las iniciativas internacionales de colaboración que se encuentran ya en camino, con la participación del FMI, para enfrentar los desequilibrios externos entre las principales economías del mundo.

Finalmente, el bloqueo del proceso multilateral generará un énfasis aún mayor en los tratados de libre comercio (TLC) regionales o bilaterales. Los TLC no pueden convertirse en sustitutos de la liberalización multilateral. Si se diseñan adecuadamente, pueden beneficiar a sus miembros, especialmente cuando se combinan con una reducción de las barreras comerciales para todos los socios comerciales. Si no se diseñan bien, a menudo su costo (en términos de desvío del comercio, confusión y exigencias sobre una capacidad administrativa limitada) es mayor que los beneficios. Desde una perspectiva más general, el crecimiento de los TLC socava el principio central del sistema de comercio multilateral: las oportunidades comerciales se deberían ofrecer a todos los países por igual.

El sistema de comercio multilateral ha enfrentado retos en el pasado, como en la Ronda Uruguay a principios de los años 90, y ha surgido con fuerzas renovadas. Creemos que todavía es posible que la comunidad internacional logre un buen acuerdo, pero es necesario darle un sentido de urgencia.

Concretamente, ¿qué debería hacerse para reanudar las negociaciones?

Los países cuya importancia es clave deben lograr reunir la voluntad política para enfrentarse con los intereses que en su interior estén a la defensiva y negociar con flexibilidad para lograr un acuerdo que abra sus mercados. La iniciativa deberá provenir desde las más altas esferas para que cada país vaya abriendo sus mercados y haya ayuda disponible para los que deban enfrentar ajustes. Todos los países tendrán que ceder, y no se puede esperar que ningún país soporte la carga solo.

Las fuerzas partidarias del comercio pueden hacerse escuchar en el proceso político. Por ejemplo, es insostenible que en los países ricos los intereses agrícolas signifiquen menos de 4% del empleo y, no obstante, tengan la capacidad de bloquear un acuerdo para abrir nuevos mercados a los servicios y bienes manufacturados, que constituyen más de 90% de la fuerza de trabajo.

En los países en desarrollo, las voces a favor del comercio podrían ayudar a orientar el debate hacia las oportunidades de la integración global, más que en insistir en las excepciones. La conclusión es que las reformas al comercio benefician al país que las adopta.

La Ronda de Doha es una oportunidad para que las naciones se beneficien de las reformas de los demás países, así como de las suyas propias.

Mientras tanto, no debería haber retrocesos en los avances que ya se han podido hacer, como la oferta de eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas para el año 2013 y proporcionar un acceso sin aranceles ni cupos para casi todas las exportaciones de los países menos desarrollados. Queremos alentar a los donantes a cumplir sus compromisos de aumentar la ayuda efectiva para el comercio, para ayudar a los países en desarrollo a aprovechar plenamente las oportunidades del comercio como impulsor del crecimiento. Por nuestra parte, tanto el Banco Mundial como el FMI están elevando la asistencia relacionada con el comercio, en los niveles financiero, técnico y analítico.

Es mucho lo que se ha logrado ya en las negociaciones, y está a nuestro alcance un acuerdo significativo. Si bien el camino de regreso a la mesa de negociaciones no es fácil, los obstáculos no son insuperables.

Todos los países, y especialmente los más grandes, tienen la responsabilidad de cumplir su compromiso con la Ronda de Doha. Por el bien de todos los ciudadanos, el sistema global de comercio y los pobres del mundo, es hora de volver a hablar de negocios.

Rodrigo Rato es director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional. Paul Wolfowitz es presidente del Banco Mundial

Project Syndicate

El Universal (Mexico)

 



 
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