Denuncia que el proceso está «amañado» porque a Hillary «no se le tenía que haber permitido presentarse» por el escándalo de los e-mails. Clinton tacha al candidato republicano de «títere de Putin», tras asegurar Trump que el presidente ruso «no le respeta» a ella ni a Obama. Un último debate muy equilibrado deja la candidata demócrata en ventaja para afrontar como favorita la recta final hasta el 8 de noviembre.
El
tercer debate vino a salvar el honor de esta desabrida campaña electoral, que
había vivido diez días antes en San Luis (Misuri) uno de los momentos
políticos más mediocres de la historia de Estados Unidos. Celebrado en el
Thomas & Mack Center de la Universidad de Nevada, Las Vegas, el último cara
a cara electoral contribuyó a recuperar parte de la normalidad
perdida con un repaso, por fin, a los problemas sustanciales que
afectan al país. Pero el mejor Donald Trump de toda la campaña terminó afeando
su propio debate, al dejar en «suspense» si aceptará o no el
resultado electoral que se produzca el 8 de noviembre. Basado en la teoría de
que a Hillary Clinton no se le tenía que haber permitido presentarse, sino que
debía haber ido «a la cárcel» por el escándalo del uso de un
servidor privado cuando era secretaria de Estado, el candidato republicano
repitió que la elección está«amañada» y el sistema, «corrupto». De
forma que Clinton, que sigue sonando más convincente que su rival como futura
inquilina de la Casa Blanca, tuvo un argumento a mano para considerar a Trump
«el peor candidato a presidente de la historia de América».
No fue
un gran debate. Fue más un intercambio de acusacionesque una puesta en
común de propuestas para un país necesitado de planes de futuro. Pero al menos
dejó aparcados los asuntos personales y la frivolidad de los días pasados. Sin
duda, retomó cierta altura. Y la política exterior deparó los
momentos más interesantes, con una serie de intercambios de golpes entre los
candidatos. El más vibrante llegó cuando Trump se defendía del reproche de
Clinton de flirtear con Vladímir Putin, acusado por la demócrata, y por la
Administración Clinton, de intentar condicionar la campaña con «pirateos
informáticos» desde sus servidores. Después de asegurar el neoyorquino que el
presidente ruso «no respeta» a la demócrata y excusarse afirmando que
a él sólo le conoce porque «dice cosas buenas de mí», Clinton lanzó un
directo a Trump al espetarle: «Lo que quiere Putin es tener a un títere» como
presidente de Estados Unidos. El magnate acusó el golpe replicando: «La títere
eres tú».
La
idea-fuerza que el republicano esgrimió durante una parte del debate es que
la «débil» política exterior del presidente Obama, y con él de
Clinton, secretaria de Estado entre 2009 y 2012, ha quedado «siempre sometida»
a la desplegada por Rusia. Argumento para el que citó la guerra de Siria, un
«desastre total», a juicio del magnate. La candidata demócrata no tuvo una
buena intervención en este punto. Asumida de un tiempo a esta parte la
estrategia de Obama, su contraargumento de plantear una zona de exclusión
aérea, ahora que Siria y Rusia combaten de la mano y a tumba abierta, sonó
extemporánea.
La
agresividad de Trump también sonó convincente cuando su rival proclamaba su
determinación de derrotar a Daesh: «Hablas de derrotar a Daesh, y resulta que
cuando llegaste (a secretaria de Estado) no existía, y ahora está presente
en 23 países», le echó en cara el magnate. Y a continuación acusó a la
candidata republicana, aunque fuera en nombre del presidente Obama, de
atacar Mosul (el bastión de Daesh que está asaltando el ejército iraquí con
ayuda de Estados Unidos) «por motivos electorales». Y culminó la
explicación preguntando por qué no se había iniciado la operación «antes de que
los principales líderes yihadistashubieran huido de allí».
Pero
Hillary Clinton estuvo también a buena altura, y más presidencial que su
oponente. La veterana senadora, que recuperó el tono de su primer debate, sigue
mostrando una mayor experiencia y un conocimiento más profundo de los
asuntos que tiene pendientes de resolver el país. En materia de inmigración, se
mostró más realista y defendió también las«fronteras sólidas», como Trump, pero
«no mediante la construcción de muros, ni con deportaciones que rompan familias
o generen traumas entre niños y padres». El candidato republicano contestó con
el mensaje básico que gusta a sus más fieles seguidores: «En nuestro país hay
hombres malos, y hay que echarlos». Sobre la polémica de las armas, Clinton
también quiso competir con el millonario en defensa de la segunda enmienda
de la Constitución, «pero no para que los norteamericanos se maten con ellas».
Y acusó a su contrincante de «favorecer los intereses de los grandes
grupos de presión».
El
último debate electoral contrapuso dos visiones sobre el trato a las
mujeres, una polémica que ha acaparado las últimas semanas y que puede haber
quebrado la campaña de Trump definitivamente. El magnate quiso zanjar las
nuevas acusaciones de la demócrata con una frase tajante: «Nadie trata a
las mujeres mejor que yo».
No fue
la única aseveración llamativa del candidato republicano. Recién iniciado el
debate, cuando el moderador, Chris Wallace, presentador de la cadena FOX,
preguntó por el aborto y el supuesto de ir más allá de los plazos y supuestos
legales, Clinton defendió en todos los casos a la mujer y aludió
al «trauma» que supone para las madres y las familias el hecho en sí
de abortar. Trump replicó que «no se puede amparar bajo ningún concepto
llevar a la muerte a un bebé de nueve meses».