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17/02/2005 | Comercio China-EE.UU.: La Entrada del Dragón Proteccionista

Daniel T. Griswold

La acelerada expansión del comercio de Estados Unidos con China está despertando al dragón—el dragón del proteccionismo. A medida que ha estado creciendo el comercio entre estas dos gigantes economías, también han crecido las tensiones comerciales. Una ley auspiciada por el Senador Charles Schumer (D-N.Y.) impondría un arancel draconiano de 27.5 por ciento a las importaciones chinas, debido a su supuesto tipo de cambio injusto. Mientras tanto, un reciente estudio auspiciado por una comisión federal argumenta que el comercio con China ha destruido, desde 1989 hasta el 2003, 1.5 millones de puestos de trabajo en los Estados Unidos.

 

El estudio, realizado por el Economic Policy Institute (EPI), organización de tendencia izquierdista, no contó realmente las personas que perdieron sus puestos de trabajo. En lugar de eso aplicó una fórmula simplista basado en el débil supuesto que las exportaciones crean puestos de trabajo y las importaciones destruyen puestos de trabajo. Como es usual, la realidad es más compleja—y más positiva—de lo que los críticos del comercio la esbozan.

Los hechos más básicos de la economía de EE.UU. refutan el argumento de que el comercio con China ha causado una reducción neta en puestos de trabajo. Entre 1989 y 2003, el periodo cubierto por el estudio del EPI, la economía estadounidense creo netamente 20 millones de nuevos puestos de trabajo, mientras que la remuneración real por hora del trabajador norteamericano durante el mismo periodo creció en un 19 por ciento. En otras palabras, la economía estadounidense no solo ha creado más trabajos desde 1989 sino mejores trabajos.

El sector manufacturero también prosperó durante ese periodo, a pesar de la competencia desde China en ciertos sectores limitados. Desde 1989 al 2003, el volumen de la producción manufacturera en las fábricas estadounidenses creció en más de 50 por ciento. Durante ese periodo, el número de trabajadores empleados en manufactura cayó netamente en 3 millones, pero eso fue debido a una productividad creciente, no por una producción desplazada. De hecho, la mano de obra en la manufactura en China también ha caído por esa misma razón.

Los sectores manufactureros de EE.UU. que fueron más golpeados durante la reciente recesión eran las industrias más orientadas a la exportación, donde las importaciones de China son un pequeño factor. La excepción fue la industria de ropa, pero la producción y los puestos de trabajo en ese sector han estado reduciéndose por décadas, mucho antes que China emergiera como un competidor global.

Puede ser cierto que 1.5 millones de trabajadores norteamericanos perdieron sus trabajos durante más de una década debido a la competencia de las importaciones de China, pero ese numero solo sería una gota en el balde de una economía dinámica que está creando y destruyendo millones de puestos de trabajo cada año.

Según el Departamento de Trabajo de los EE.UU., en un año típico cerca de 15 millones de puestos de trabajo son eliminados permanentemente en la economía estadounidense (mientras que más trabajos son creados). Distribuidos en un periodo de 15 años, la pérdida de puestos de trabajo afirmada por el estudio del EPI representaría menos del 1 por ciento de la pérdida bruta de puestos de trabajo durante ese periodo. Nuevas tecnologías, competencia en el mercado doméstico y las importaciones desde otros países representan el otro 99 por ciento.

Las afirmaciones de pérdidas netas de puestos de trabajo también ignoran el más beneficioso impacto de comerciar con China: la creación de empleos en EE.UU. El impacto más visible viene, por supuesto, de incrementar las exportaciones a China. La gente de China se ha convertido en el quinto mercado de exportación de los EE.UU., delante de Francia y Alemania, y por mucho el mercado de exportación estadounidense de mayor crecimiento. Desde el 2000, las exportaciones estadounidenses a China se han duplicado, mientras que al resto del mundo se han mantenido estancadas.

Estados Unidos tiene un déficit comercial bilateral inmenso con China, alrededor de $160 mil millones el año pasado, pero los chinos no metieron esos dólares debajo del colchón. Esos dólares regresaron a los EE.UU., principalmente para comprar bonos del Tesoro de EE.UU., lo cual presiona a la baja las tasas de interés, ofreciendo capital más accesible para los negocios y pagos de hipoteca menores para las familias.

Decenas de millones de familias americanas pueden utilizar el ahorro resultante de pagos de hipoteca menores para comprar muchos productos útiles hechos en China—ropa, zapatos, juguetes, aparatos electrónicos y otros productos de consumo en tiendas de descuento. El año pasado, las importaciones desde China alcanzaron cerca de $200 mil millones, pero al mismo tiempo los estadounidenses estaban produciendo $11.7 millones de millones en Producto Interno Bruto. No hay nada de alarmante en el hecho de que gastamos el año pasado menos del 2 por ciento del GDP en productos hechos por un quinto de la humanidad que vive en China.

El comercio con China ofrece beneficios tangibles a decenas de millones de estadounidenses por medio de menores tasas de interés de préstamos y precios menores en las tiendas. El número de norteamericanos afectados negativamente por el comercio es sorprendentemente pequeño, limitado a unos cuantos sectores industriales que han estado en decadencia por décadas.

Si los malos entendidos acerca del comercio con China llevan a aranceles más altos a las importaciones chinas, las empresas, trabajadores y familias norteamericanas estarán entre las víctimas.

Daniel T. Griswold  es Director del Centro de Estudios de Política Comercial del Cato Institute.

Traducido por Nicolás López para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 


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