Dentro del plan para los primeros 100 días de su gobierno, Donald Trump estableció cuatro asuntos clave en materia comercial: su intención de renegociar o salir del Tratado de Libre Comercio (TLCAN); la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP en inglés); designar a China como un país manipulador de divisas; identificar los “abusos de comercio exterior que injustamente afectan a los trabajadores estadounidenses” y poner un fin inmediato a ellos.
Estos
objetivos, además de demostrar el deseo de establecer políticas proteccionistas
debido a la existencia de un sentimiento antiglobalización, que ya es una
tendencia mundial, podrían resultar contraproducentes para los intereses
económicos estadounidenses. Si bien es cierto que una renegociación o la salida
de los Estados Unidos del TLCAN dañaría más a México y a Canadá, también
tendría repercusiones para la economía estadunidense, precisamente la cual
Trump busca defender.
En caso de
renegociar las condiciones del TLCAN, cualquier aumento arancelario de los
Estados Unidos debería ser igualado por sus socios comerciales –aunque está
pendiente la posición que tome nuestro gobierno al respecto–. Con ello, los
insumos serían más costosos debido al nivel de integración de las cadenas
productivas existentes en América del Norte. Además, hay que considerar un
incremento salarial; los salarios que paguen las empresas estadounidenses
seguramente serán mayores a los que actualmente se pagan en las maquilas
mexicanas, por ejemplo, o en las fábricas chinas. Esto puede y debe asumirse, a
pesar de las declaraciones encontradas de Trump sobre el nivel del salario
mínimo federal y su posible eliminación.1
Lo anterior
podría afectar a las industrias, a los consumidores estadunidenses y al nivel
de su poder adquisitivo. Además, un incremento en los costos llevaría a un
aumento de los precios de las exportaciones estadunidenses, con lo cual
perderían competitividad a nivel internacional. Esto resulta incluso más
relevante si se considera que el grueso de las exportaciones de los Estados
Unidos tienen como destino a México y Canadá (datos de 2015).
Está por
verse si las reformas fiscales que promete Trump, algunas para implementarse
durante sus primeros 100 días de gobierno –una reducción del 35% para las
familias de clase media con dos hijos, un impuesto del 15% para las empresas,
entre otras– podrían mitigar los efectos nocivos de la política comercial
proteccionista que propone.
Asimismo,
tampoco debe olvidarse que tal vez no le resulta atractivo a las empresas
estadounidenses radicadas en el extranjero cubrir los costos de traslado al
suelo estadunidense. Esto no solo implica un cambio en su ubicación geográfica
sino los costos de producción, los cuales podrían llegar a ser equivalentes, o
tal vez mayores, a pesar del arancel del 35% que Trump pretende imponerles.
Cada empresa deberá hacer sus cuentas. Podría darse el caso de que las
políticas de Trump no motiven a las empresas a regresar al territorio nacional.
Salida de
Estados Unidos del TPP
Además de
la renegociación o salida del TLCAN, Trump ha propuesto la salida inmediata de
los Estados Unidos del TPP, lo cual también podría ser contraproducente para la
economía del país. El ingreso y el impulso del TPP por parte de la
administración de Barack Obama debe entenderse como un esfuerzo para renegociar
el TLCAN sin hacerlo como tal, actualizando las normas que actualmente rigen el
comercio internacional. Este acuerdo engloba a una mayor cantidad de países de
la cuenca del Pacífico que el TLCAN, lo que se traduce en nuevos mercados,
establece nuevas disposiciones relativas al comercio exterior y a las
inversiones y endurece otras contempladas vagamente en tratados de libre
comercio anteriores, que de por si son favorables, en la mayoría de los casos,
a los intereses estadounidenses.
De acuerdo
con un estudio elaborado por el Peterson Institute for International
Economicsen 2016, el gran ganador del TPP sería Estados Unidos.2 Este informe, el cual es un
modelo económico elaborado por Peter A. Petri y Michael G. Plummer, basado en
proyecciones para el año 2030, estima que el TPP aumentaría los ingresos reales
anuales de los Estados Unidos en 131 mil millones de dólares o en un 0.5% de su
PIB, al tiempo que las exportaciones aumentarían a un nivel anual del 9.1%, lo
que equivale a 357 mil millones de dólares. Todo esto no implica que no hubiera
existido un impacto a nivel laboral –el estudio contempla la afectación de
53,700 empleos– el cual podría ser mitigado con políticas públicas encargadas
de capacitar a las personas afectadas en diferentes sectores productivos o en
nuevas actividades, especialmente en las relacionadas a la innovación y
desarrollo. Sin embargo, debido a que el principal propósito es establecer una
política comercial proteccionista este argumento carece de valor.
De acuerdo
con un análisis del Brookings Institute, sí Estados Unidos
sale del TPP –renegociarlo no ha sido opción hasta la fecha- se limitaría su
poder de negociación en nuevos acuerdos comerciales bilaterales, estrategia que
pretende emprender Trump.3 Ello podría afectar el
beneficio de dichos acuerdos y terminar afectando a la economía estadounidense.
Además, los Estados Unidos perderían presencia en Asia-Pacífico y en la
creación de nuevas reglas para el comercio internacional y la inversión.
Por si
fuera poco, China se establecería como el líder económico en la región a través
del Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP en inglés) –acuerdo
comercial regional liderado por China, país que ya declaró buscará acelerar su
implementación. Esto podría llevar a que los exportadores estadounidenses
enfrenten una desventaja competitiva en la región de mayor crecimiento en el
mundo.
Asimismo,
vale la pena mencionar, como bien lo hace el Brookings Institute, que
sí Trump quiere reducir la ventaja comercial y económica que China ha ganado
durante los últimos años, la implementación del TPP sería la mejor forma de
hacerlo. El TPP le otorga la oportunidad a los Estados Unidos de ingresar a
varios mercados asiáticos con un preferencia comercial, en los cuales
tradicionalmente China ha contado con una presencia importante. Además, en caso
de que China y Estados Unidos iniciaran una guerra comercial, la misma se
traduciría en un aumento de precios para los consumidores estadounidenses, lo
que impactaría su nivel adquisitivo, especialmente el de aquellos que dieron su
voto a Trump, así como la variedad de productos existentes.
Si bien
proteger la economía nacional es algo que todo gobernante debe buscar, no
parece claro que una política comercial proteccionista como la que impulsa
Trump sea la mejor manera de hacerlo, aún cuando proponga ciertas medidas para
impulsar la economía, como las reducciones impositivas. En especial, en un
mundo irreversiblemente globalizado.
Greta
Bucher es licenciada en Relaciones Internacionales con Honores por la
Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y maestra en Estudios de Asia
y África con especialidad en China por el Colegio de México.
1 The Washington Post publicó
una guía sobre las diferentes posturas que Trump ha tomado respecto al salario
mínimo durante su campaña –disminuirlo ya que lo consideraba demasiado alto lo
cual, señaló, afectaba la competitividad del país; aumentarlo para beneficiar a
los trabajadores; y, más recientemente, eliminarlo para que cada Estado de la
Federación lo establezca según considere pertinente. Michelle Ye Hee
Lee, “A guide to all of
Donald Trump’s flip-flops on the minimum wage”, The Washington Post,
3 de agosto de 2016. Consultado
el 15 de noviembre de 2016.
2 Peter A. Petri y Michael G.
Plummer, “The Economic Effects of the
Trans-Pacific Partnership: New Estimates”, Peterson Institute for Internacional
Economics, enero 2016, consultado el 26 de enero de 2016.
3 Joshua P. Meltzer, “Trump, trade, and security: A
way forward”, Brookings Institute, 14 de noviembre de
2016. Consultado el 16 de noviembre de 2016.