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28/12/2016 | El congreso brasileño, entre el circo y el manicomio

Verónica Goyzueta

La cantidad de políticos envueltos en casos de corrupción ha indignado a la gente, que protesta frente a sus puertas de forma recurrente. En la breve historia del edificio también hay hueco para las peleas y hasta para asesinatos.

 

Un imponente edificio diseñado por Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos más importante de la historia moderna mundial, es la sede del Congreso Nacional de Brasil, que con sus edificios y las dos cúpulas que definen su caracter bicameral, han sido fácilmente reproducidas en ilustraciones, caricaturas y sátiras, a las que los brasileños recurren para criticar el corazón de su política, que en los últimos tres años ha sido también el centro de las noticias de un grave escándalo de corrupción.

El Palacio del Congreso Nacional diseñado por el mayor arquitecto brasileño, fue fundado en 1960, y es formado por un edificio de 28 pisos, y dos cúpulas sobre una grandiosa plataforma de concreto, una mayor y hacia arriba sobre el hemiciclo de la Cámara de Diputados, y otra menor y hacia abajo, coronando el Senado.

Según escritos dejados por Niemeyer, las cúpulas fueron inspiradas en las bóvedas «que los egipcios usaban y los romanos multiplicaban» y constituyen una de las magias de las obras del arquitecto, de darle la sensación de leveza a pesadas armazones de concreto. El complejo cálculo de la estructura fue realizado por el ingeniero Joaquim Cardoso. En 1987, la Unesco incluyó la obra arquitectónica como uno de los iconos que convirtieron a Brasilia en patrimonio de la humanidad.

Una de las postales de la joven y futurista Brasilia, el edificio que ocupa el lugar central en la Plaza de los Tres Poderes, ha sido también escenario de películas y de comerciales, incluso de moda. En 2015, la marca de perfumes Kenzo lo usó de fondo para su campaña “El poder de las flores”, en que tulipas rojas brotaban del mármol blanco del edificio.

En esa construcción, que hasta hoy vivió un corto tiempo de democracia, con un golpe militar entre 1964 y 1988, ocurrieron dos procesos de destituciones presidenciales, el de Fernando Collor de Mello, presionado a renunciar en 1992, y el más reciente, que este año sacó del Gobierno a la ex presidenta Dilma Rousseff.

El Congreso brasileño, sin embargo, es anterior a ese edificio, y su sede anterior fue en el Palacio Tiradentes, en la antigua capital de Río de Janeiro, entre 1926 y 1960. Creado en la primera Constitución Brasileña de 1824, cuando Brasil era una monarquía, el Congreso nació bicameral inspirado en la carta monárquica francesa creada tras la caída de Napoleón Bonaparte. Ese primer texto definió dos Cámaras y una Asamblea General, compuesta por ambas, con capacidad para alterar la Constitución, cuidar del presupuesto público y dirimir dudas de sucesión. El modelo actual, que formalizó el Poder Legislativo, nació con la República y la Constitución de 1891.

Tiros en el Congreso

Las tensas sesiones del Congreso que ya derribó dos presidentes, ya terminaron muchas veces en golpes, pero en dos de ellas la furia de sus parlamentarios fue fatal. En 1963, Arnon de Melo, padre del expresidente Collor de Melo, disparó sobre su enemigo político Silvestre Pericles, pero acertó y mató a José Kairala, que no tenía nada que ver con la pelea y que estaba en su último día como suplente en el hemiciclo. Pese a la mala repercusión, complicada porque Kairala dejaba tres niños y a su mujer embarazada del cuarto, Arnon fue absuelto.

Otro intento de asesinato fue protagonizado por el diputado Estácio Souto Maior, padre del piloto campeón mundial de Fórmula 1, Nelson Piquet. Tras una discusión Souto Maior le dio una cachetada a su colega Nelson Carneiro, que días después volvió al plenario con un revólver calibre 38 para dispararle. Souto, que también estaba armado, sacó el suyo, y herido, disparó cinco veces contra Carneiro que se salvó al esconderse atrás de una columna. Souto Maior no murió y ambos fueron absueltos.

Y no fueron sólo tiros. En diciembre del año pasado un policía fue flechado en el pie por un grupo de indios que invadió el Congreso para protestar contra demarcaciones de sus tierras. Invasiones son frecuentes, y el mes pasado, unas 50 personas, entraron al edificio y rompieron vidrios para pedir la intervención militar. La confusión llegó al ápice y se contagió en redes sociales cuando una de los manifestantes confundió la bandera de Japón - que estaba en el Congreso por un homenaje - con la bandera comunista, en un inflamado discurso sin pies ni cabeza.

Actualmente, más de la mitad de los congresistas está citada en los escándalos de corrupción que derribaron al Partido de los Trabajadores (PT) después de 13 años en el poder, y que tambalean al actual presidente Michel Temer. La cantidad de políticos envueltos han indignado a los brasileños, que vienen protestando desde 2013 en manifestaciones de todos los colores y tendencias. En una de esas protestas, la mayoría siempre frente al Congreso, manifestantes llegaron a tirar bombas caseras y casi lo incendian. La turbulenta relación entre brasileños y su parlamento se resume en un dicho muy popular en Brasil: «Si lo cubren con una lona, se vuelve un circo. Si cierran la puerta, se vuelve un manicomio»

ABC (España)

 



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