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01/01/2017 | Las sanciones obligan a Trump a elegir entre Putin y los republicanos

Manuel Erice Oronoz

El nuevo presidente tendrá que decidir si anula la orden ejecutiva de Obama. La tensión con Rusia pone en peligro el nombramiento de Rex Tillerson como secretario de

 

Si nos guiamos por la estruendosa fiesta de Nochevieja que celebrará hoy en su mansión de Mar-a-Lago (Florida), con invitados como Silvester Stallone o Quincy Jones, el presidente electo está aún relajado y a salvo de las grandes preocupaciones políticas. Pero la realidad es que a medida que se acerca su toma de posesión, a Donald Trump se le acumulan los problemas. Las sanciones contra Rusia aprobadas por su antecesor, Barack Obama, una herencia envenenada antes de abandonar la Casa Blanca, se han convertido en la primera tarea del presidente que tomará posesión el 20 de enero. Y para empezar, el asunto se las trae: si Trump mantiene la orden ejecutiva de Obama, puede ser el principio del fin de su buena relación con Vladímir Putin; si la anula, la marejada desatada por los republicanos en forma de apoyo firme a las sanciones, se convertirá en una tormenta de consecuencias imprevisibles. El conato de Guerra Fría aún da más de sí: la elección como secretario de Estado de Rex Tillerson, conocido amigo de Putin como consolidado gestor de la petrolera Exxon Mobil, no puede estar más amenazada por un Senado de mayoría republicana.

La luna de miel con Putin que mostró durante la campaña electoral parece retornar ahora como un bumerán contra Donald Trump, que lejos de arrepentirse, alabó ayer otra vez en Twitter al presidente ruso. Afirma que es muy inteligente por su respuesta moderada a Obama.

Sin siquiera haber tomado posesión, uno de los ejes de actuación del magnate durante el inédito proceso que culminó en su victoria, el pasado 8 de noviembre, pasa ya factura al presidente electo. Como bien sabía Obama antes de firmar la orden de represalias contra Rusia, acusada de influir en la elección mediante ciberataques, la mayoría republicana en el Congreso no sólo ha respaldado sus decisiones. El partido que sustenta a Trump en la Casa Blanca quiere más sangre. Además de su speaker (presidente-portavoz), Paul Ryan, una serie de senadores, como Lindsay Graham, John McCain y Marco Rubio, han salido en tromba en defensa de las medidas y de aprobar otras nuevas. Se trata del primer gran encontronazo con el futuro presidente, que insiste en pasar página en la disputa con Rusia: «Deberíamos seguir cada uno su camino».

Piedra de toque

La primera piedra de toque de este choque será el nombramiento de Tillerson. Pese a ser un conocido simpatizante de Putin, con quien trabó estrecha relación como ejecutivo petrolífero, incluida la concesión de la Medalla de la Amistad de Rusia en 2013, Trump se lanzó a designarlo secretario de Estado. El problema es que, como casi todos los nombramientos, el Senado debe dar su última palabra. McCain, uno de los más duros con Putin y que ya había mostrado su rechazo a Tillerson, volvió ayer a la carga y le invitó ayer a que «demuestre con su apoyo a las sanciones que está habilitado para el cargo». Mientras el afectado calla, el senador por Arizona avisa de que no le apoyará si no se pronuncia expresamente contra Vladimir Putin.

ABC (España)

 



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