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14/01/2017 | México - Trump y la unidad

Pascal Beltrán del Río

México está crispado. Los puentes entre la clase política y el resto de la sociedad se tambalean. Y aunque casi todos manifiestan enojo con el gobierno federal –y con la autoridad, en general–, las relaciones entre los mismos gobernados a menudo son presa de la confrontación de visiones sobre los distintos problemas que nos aquejan.

 

Ejemplo de esto último es el atropellamiento de un estudiante universitario poblano que marchaba contra el gasolinazo. El conductor de un vehículo que había quedado atrapado en la manifestación, el miércoles pasado, aceleró y le pasó encima, causándole fractura de cráneo.

Es evidente que la intolerancia campea en el país. La impaciencia se impone como signo de los tiempos. Cada vez más, se recurre a imponer el punto de vista propio a gritos y hasta a golpes.

En las redes sociales, el desahogo burlón es la norma. El meme ha suplantado el diálogo público y el debate intelectual. La otredad es percibida como una amenaza que debe ser aplacada a tuitazos.

En este entorno, el presidente Enrique Peña Nieto se ha lanzado en la búsqueda de la unidad nacional. En días recientes, van varias veces que el mandatario pide a los mexicanos echar mano de ella –exhortándolos a que, por ese bien superior, aceptemos el aumento en el precio de los combustibles–, pero el llamado presidencial suena a la invocación del espíritu de un pariente muerto.

¿Unidad alrededor de qué? ¿Cuáles son los valores que compartimos los mexicanos? ¿En qué consiste hoy en día la nación? Al Presidente le ha faltado decírnoslo.

Curiosamente, la unidad –y, en una de esas, la unanimidad– podría llegar desde fuera.

Lo que varias generaciones de mexicanos no han podido construir entre ellas, Donald Trump se ha encargado de amalgamarlo en unos meses.

Trump hizo campaña por la Casa Blanca convirtiendo en antagonistas a dos países: México y China. Esos dos países –además de la “corrupta élite política de Washington”—son los culpables, según él, de los males que aquejan a Estados Unidos.

Cualquier simpatía que haya podido cosechar entre los mexicanos por su programa El AprendizTrump lo perdió en menos de año y medio de campaña, a partir de aquel discurso en el que tildó a los mexicanos de asesinos y violadores.

Aunque conozco a algunos mexicanos a los que Trump aún les causa gracia o que incluso dan la razón al magnate inmobiliario, estoy seguro que 99.99% de los habitantes de este país le tiene tirria.

Pueden ser de derecha o de izquierda, creyentes o ateos, ricos o pobres… Es una abrumadora mayoría de mexicanos la que lo rechaza.

Cuando a una diputada zacatecana se le ocurrió hablar bien de Trump, fue obligada a retractarse.

La recta final de este sexenio y el periodo de la sucesión presidencial coincidirán con el lapso de mayor fuerza de Trump al frente del gobierno de Estados Unidos, un país con el que, de por sí, los mexicanos sienten agravios históricos.

Esa unidad y casi unanimidad frente a Trump es un bien que muchos políticos tratarán de capitalizar, sobre todo ahora que se ha desvanecido la posibilidad de que sus agresiones hayan sido un mero ardid de campaña para ganar las elecciones.

Para el oficialismo, la asunción de Trump puede ser la inesperada aparición de un enemigo externo, algo que muchos gobiernos emproblemados llegan a inventar para afianzarse en el poder.

La oposición no ha perdido la oportunidad de convertir en piñata política al próximo presidente de EU –cuando no en piñata real–, en un afán de explotar ese rico yacimiento de votos.

El gobierno tiene la desventaja de tener que cuidar la retórica frente a Trump, pero también la ventaja de ser la cara del país frente al exterior.

Si Peña Nieto juega bien sus cartas, la toma de posesión del próximo viernes en Washington podría ser el principio de un tercer tiempo de su sexenio.

El primero fue marcado por la exitosa y rápida aprobación de las reformas estructurales. El segundo, por los errores en la implementación de las mismas, así como por escándalos de corrupción, decisiones desacertadas y el caso Ayotzinapa.

Este tercer tiempo podría ser en el que Peña Nieto retome el timón para guiar al país por la tormenta desatada por Trump y encauzar la indignación nacional. Si no lo hace él, alguien más lo hará.

Excelsior (Mexico)

 



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