Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
En Profundidad  
 
21/01/2017 | Refundar EE.UU., un plan a la manera latinoamericana

Inés Capdevila

Dieron las 12... ¡ Y Donald Trump no se convirtió! El jefe de Estado Trump siguió siendo el candidato Trump. Millones de norteamericanos y gobernantes y habitantes del mundo esperaban la asunción para descubrir si, finalmente, el magnate comenzaba a portarse de manera más presidencial para despejar dudas y miedos sobre el futuro del país e incluso del planeta. Claro que lo hizo.

 

Trump fue presidencial en su discurso. Pero más en la estirpe de los mandatarios latinoamericano que creen que fueron llamados a refundar una nación que en la de los jefes de Estado norteamericanos.
Como los presidentes populistas que tanto conoce nuestra región, Trump llamó a "restaurar" su país, cuestionó -sin mencionarlo- el legado de su antecesor a tal punto de hablar de una "carnicería norteamericana que debe terminar aquí y ahora", se congratuló por liderar un "movimiento nunca visto" en el mundo y convocó a un patriotismo que todo el tiempo se confudía con nacionalismo.

La grandilocuencia y la ambición de refundación total de Estados Unidos dominaron un discurso que, por momentos, sugería que, antes de Trump, el país más poderoso de la historia fue una republiqueta de pasado y presente oscuros.

Con desafíos, provocaciones y apelaciones emocionales a sus seguidores, ése fue el fondo de la alocución. La forma fue también la del Trump candidato aunque más serena y gramatical en su tono. Esta vez no tuvo insultos, ni gritos, ni onomatopeyas ni palabras inventadas. Tampoco hubo anuncio de políticas de Estado.

Tuvo, sí, las frases cortas y simples, parecidas a eslóganes, que lo ayudaron a cautivar a los millones de norteamericanos que lo depositaron ayer en la Casa Blanca.

Apenas comenzó a hablar, Trump agradeció a Obama y a su mujer, por su "gracia" durante la transición. "Fueron magníficos", concluyó.

Y ahí quedó. Fue la única referencia directa al ahora ex presidente, ni una mención a la economía que le deja, tan diferente de la que Obama recibió de su antecesor, George W. Bush.

Trump preside desde ayer al mediodía un país que crece al 2% anual -tuvo picos de 5% en estos ocho años- con un desempleo del 4,7%. En 2009, cuando Obama llegó al poder, la recesión (-2,5%) hacía estragos en Estados Unidos y el 8% de la población activa no tenía trabajo.

La pobreza era, entonces, de 15%, pero pese al crecimiento, sólo cayó a 13,5%.

Es una economía decisivamente más próspera, pero también es más inequitativa. Esa desigualdad se manifiesta por todos lados, en la educación, en los ingresos, en el acceso al empleo, en la geografía, en la apreciación de la realidad norteamericana. Muchas y profundas son las grietas que tiene el Estados Unidos de Obama y Trump.

Lo que buena parte de los norteamericanos esperaban de ese Trump "más presidencial" era una exhortación contundente a dejar la desunión atrás para desterrar los miedos de quienes no lo votaron o quienes se le opusieron durante la campaña.

Hubo algunas menciones, pero lejos estuvieron de ser contundentes. "Cuando estamos juntos, los norteamericanos somos imparables" o "un nuevo orgullo nacional... curará nuestras divisiones", ésas fueron algunas de las referencias en una alocución que estuvo más dirigida a los seguidores del empresario que a todos los estadounidenses.

Una "carnicería"

"Nuevo" fue un término siempre presente en el discurso de un empresario que se postuló como el abanderado del cambio contra el establishment y de la reconstrucción económica.

"Desde hoy en adelante, una nueva visión se impondrá: primero Estados Unidos, primero Estados Unidos... Ganaremos de nuevo, ganaremos como nunca antes", dijo Trump.

Ahí el mandatario no sólo parece haber ignorado a Obama, sino a todos sus otros antecesores y a la propia historia norteamericana.

Cuesta encontrar, en el último siglo, un momento en el que Washington no haya puesto sus prioridades por encima de las de cualquier otro país o en el que no haya encabezado la lista de Estados más poderosos del mundo.

Muy a la manera de tantos presidentes latinoamericanos que, al asumir, prometen el nacimiento de una nueva nación, el millonario republicano advirtió que va a "reconstruir y restaurar" Estados Unidos.

Muy a la manera también de su propia campaña, Trump repitió una y otra vez la palabra que mucho tuvo que ver con su triunfo, el 8 de noviembre pasado.

¡Empleos!, ¡empleos!, ¡empleos!, ¡empleos!, el término resonó no sólo en el Mall de la capital norteamericana, sino también, y fundamentalmente, en Wisconsin, Michigan, Pensilvania, los estados en donde el declive de la industria manufacturera sembró desempleo, desilusión y enojo con los demócratas. Fueron ésas las regiones que sorprendieron a todo el país y le dieron la victoria a Trump. Fueron ésas las regiones a las que le habló el presidente.

Como si fuera un agradecimiento a ellos, el magnte no se cuidó con las palabras cargadas de contenidos y, en una crítica furiosa a Obama, habló de "carnicería norteamericana" al describir la situación de pobreza e inseguridad que golpea a varias ciudades norteamericanas.

Hubo más palabras que protagonizaron sin cesar el discurso de Trump: pueblo, trabajadores, patriotas. Otra vez el nuevo presidente norteamericano se acercó, con su alocución, a las apelaciones emocionales y hasta místicas de tantos mandatarios -acá sí, latinoamericanos o no.

No faltó, en la receta populista, la exhortación antisistema. "Nosotros le sacaremos el poder a Washington y se lo devolveremos al pueblo", dijo, en referencia al establishment, el hombre que formó un gabinete de ex militares, banqueros, empresarios y que tiene por jefe de gabinete a un verdadero insider del Partido Republicano, Reince Priebus. Si eso no es statu quo, ¿qué lo es?

El discurso continuó con todas las consignas de la campaña sobre impuestos, comercio e inmigración y Trump prometió "proteger" las fronteras para evitar que se vayan los empleos o que entren extranjeros indocumentados o productos importados.

"Compre norteamericano, contrate norteamericano", remató.

Esa declaración resume demasiado populismo para tan poca popularidad. El nuevo presidente necesitará más que apelaciones emocionales para crear 25 millones de empleos en cuatro años -como prometió tantas veces- o hacer que la economía crezca al 4% anual. Es cierto que el Capitolioestá dominado por su partido, pero no todos los legisladores oficialistas le responden.

Probablemente menos lo hagan ahora que no nombró al Partido Republicano ni al Congreso en todo su discurso. Y con una aprobación del 37% y la desconfianza de demócratas e independientes, Trump no tendrá ni una hora de luna de miel para empezar a cumplir tantas promesas o para empezar a despejar la incertidumbre de parte de Estados Unidos y el mundo.

La Nación (AR) (Argentina)

 



 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House