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22/02/2017 | Ruido de sable en Bruselas

Pablo Rodriguez Suanzes

A Merkel, que se juega su futuro en septiembre, parece que no le apetece un debate público sobre el futuro de la UE.

 

'La Repubblica' contaba ayer que Jean-Claude Juncker se está planteando dimitir. No es la primera vez que se habla del tema en la capital comunitaria. En el verano del año pasado, tras el referéndum británico, varios países del Este dejaron claro que no estaban satisfechos con su trabajo y que estarían encantados con su marcha. Y hace unos meses volvió la idea de que Juncker amenazaba con irse (para otros, que Alemania amenazaba con echarlo) si los Estados Miembros no aceptaban que su querido amigo Martin Schulz repitiera como presidente del Parlamento Europeo. Al final Schulz se fue de forma voluntaria a Berlín, para desafiar a Merkel, y Juncker se quedó en su puesto, pero más solo que nunca.

Sólo tiene 62 años, pero físicamente y por salud parece que tuviera 10 o 15 más. Apuestas personales como el mecanismo de cuotas para los refugiados o una posible sanción a Polonia por su deriva autoritaria han sido un estrepitoso fracaso y ahora se enfrenta a un envite que no puede aceptar. Según 'La Repubblica' todo gira alrededor de un documento que nadie fuera de Bruselas conoce, entiende o valora, pero que para Juncker y su equipo se ha convertido en una cuestión de principios.

El 'libro blanco' es la hoja de ruta de la Comisión para Europa. No se engañen, importa bastante poco. Lo importante es fijarse en el timing y la independencia. Hace 10 días el luxemburgués confirmó que no se presentará para un segundo mandato, así que no tiene nada que perderSu futuro no depende ya de Merkel o cualquier otro líder, así que puede jugar más duro, a través de mensajes en la prensa días antes de ir de visita a Berlín. Una maniobra clásica, del libro de jugadas de un viejo zorro europeo.

A Merkel, que se juega su futuro en septiembre, parece que no le apetece un debate público sobre el futuro de la UE. Que quiera frenar una vez más a Juncker es perfectamente posible. Que éste quiera doblar la apuesta, también. La UE no se puede permitir ahora mismo elegir un nuevo presidente de la Comisión. No hay candidatos, no se sabe si Le Pen será presidenta antes del verano y Schulz está sorprendido en las encuestas. El luxemburgués quiere hacer las cosas a su manera, hasta el final, aunque se estrelle contra un muro. No quiere ser recordado como un Durao Barroso, un juguete en manos de los Estados, y prefiere la confrontación al silencio cómplice.

El Mundo (España)

 



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