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10/03/2017 | Cuba Raúl y el castrismo en fase anexionista

Andrés Reynaldo

Al fin, Raúl Castro habló sobre Donald Trump. Poco, pero habló. Algo tenía que decir. Estaba en la Cumbre del ALBA, el pobre. Con Nicolás Maduro de anfitrión. Con Evo Morales. Con Daniel Ortega. Et al.

 

De lo poco que habló, nada sobre Cuba. Habló de las injustas reglas del comercio mundial. Habló del muro en la frontera con México. Gran espectáculo el del ALBA. Los cleptócratas del socialismo del siglo XXI con la retórica del independentismo del siglo XIX. Sin Lula da Silva, ni Dilma Rousseff, ni Cristina Fernández. Todos barridos en las urnas. Por ineptos. Por ladrones.

Yo no sé si Raúl le teme a Trump. Precaución, sí le tiene. Estaban seguros de que iba a ganar Hillary Clinton. Había que oír a los heraldos del cambio-fraude, a los mercaderes de la reconciliación. Si Barack Obama abrió la puerta, Hillary abriría la caja fuerte. Pero a la medianoche del pasado 8 de noviembre la cuestión política se les convirtió en la cuestión teológica. ¿Y ahora qué, Dios mío? Entibiado en las copas, moribundas las burbujitas, el champán de la victoria se decantó en el jarabe de la derrota. ¿Y ahora qué, Raúl?

Por tres meses, los discursos de reafirmación antiimperialista quedaron a cargo de funcionarios de segunda, líderes estudiantiles, comisarios de la cultura. Ni siquiera en el velorio de Fidel se mencionó a Trump. Para enigma general, las tropas de elite desfilaban por las calles de La Habana prometiéndose llenar de plomo la cabeza de Obama. A medida que subía el rango de los voceros se apaciguaba el tono, surgían las variantes, observábanse discretos agachamientos. Parásito en su fundamento, no extraña que la última fase del castrismo sea anexionista.

La inmovilidad interna contrasta con la movilización externa. Se han montado un circo de cuatro pistas para que Trump no dé marcha atrás a la operación de salvamento de la familia Castro. Los cuentapropistas del oficialismo hablaron en Washington del cruel “bloqueo” que dificulta las entregas de pistacho y redecillas. ¡La agresión del país más poderoso del mundo contra un paladar de Marianao y una peluquería de Luyanó! Los empresarios y académicos transgénero (del género exiliado al género colaboracionista) enviaron sus opiniones a los principales periódicos. Van y vienen las delegaciones de legisladores norteamericanos ansiosos de abrir la ruta del arroz de Alabama y el chicharrón de viento de Kentucky.

Hasta el novelista Leonardo Padura, que no comenta de política en Miami, publicó un artículo en The New York Times sobre la angustia de un chofer de almendrón que vive del turismo gringo, la esotérica relación entre el levantamiento del embargo y el trámite de los equipajes en los aeropuertos cubanos, y la necesidad de mayores inversiones extranjeras que, como usted, querido lector, bien sabe, constituyen el feudo del yerno de Raúl. Violando las leyes de su propia narrativa, Padura consigue sintetizar en sólo 12 palabras la perversa, maniqueísta consigna de la dictadura: “¿Un Trump pragmático flexibilizará el embargo o un Trump fundamentalista lo reforzará?”

En Miami, de momento, el castrismo anda por las catacumbas. Supongo que todavía les queda la resaca de las elecciones. Ni uno, pero ni uno de los candidatos partidarios del cambio-fraude salió vencedor. De hecho, tal parece que la política de Estados Unidos hacia Cuba volverá a pasar por las manos de los legisladores cubanoamericanos, que es por donde debe pasar. Han desaparecido las encuestas con la metodología de la media verdad. Salvo un foro por allí y un columnista por allá, la gusanera retoma la ofensiva.

Dilema el de Raúl. No puede hablar ahora ni tampoco callar para siempre.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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