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24/09/2006 | ¿Los inversores extranjeros siguen siendo bienvenidos?

Karl P. Sauvant

Los flujos de inversión extranjera directa (IED) en el mundo aumentaron en los últimos veinte años, de 40.000 millones de dólares a principios de los 80 hasta 900.000 millones de dólares el año pasado.

 

El stock acumulativo de IED alcanzó alrededor de 10 billones de dólares, lo que lo convirtióo en el mecanismo más importante para el suministro de bienes y servicios en mercados extranjeros: las ventas por parte de los asociados extranjeros totalizan aproximadamente 19 billones de dólares, comparados con los 11 billones de dólares de las exportaciones mundiales. Al mismo tiempo, la liberalización de los regímenes de IED prácticamente en todos los países ha sido una fuerza impulsora del comercio intra-firma –el elemento vital del sistema emergente de producción internacional integrada y, a esta altura, aproximadamente una tercera parte del comercio mundial-. Pero, ¿acaso los buenos tiempos están llegando a su fin?

La IED puede aportar una variedad de beneficios, pero también puede traer aparejados costos. Durante los años 70, cuando las corporaciones transnacionales (CTN) que realizaban este tipo de inversión llamaron la atención pública, muchos gobiernos creyeron que los costos de la IED superaban sus beneficios, así que la controlaron. Liderado por los países desarrollados, el péndulo empezó a oscilar en los años 80. Alguna vez vista como parte del problema, la IED se convirtió en parte de la solución para el crecimiento económico y el desarrollo.

Nada ejemplifica esto mejor que los cambios en los regímenes nacionales de IED. Como informa la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, de los 2.156 cambios que se produjeron entre 1991 y 2004, el 93% tuvo que ver con la creación de un contexto más receptivo para las CTN. Pero existe el peligro real de que el péndulo esté empezando a balancearse hacia atrás, lo que conduciría a una reversión de aquel proceso de liberalización.

La IED en los países desarrollados (y cada vez más en los mercados emergentes) suele tomar la forma de fusiones y adquisiciones (F&A) transfronterizas. La resistencia a este tipo de F&A se está volviendo más frecuente cuando están involucradas compañías nacionales consideradas por los políticos como “campeones nacionales” o importantes para la seguridad nacional, el desarrollo económico o la identidad cultural. La creciente participación de grupos de capitales privados en la actividad de F&A implica una polémica adicional, ya que este tipo de transacciones, por lo general, se consideran puramente especulativas.

En nombre del “patriotismo económico”, la seguridad y otras consideraciones, la resistencia a las F&A se está codificando cada vez en más países. Por ejemplo, una comisión del Senado de Estados Unidos recientemente intentó bloquear la liberalización planificada de las reglas de adquisición extranjera para las aerolíneas, mientras que Europa implementó leyes de adquisición más restrictivas. Es más, los gobiernos están aplicando más estrictamente las estipulaciones regulatorias existentes con respecto al veto de adquisiciones por parte de firmas extranjeras.

Esta respuesta se combina con una reacción defensiva frente al creciente rol de las CTN de los mercados emergentes, los “nuevos chicos de la cuadra”. Las CTN establecidas, y sus países de origen, necesitarán ajustarse a esta nueva constelación de fuerzas y sus implicancias para el mercado mundial. Como sabemos a partir de otros contextos, adaptarse a los recién llegados no es tarea sencilla: comparemos, por ejemplo, la reacción a la asociación entre Alcatel de Francia y Lucent de Estados Unidos con las ofertas de la China National Offshore Oil Corporation por Chevron o Mittal por Acelor.

Otro tipo de reacción defensiva –esta vez frente a la IED hacia afuera- puede producirse una vez que la reubicación de los servicios en el exterior cobre más velocidad. Todo indica que esta tendencia alcanzó su punto crítico y que seguirá produciéndose a través de IED. Si los países de origen no implementan los mecanismos de ajuste para hacer frente a la revolución vertiginosa que implica lograr que los empleos de la industria de servicios sean comerciables, una reacción violenta contra este tipo de IED hacia afuera se tornará inevitable.

Hasta el momento, el creciente malestar con la IED está confinado a los países desarrollados. Pero existen señales de que se está expandiendo a los mercados emergentes. En el caso de los proyectos de gran escala, algunos países anfitriones están planteando interrogantes sobre los contratos que definen su relación con las CTN, y los gobiernos están revisando este tipo de contratos porque creen (correcta o equivocadamente) que no obtuvieron un acuerdo justo. De los 219 casos de arbitraje internacional conocidos relativos a proyectos de inversión, aproximadamente las dos terceras partes se iniciaron en los últimos tres años.

La actitud frente a la IED cambió en el pasado, y puede volver a cambiar en el futuro, según cómo los gobiernos vean el equilibrio de costos y beneficios. Este equilibrio implica no sólo factores económicos, sino también consideraciones como la seguridad y el deseo de controlar el desarrollo económico propio. El concepto de “nacionalización del siglo XXI”, introducido por el candidato presidencial peruano Ollanta Humala, refleja en este sentido el “patriotismo económico” del primer ministro francés, Dominique de Villepin.

Los reparos contra la IED (como contra cualquier cosa que sea extranjera) se puede encontrar en todos los grupos de países, y los políticos pueden traerlos a la superficie, lo cual deriva en proteccionismo. Sería irónico, sin embargo, que los países desarrollados –que encabezaron la ola de liberalización de IED de los últimos veinte años- ahora lideraran un ataque violento contra la IED. Esperemos que se pueda verificar la desliberalización vista en los países desarrollados antes de que se expanda a otras partes del mundo y, en definitiva, genere consecuencias indeseables para todos.

Karl P. Sauvant es director ejecutivo del Programa sobre Inversión Internacional de la Universidad de Columbia.

Project Syndicate, 2006.

 

Project Syndicate (Estados Unidos)

 



 
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