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10/04/2017 | Una paliza que sonroja a Inglaterra

Luis Ventoso

«Son escoria», dicen los políticos sobre los jóvenes que patearon a un menor kurdo en el sur de Londres

 

«Su cara era azul y negra», describe un amigo que visitó en el hospital a Reker Ahmed, refugiado kurdo iraní de 17 años. El muchacho, delgado y de tupido pelo azabache, está encamado con sus ojos morados y un gotero. Ingresó hace ocho días en el hospital King’s College, al Sur del Támesis, pasada la medianoche y con un coágulo en el cerebro, una fractura en la columna y un ojo macerado. Una turba de treinta jóvenes lo cercó en un barrio de viviendas sociales de Croydon, una localidad de 52.000 vecinos, situada en la infinita Suburbia londinense, 15 kilómetros al sur del centro. La mitad del grupo lo cosió a patadas y puñetazos.

«Es el tipo de ataque más extremo, gente golpeándolo en la cabeza sin mediar provocación alguna. Fue brutal. Quedará marcado de por vida. Hace tiempo que no veíamos algo así», explica Jane Corrigan, la detective del caso. «Son escoria», acusó directamente el diputado local, el conservador Gavin Barnell.

Theresa May, que se encontraba en Arabia, dio la razón desde allí a su compañero de partido y pidió al público que colabore con la policía en el caso, un llamamiento poco habitual en un «premier». El Ministro para las Comunidades, Sajid Javid, de padres paquistaníes, acudió al lugar de los hechos: «Raker vino aquí buscando refugio y seguridad. Pero ha tenido todo lo contrario». La clase política y la prensa se han tomado el caso en serio. Algunas voces apuntan al clima del Brexit.

Por un cigarro

Pero en el lugar del asalto, el barrio de viviendas sociales de Shrublands, en una esquina apartada del mestizo Croydon, todo se ve muy distinto: «Fue una pelea por un cigarro. No porque fuese un refugiado». La detective Corrigan también cree que la turba no salió a la caza del inmigrante. «Son mezclas difíciles, la noche y el alcohol, y basta que alguien diga algo para que se encienda una chispa masiva».

La ciudad de mercado de Croyndon tiene un remoto pasado romano y un presente un tanto alicaído: oulet desgarbados y multitud de pequeños locales abigarrados, que acreditan su carácter multiétnico (el porcentaje de vecinos ingleses blancos ha bajado al 43%). Uno de sus símbolos es su escuela de música, donde estudiaron dos leyendas, Amy Winehouse y Adele.

El ambiente es de clase media baja. El chándal sirve de ropa de calle y abundan los tatuajes. La ciudad trata de reinventarse con nuevos edificios high-tech. Los refugiados están a la orden del día, porque Croydon centraliza las oficinas de visados del Ministerio del Interior. Es frecuente que se registren picos de 400 menores que han llegado solos. Reker Ahmed vive con una familia de acogida. Aunque su pasado es opaco, se cree que hizo parada en el Campamento Jungla de Calais antes de cruzar el Canal. En Croydon tiene un hermano siete años mayor que él, Hadid, quien asegura que tras la paliza no lo reconoció cuando fue a verlo.

El barrio social de Shrublands es un lugar desangelado y sesentero, de pisos y casas de ladrillo y a cuatro kilómetros del centro de Croydon. El viernes de hace ocho días, a las 11.45 de la noche, Reker Ahmed esperaba el autobús con dos amigos y entró a comprar tabaco en un colmado. Jóvenes locales que salían del vecino pub The Goat le pidieron un cigarro. Él siguió andando. Entonces, según el relato policial, «los sospechosos le preguntaron de dónde era y cuando dedujeron que era un refugiado se fueron a por él y lanzaron un ataque brutal».

Treinta acosadores

Hay 16 detenidos, de edades entre 15 y 24 años, entre ellos dos chicas. Durante el ataque se formó un corro de treinta acosadores. Ante su número ningún vecino se interpuso, aunque algunos dieron voces de «¡ya basta!». La violencia solo se detuvo cuando se escuchó una sirena.

Ayer en Croydon hubo una manifestación de condena y de solidaridad con los refugiados. Convocada frente al Marks & Spencer de la calle mayor en una mañana radiante y calurosa, apenas reunió a 300 personas, casi todos militantes comunistas y antirracistas. A cuatro metros de ellos, un vendedor de fruta con cara de inglés clásico coreaba sus productos a voz en cuello, en un intento poco sutil de contraprogramar la protesta. «Fue un ataque contra los refugiados, no contra los kurdos», me dice un encorbatado líder de la comunidad kurda local, más interesado en contarme el conflicto kurdo entero que en el ataque a Reker.

Una chica italiana que vive en la zona reparte panfletos de «Refugees Welcome». Le comento que algunos de los agresores eran a su vez hijos de inmigrantes, según denotan apellidos como Silva o Neves. «A veces los inmigrantes también están contra la inmigración. Es común aquí». Otro activista, un hombre sesentón y calvo cargado de libros, culpa directamente al Brexit: «Han visto a los políticos en la campaña del referéndum, lanzados con los comentarios xenófobos, y ese mal ejemplo está siendo fatal».

Pero en el depauperado Shrublands creen que todo se ha sacado de quicio y recuerdan que el propio barrio es multirracial. Una vecina de allí ha llegado al extremo de criticar las vigilias por Reker: «Eso no ayuda. Aquí no ha muerto nadie».

ABC (España)

 



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