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30/04/2017 | Los demócratas norteamericanos siguen desarbolados y a la busca de líder

Javier Ansorena

El partido opositor de EE.UU. confía en la fuerza de sus nuevos movimientos de base

 

La mañana del 9 de noviembre del año pasado el partido demócrata estaba vapuleado, desarbolado, hundido. EE.UU. desayunaba ese día con Donald Trump como presidente electo y con mayorías republicanas en las dos cámaras del Congreso. Los demócratas salían de la jornada electoral divididos después de unas primarias duras y con juego sucio del establishment que apoyaba a Hillary Clinton frente al movimiento de base de Bernie Sanders, sin recambio claro en el liderazgo y sin apenas poder.

Trump fue el símbolo del fracaso demócrata de 2016, pero también se ha convertido en su salvavidas y en el trampolín desde el que la izquierda de EE.UU. busca recomponerse. En sus cien días en la Casa Blanca, Trump ha tocado casi todas las teclas para movilizar a las bases demócratas: el veto migratorio, la retórica antiinmigración, los recortes presupuestarios en servicios sociales, el intento frustrado de desmantelar la reforma sanitaria de Obamacare, la revisión de muchas políticas medioambientales de su antecesor, los vaivenes en política exterior…

La agresividad de Donald Trump desde la victoria electoral ha sido contestada con protestas continuas, manifestaciones históricas como la Marcha de las Mujeres y una mayor participación ciudadana en la oposición política. Una multitud de organizaciones de base están desarrollando una labor similar a la del Tea Party en la primera presidencia de Obama. Grupos como Indivisible o Run For Something han organizado protestas en los encuentros de legisladores republicanos con sus votantes y han contribuido a disparar la recaudación de fondos para campañas de candidatos «anti Trump».

La nueva ola de reacción a Trump ya ha tenido consecuencias. James Thompson, un candidato demócrata apenas conocido y sin financiación, estuvo a punto de derrotar al favorito republicano en un bastión conservador de Kansas en una elección especial para la Cámara de Representantes este mes. Algo similar ocurrió en Georgia, donde Jon Ossoff, con una campaña basada en el «crowdfunding», estuvo a punto de llevarse un escaño en otra plaza muy republicana.

La esperanza para los demócratas es que Trump siga siendo Trump y que eso les deje con muchas opciones para recuperar la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas del año que viene.

La mala noticia es que, si no fuera por el multimillonario neoyorquino, el partido demócrata estaría en tan mal momento como el 9 de noviembre. El proceso para elegir al nuevo presidente del partido volvió a mostrar las heridas de las primarias: Tom Perez –que fue miembro del Gobierno de Obama y que contaba con el respaldo del establishment– se impuso al candidato izquierdista Keith Ellison.

Perez tiene el desafío de articular al partido y luchará para mejorar el diseño de los distritos electorales, controlado por los republicanos y que tiene mucho peso en los resultados. También tendrá que empezar a cultivar candidatos presidenciales capaces de movilizar al electorado y de momento no hay ninguna figura que sobresalga.

ABC (España)

 



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