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01/10/2006 | La falla energética de Washington

Boehlert Sherwood

“No pueden dejar que el mercado decida”, es lo que dice Sherwood Boehlert en su artículo publicado por el Washington Post. Boehlert es un congresista republicano que representa a Nueva York y presidente del Comité de Ciencias del Congreso.

 

Los problemas que BP tuvo recientemente con su gasoducto de Alaska parecen ser la metáfora apropiada para ilustrar el modo que los Estados Unidos (mal)manejó su política energética y también es una advertencia sobre lo que se puede esperar si nos quedamos la pista incorrecta.

Durante mucho tiempo los políticos manejaron la política energética estadounidense de la misma manera que BP, al parecer, manejó su gasoducto. Hemos hablado sobre el tema, hemos tomado algunas acciones superficiales, pero hemos fallado en examinarlo más de cerca, seguramente para nosotros todo parecía estar bastante bien.

El resultado, en el cado de la política energética, es la nafta a tres dólares el galón, una creciente adicción al petróleo, (para utilizar las palabras que tan bien eligió el Presidente), que amenaza nuestra seguridad nacional y una economía y un pueblo más vulnerables ante las fluctuaciones en la producción nacional e internacional del petróleo.

Hasta el momento, la reacción en Washington se puede clasificar desde anémica hasta contra productiva. El Congreso aprobó un proyecto de ley para hacer más eficiente la regulación en la construcción de refinerías, aun cuando existen pocas pruebas que afirmen que la regulación sirva para aumentar la capacidad de las refinerías. En varias oportunidades el Congreso aprobó otro proyecto de ley que permite la exploración en el Refugio Nacional de Fauna del Ártico. Algunos defensores que argumentaron que la contaminación que provocan los taladros es cosa del pasado.

El Congreso también aprobó un proyecto de ley que autoriza la utilización de taladros en toda la costa de Estados Unidos. Esta ley, que sorprendentemente recibió muy poca atención en por parte de los medios, no sólo permitiría el levantamiento de la existente moratoria sobre los taladros, sino que también cambiaría significativamente la distancia a la que se permite taladrar. De esta forma se debilita la capacidad de los estados y los ciudadanos para controlar el trabajo que se realiza en sus costas.

El Congreso también aprobó algunas legislaciones positivas que promueven la investigación y el desarrollo de energía, pero el financiamiento es bastante pobre y la mayor parte de se destina a las tecnologías más futuristas, como el hidrógeno y la fusión, son apuestas en las que valen la pena invertir dinero en pero seguramente no son la base de una política energética cercana realista.

En el debate sobre energía algo que falla visiblemente son las discusión o acciones sustancial sobre la eficacia y la conservación de la energía. Los ideólogos conservadores equiparan a la conservación con la incomodidad: sufriendo el calor en edificios que cuentan con aire acondicionado o manejando un auto subcompacto. Pero estas imágenes son absurdamente anticuadas, si es que alguna vez fueron verdaderas. La conservación es desarrollar y desplegar tecnologías (incluso desplegar muchas que ya existen) que permitan a los estadounidenses vivir de la manera que quieren usando menos energía.

Esto es algo que probablemente no se logre únicamente mediante el mercado, a pesar de la retórica ideológica. Cada estadounidense puede desear más bienes que sean energéticamente eficientes pero eso significa que compraría, digamos, un vehículo de utilidad deportiva menos eficiente porque eso es lo que está disponible. Incluso, la conservación de energía es imperativa, considerando la seguridad nacional y la vulnerabilidad económica de nuestra actual energía. Necesitamos la acción de gobierno para responder a los fracasos clásicos del mercado que frustran los esfuerzos individuales para remediar nuestra adicción al petróleo.

El paso más importante, realista y factible que el gobierno podría realizar es obligar a las fábricas automotrices que produzcan autos que utilicen menos combustible elevando las normas de la economía corporativa media de combustible. Aproximadamente el 45% del petróleo que consumen los estadounidenses se utiliza en autos y camiones livianos. Simplemente no podemos controlar el uso de nuestra energía si no hacemos algo sobre la cantidad de nafta que consumimos por milla, que se encuentra en el mismo nivel medio desde hace aproximadamente 20 años. Sin embargo, otros sectores de la economía se volvieron energéticamente más eficientes.

Nuestra falta de voluntad para lograr una mejor utilización del combustible ,(el Congreso no está dispuesto a programar una votación sobre este tema desde que el precio del gas comenzó a subir estrepitosamente el año pasado), es imperdonable porque tenemos la tecnología que podría aumentar la economía en la utilización de combustible sin reducir la seguridad o limitar las opciones de los consumidores. Estos no son afirmaciones mías, son las conclusiones de un informe de 2002 sobre normas de economía de combustible de la Academia Nacional de Ciencias.

El Congreso debería tomar medidas reales, como tuve que hacer BP, en vez de seguir apartando la mirada hasta la próxima emergencia. Después de un verano con altos precios en el gas, el público debería estar harto de que Washington se doblegue ante las industrias petroleras y automovilísticas en vez de tomar medidas eficaces.

ADN Mundo (Argentina)

 



 
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