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08/07/2017 | Una mirada más allá de las propias fronteras

Diana Calderon

El encuentro del G-20 muestra una inestabilidad geopolítica que clama a gritos la búsqueda de salidas

 

Hamburgo, la ciudad donde nació Angela Merkel, está convertida por estos días en el escenario de las protestas que acompañan siempre las reuniones del G-20. Los manifestantes son dispersados con chorros de agua llenando los titulares de los noticieros sin que sus radicalismos logren invisibilizar temas de fondo en este nuevo encuentro de los mandatarios de las grandes economías del mundo y cuando la canciller alemana se juega su prestigio de cara a las elecciones de septiembre.

Y no sólo Merkel. Los reflectores colocan a Donald Trump en primera fila enfrentando en tierra alemana sus propios temas locales. Rusia y el hackeo a propósito de su cara a cara con Putin y en medio de las renovadas acusaciones demócratas desde Estados Unidos sobre la Intervención rusa en las elecciones gringas. Además de la nada despreciable tensión con Ucrania.

Trump muestra por fuera de Estados Unidos su tendencia a amenazar con acciones militares y esta vez lo hace a Pyongyang en momentos en que los misiles norcoreanos podrían alcanzar la costa pacífica norteamericana, según las advertencias más alarmistas.

La definición de su política interna, America First, también tiene su prueba de fuego por fuera de sus fronteras en relación con China así como su decisión de salirse del Pacto de Cambio Climático por lo que deberá darle la cara a sus colegas casi todos ellos comprometidos con la defensa del medio ambiente.

La cumbre del G-20 es hoy la reunión de las grandes economías del mundo, a pesar de que muchas de éstas crecen a menos del 3 por ciento y entre las que se encuentran países con situación de pobreza extrema como la India donde se ha generado recientemente un nuevo mercado negro con la tierra para producir concreto que se valoriza más que el oro y pone en riesgo cientos de vidas diariamente. O mueren de hambre o enterrados a metros de profundidad.

Son muchos los temas sobre la mesa del G-20 y uno fundamental: definir una política para enfrentar la crisis de los migrantes que afecta a Europa y cuya discusión se mantiene entre lo que dicen las leyes y la aproximación al problema desde los derechos humanos y la solidaridad para con quienes están huyendo de la guerra y la delimitación de zonas rojas para poner un freno al ingreso y permanencia en las naciones a donde llegan desde África.

Es al menos urgente que algunas entradas pueda ser legalizadas para evitar que crezca el tráfico humano por ejemplo de menores que llegan a Roma y de mayores que duermen en sus calles. Desde que Merkel abriera las fronteras a los refugiados sirios en 2015, no ha sido posible un consenso europeo para darle un tratamiento común a la crisis del mediterráneo y por el contrario muchos países de la UE van endureciendo sus posiciones.

Pocas veces la reunión de las grandes naciones tiene una mesa con tantas cartas para jugar ojalá de manera responsable y conjunta frente a temas nada menores como la amenaza terrorista que tiene militarizadas los templos sagrados de los turistas, las fronteras atestadas, a Corea del Norte lanzando misiles y a Trump avergonzando a la América que lo eligió.

Su peligrosa egolatría y su estilo debe prender las alarmas a los ciudadanos que como en Alemania tienen elecciones en septiembre y dentro de un año, en mi país, Colombia, sumido por estos días en la vergüenza de la corrupción. Imposible no reconocer que el fenómeno es endógeno a nuestro sistema político y directamente proporcional a las expectativas de enriquecimiento personal de una sociedad que no ha logrado superar su comportamiento mafioso, pocas veces con castigado con la respectiva sanción social y judicial.

Por ahora y de cara a las siguientes 48 horas, el reto es para esos mandatarios reunidos en Hamburgo para renovar los liderazgos frente a las nuevas realidades del mundo. Es el escenario para acabar con la indefinición que recicla guerras en Irak y Siria y que sirve de terreno fértil para nuevos conflictos.

Imposible desconocer que este encuentro del G-20 muestra una creciente inestabilidad geopolítica que clama a gritos la búsqueda de salidas a la prolongación de conflictos no resueltos.

Según datos de Naciones Unidas a 2016 hay más de 65 millones de desplazados en el mundo. Diez millones en el último año con Siria, Sudán y Afganistán a la cabeza. Un número superior al dejado por la Segunda Guerra Mundial que pone a los mandatarios de las naciones más poderosas a demostrar la dimensión de sus capacidades y evitar una catástrofe mayor.

El Pais (Es) (España)

 



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