El gobierno turco aconseja "evitar discusiones políticas" y reaccionar de forma reservada a las "agresiones racistas y xenófobas" en Alemania. Hasta ahora, esto por lo menos no parece haber desalentado a los solicitantes de asilo.

El auge del populismo de derecha

Es cierto que, desde la crisis de refugiados, el populismo de derecha se expande en Alemania. Con la AfD (Alternativa para Alemania), probablemente, por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, un partido de derecha nacionalista logrará entrar en el Parlamento alemán. Hace poco, el principal candidato a canciller de la AfD, Alexander Gauland, dijo que habría que "deshacerse en Anatolia (región del este de Turquía)" de la política germana de raíces turcas Aydan Özoguz, comisaria de Migración. Si bien ahora la Fiscalía alemana ha iniciado una investigación por incitación a la xenofobia, esto no ha afectado la popularidad de la AfD. En las próximas elecciones generales, el 24 de septiembre, incluso podría convertirse en la tercera mayor fuerza en el Bundestag.

Pese a ello, los turcos no corren peligro en Alemania. El número de turistas procedentes de Turquía es relativamente pequeño, y tampoco los dos millones de turcos que viven en Alemania deberían tener miedo de que algún político quiera "deshacerse de ellos en Anatolia". La advertencia de viaje de Erdogan seguramente no va dirigida a ellos.

Erdogan usa la campaña electoral alemana

Está claro a quién va dirigido su mensaje: a los millones de electores turcos que nunca han estado en Alemania y que tampoco tienen intenciones de visitar el país. Se trata de una estrategia de política interior y de ganarse la simpatía de quienes lo apoyan. El hombre fuerte del Bósforo quiere enviar una señal de fuerza y demostrar a los alemanes su nueva autoestima. Ahora usa la campaña electoral germana y la exigencia de la canciller Angela Merkel y del candidato socialdemócrata Martin Schulz, de suspender las negociaciones de adhesión de Turquía a la UE, para impulsar la espiral de tensión.

Erdogan advierte de "asistir a eventos de la campaña electoral de los partidos políticos y de acudir a lugares" donde se celebren marchas o manifestaciones "organizadas o apoyadas por organizaciones terroristas y toleradas por las autoridades alemanas”, reza el texto de la advertencia de viaje.

Alemania: ¿protectora del terrorismo?

Erdogan critica que en Alemania vivan varios miembros del proscrito Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), algo que tampoco niega Berlín. A juicio del presidente turco, las autoridades germanas no hacen lo suficiente contra el PKK y protegen a terroristas. No obstante, se trata de una acusación infundada. Este partido está prohibido desde 1993. Tan solo el año pasado hubo casi 4.500 investigaciones en contra de miembros y seguidores del PKK.

Alemania puede reaccionar tranquilamente a las "advertencias de viaje”, que no son más que una provocación contra un país que enarbola los principios del Estado de derecho y que vienen de un país que tiene que aguantar las acusaciones de ser un Estado arbitrario.     

No será la última provocación

La advertencia de viaje no es otra cosa que una respuesta al endurecimiento de las recomendaciones para los alemanes que planean viajar a Turquía. Según Berlín, en ese país "han aumentado las detenciones arbitrarias de ciudadanos alemanes”.

Apenas el fin de semana pasado, el periodista turco-alemán Deniz Yücel pasó su cumpleaños 44 tras las rejas. Este lunes (11.09.2017) se dio a conocer además que un matrimonio germano había sido arrestado en Estambul. Sin embargo, los procesos apegados al Estado de Derecho brillan por su ausencia.            

Con medidas de este tipo, Erdogan quizá logre ganar popularidad en su país. Sin embargo, difícilmente podrá desviar la atención de sus socios en el exterior del hecho de que la situación de los derechos humanos empeora cada vez más en Turquía.

De momento, muchos países de la Unión Europea rechazan suspender las negociaciones de adhesión de Turquía al bloque comunitario. Pero la próxima provocación no se hará esperar. Hasta entones, el gobierno en Berlín no debería caer en la trampa de Erdogan y entender la advertencia de viaje como lo que es: una maniobra para desviar la atención de problemas internos.