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18/09/2017 | Los líderes mundiales miden en la ONU el aislacionismo de Trump

Manuel Erice Oronoz

Donald Trump, el presidente enemigo de los grandes acuerdos transnacionales, y Naciones Unidas, la organización que reúne a más países en la Tierra, se encuentran cara a cara esta semana.

 

El gobernante estadounidense que irrumpió en la esfera mundial rompiendo unos acuerdos internacionales (TransPacífico) y cuestionando otros, entre ellos el propio organismo creado para garantizar la paz en el orbe, como en un jaque al orden establecido tras la II Gran Guerra, se estrena este lunes en la Asamblea de la ONU.

La cita anual de los jefes de Estado y de Gobierno servirá para confirmar o desmentir una doctrina Trump, que en sus primeros ocho meses de mandato ha asentado las bases de un aislacionismo sin precedentes recientes en Estados Unidos. Aunque una cierta continuidad en política exterior mantiene la incertidumbre sobre hacia dónde caminará la Administración del imprevisible hombre antiestablishment.

Trump aterrizará con exigencias en la sede neoyorquina de la ONU. A diferencia de su antecesor, Barack Obama, impulsor de un multilateralismo que resituó a Estados Unidos como un miembro más, el actual presidente elevará el tono y renovará sus demandas de eficiencia a la organización mundial, ya planteadas en la campaña electoral.

Su mensaje también se distancia del anterior gobernante republicano, George W. Bush. Aunque pueda coincidir en la visión unilateralista que otorga al país una independencia de actuación en los conflictos internacionales, Bush nunca cuestionó el funcionamiento de Naciones Unidas, y menos aún amenazó con retirarle las aportaciones económicas para forzar su reforma.

Como aventuró hace unos días su embajadora, Trump volverá a recordar a la ONU sus tareas pendientes, con dos tipos de eficacia: la económica, en términos de rentabilidad, y la política, para que sus decisiones tengan una repercusión concreta. Será el martes cuando el presidente se dirija por primera vez a un plenario plagado de líderes mundiales, expectantes ante el rumbo que adoptará su política los próximos meses.

Hasta ahora, el presidente que alcanzó el Despacho Oval con la vitola del «America First» («América Primero»), acompañado con el anuncio de un alejamiento de los conflictos mundiales, ha sido más coherente a la hora de cuestionar acuerdos internacionales que en la plasmación de una política exterior aislacionista.

El gran cambio vino de su ruptura del TransPacífico y la amenaza sobre el Nafta (acuerdo comercial de América del Norte), cuya renegociación ha impuesto a Canadá y México. También, con su anuncio de abandonar el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, intención que la Casa Blanca ratificó este domingo, salvo que una renegociación mejore las condiciones de Estados Unidos.

Imagen continuista

Pero su apuesta por reforzar las tropas en Afganistán, incluido un declarado respaldo a la OTAN; su contenida renuncia a la guerra comercial contra China, a pesar de pasadas amenazas; el mantenimiento del pacto nuclear con Irán, y la congelación de su anunciado cambio de sede de la embajada estadounidense en Israel, de Tel Aviv a Jerusalén, ofrecen de momento una imagen continuista en el terreno diplomático.

El redivivo conflicto con Corea del Norte tampoco ha supuesto modificaciones con respecto a administraciones anteriores, que también vivieron momentos de máxima tensión. Tras las nuevas sanciones aprobadas contra Pyongyang el pasado lunes, el enésimo lanzamiento de un misil balístico intercontinental bendecido por Kim Jong-un mantiene el desafío a la comunidad internacional, cuya representación volverá a analizar estos días una solución frente a la escalada nuclear del régimen.

ABC (España)

 



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