A sólo cinco días de las elecciones que decidirán la configuración y el tono de la próxima legislatura en Alemania, el partido ultraderechista AfD ha vuelto a apelar a los instintos más bajos del electorado con la intención de rebañar votos en el alto porcentaje de indecisos, casi el 38% según los sondeos.
Y lo ha
hecho acorde con la ideología nacionalista y xenófoba que propaga, siguiendo
una estrategia que consiste en provocar miedos, romper tabúes y relativizar
luego. "La propagación de Islam es el reto más inmediato que afronta este
país pues constituye una amenaza real para la paz", declaró el
septuagenario y siempre malhumorado Alexander Gauland, candidato a la
Cancillería junto con Alice Weidel, una economista de 38 años que tampoco
destaca por su simpatía. Ni por coherencia, dicho sea de paso. Ambos
defienden, por ejemplo, la familia tradicional, católica, apostólica y romana,
pero Gauland está divorciado y vive en pareja y Weidel es lesbiana, con
una esposa de Sri Lanka, dos hijos y una refugiada siria como mujer de la
limpieza a la que, según el prestigioso semanario Die Zeit, paga en B.
Sin mencionar la crisis de los refugiados pero
en clara alusión a ella, el maná que hizo engordar el partido estos dos últimos
años, Gauland y Weidel se repartieron los papeles en una rueda de prensa
perfectamente escenificada para afirmar que el "Islam constituye un
desafío político" pues no es una religión como tal sino una "doctrina
político-religiosa" con vocación "imperialista pues no contempla otro
dios que Alá" y "contraviene los valores y libertadas de nuestra
Carta Magna". Weidel aseguró que "la seguridad interna ha sido
erosionada como consecuencia directa de la política de fronteras abiertas"
y dijo que "la aceleración de la actual espiral de violencia"
criminal está ligada al aumento de "peticionarios de asilo sospechosos de
cometer delitos".
Gauland sostuvo que la propagación de esa religión
político-imperialista ha alterado la idiosincrasia de numeras ciudades alemanas,
con barrios propios donde ya ni se habla alemán, guetos que sirven de caldo de
cultivo y de escondite para muchos criminales.
"La mayoría de musulmanes que viven en Alemania
están integrados y tienen derecho a practicar su religión, pero en privado, sin
ostentación y sin que ello sea una provocación a nuestras normas", dijo
Gauland relativizando un discurso que, como uno de los documentos programáticos
del partido tiene como enunciado el "Islam no forma parte de
Alemania".
El candidato recordó, por si en el tramo final de la
campaña a los electores ya se les había olvidado, que AfD defenderá el
control efectivo de las fronteras, la prohibición del uso de velos integrales
en todos los espacios públicos por parte de la mujer musulmana y eso incluye las
calles. No a los minaretes ni a las llamadas al rezo. Los imames sólo podrán
dirigir la oración en alemán y demostrar que están capacitados para ello. La
AfD exige la creación de un registro federal de mezquitas y una investigación
rigurosa para ver cómo se financian y proceder al cierre de las que reciben
fondos del extranjero.
Los sondeos demoscópicos otorgan a la AfD entre el 10,5 y
el 11% del escrutinio, lo que además de asegurarles una entrada holgada en
el Bundestag la primera de un partido de este tipo de ideología desde la
Segunda Guerra Mundial, les sitúa en el tercer lugar, tras la CDU
de Angela Merkel y el SPD de Martín Schulz.