Sin duda, y lamentablemente, muchas de ellas seguirán teniendo la misma vigencia. Sin embargo, esta vez, el escenario político nacional está enrarecido y el mal olor no viene sólo del espectro político. La sociedad en su conjunto está teniendo un comportamiento confuso.

Hay marchas que, en el mejor de los casos, pueden observarse y hasta interpretarse como positivas, en tanto muestran a la gente alejada de la peligrosa apatía en la que, la mayoría de las veces, está sumergida. Las manifestaciones sociales siempre debieran ser bienvenidas. Sin embargo, a juzgar por los hechos la gente se suele movilizar para que todo se mantenga inalterable. Y es que, pasado el momento de la euforia por la participación cívica, el objetivo se diluye en mares de rutina, y ante la no-respuesta de la política, la sociedad continúa dormida. No basta que algo suceda. Es preciso que después, se siga sucediendo y más si el escenario es la Argentina.

Sucedió en el 2004 tras la primera movilización de Juan Carlos Blumberg: la inseguridad que generara una toma de posición activa de la ciudadanía, se encarpetó y pasó mucho tiempo hasta que el pueblo advirtió que su reclamo fue sólo rugido de un día. Más de dos años después, volvimos a las calles para reiterar el pedido de seguridad como si fuera un “servicio” cuando, en realidad, es un derecho social. Un derecho humano no incluido, al parecer, en el listado de éstos que el gobierno realiza.

En el medio, entre una marcha y otra, las víctimas fueron muchas. La pregunta que cabría hacerse es: “¿Qué pasó?” Está claro que son los grandes hechos, los casos más resonantes los que despiertan la conciencia. La generalidad no moviliza. Un robo en cualquier esquina apenas si genera algún gesto de bronca. Cosa de todos los días… Si encima se salió ileso, agradezca y continúe en la plácida costumbre argentina de soportar lo insoportable con naturalidad extrema.

Así resistimos la Argentina. Un país donde tras el reclamo popular en pro de seguridad: se reducen las penas y se abren las rejas… Pero la marcha del pasado 31 de Agosto, a pesar de Luis D’Elía y la contra marcha oficialista, fue un “éxito”. Incomprensible. Un éxito hubiese sido si tras aquella, el Congreso hubiese legislado para evitar, disminuir o contener la delincuencia. O estamos empleando mal los conceptos o hay un conformismo extremo que nos condena a vivir en la confusión.

No es la aglomeración de personas en un determinado espacio y en el mismo momento un “éxito” del pueblo. Ni implica, como se ha visto, esa participación efímera que el gobierno vaya a dar respuesta. La democracia no se reduce a la posibilidad de reclamar lo que falta. Es una simplificación antojadiza que permite a la dirigencia embanderarse y llenarse la boca hablando de su tinte democrático cuando, en rigor de verdad, sólo presta garantía – y hasta cierto punto – de seguridad por un lapso, y en un reducido espacio.

En este trance de no comprender que los resultados son a largo plazo, y por vivir en un cortoplazismo exitista terminamos sin poder dilucidar qué es lo que estamos reclamando.

Peor aun es advertir, repentinamente, la orfandad del pueblo argentino cuando se lo ve marchando a Plaza de Mayo sin que haya nadie del otro lado. Balcarce 50 liberada. Viernes 6 de Octubre a las 18.30 horas: ningún funcionario quedaba en la Casa Rosada. Cuando las cosas no andan, Néstor Kirchner se aleja: fórmula utilizada desde mayo de 2003. No es nueva. 

Sin embargo, lo que causa mayor estupor es leer que el gobierno nacional adhirió a la movilización. En consecuencia, intendentes del conurbano, punteros políticos, ministros, candidatos, aspirantes a serlo, etc., pusieron en marcha el aparato proselitista en pro de una movilización masiva. Todos a la Plaza de Mayo con las “madres”, los “hijos”, las “abuelas”… Todos con “el pueblo”. Y la gran duda, entonces, ¿quién gobierna? Silencio de radio. No hay respuestas. ¿A quién estuvo dirigido el reclamo de aparición con vida de Jorge Julio López? ¿En qué país, medianamente serio, el que se moviliza para reclamar es el gobierno? ¿No hay algo raro?

Parece una burla pero tristemente es la realidad argentina. Ante una desaparición, que dista de ser la primera en la última veintena (basta dar una leída al sitio http://www.missingchildren.org.ar/) pero que puede interpretarse, quizás, como la primera “desaparición política” (al menos así la consideran los funcionarios) no hay Estado al cual hacerle el reclamo. ¿Por qué? ¡Porque el Estado está reclamando…! No resiste el menor análisis, a conciencia.

En la Plaza de Mayo, las figuras políticas que fueran protagonistas del rechazo popular, (expresado también en el mismo lugar apenas 5 años atrás) se pasaron de “bando” y formaron parte del pueblo. La situación tragicómica (si no hubiera una persona desaparecida en el medio) podría equipararse con la escena de una casa robada y en el lugar del hecho, los dueños de casa, los vecinos atónitos y entre ellos el mismísimo ladrón con cara de asombro diciendo: “¡Qué horror!” Únicamente en estado de shock es dable entender que los allí presentes no reaccionen señalando al autor. ¿En qué estado estaba el pueblo argentino, el viernes último, reclamando que aparezca López?

El Gobierno no será el responsable directo de la desaparición pero es quién debe velar por la seguridad de los argentinos. Y es, desde el Ejecutivo, desde donde salió la iniciativa de estos juicios en cuestión… ¿De los testigos nadie se acordó? No, era costo sin rédito político. Pero la ecuación se alteró...

El gobierno está claro que no atiende su rol, pero ¿qué rol estamos jugando nosotros? Si el reclamo no se hace ante el responsable, ¿ante quién se hace? No hay nadie detrás del mostrador… Y la masa no se da cuenta.

Esa es la estrategia oficialista a la hora de atender las demandas perentorias de la sociedad argentina. Es decir, ante la queja, habrá queja y media… Si se queja un miembro de la Iglesia o un opositor, el Presidente se quejará peor. Pero nada de respuestas. ¿Por perfidia o porque se carece de ellas? Quizás, ambas cosas tengan algo que ver en este caos que es la Argentina.

Y es más llamativa la causa por la cual se intenta someter a la ciudadanía a una historia que por diezmada ya resulta ficticia. En este aspecto, la masiva convocatoria a Plaza San Martín del pasado 5 de Octubre tiene un dejo de coherencia que faltó en la movilización a la que hacíamos referencia.

En Plaza San Martín se reclamó a un Gobierno. Este uno de acuerdo o no con el pedido, lo que no puede negarse es que hubo remitente y destinatario claro. Aunque el gobierno, se ocupara de neutralizarlo apelando a la división de “izquierdas” y “derechas”. Calificativos fomentados, incluso, por esta nueva moda de contra-marchas que confirman la escisión a la que se nos lleva. Tras la marcha habrá que ver si el reclamo se mantiene intacto para que no suceda lo que sucediera con la seguridad que sigue brillando por su ausencia. Tal vez sea mayor la responsabilidad social que la política en esta enmienda.

Lo que resulta paradójico es que nadie sabe, a ciencia cierta dónde, está parado el kirchnerismo. Y es que, en realidad está parado donde más le convenga. Lo estuvo en los setenta, lo está ahora. Las caras que rodean al Presidente no son nuevas. Más que buscar artículos que nunca se han escrito en la prensa, el jefe de Estado podría repasar las hemerotecas analizando quiénes estuvieron antes y quienes ahora.

“Nadie fue”… la síntesis exacta de la dirigencia política bien descripta por Juan Bautista Yofre. Historia analizada con mirada completa. 

En el país y a simple vista, en la superficie, no hay grandes novedades. La crisis energética aún nos encuentra con luz, la inflación está contenida, la oposición polarizada y el oficialismo alerta: nada nuevo bajo el sol. Pero, por debajo, hay cosas que no cierran: una sociedad que se considera “hecha” por marchar un día aunque no haya solución ni respuesta a sus problemas, y un gobierno que abandona el barco a la hora de los reclamos. Nadie se hace cargo.

Mientras tanto, el país a la deriva y la temática del día son los hechos que tuvieron lugar hace 30 años… Así, no hace falta siquiera ser analista para dilucidar el futuro de la Argentina.

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)