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30/11/2017 | El Papa y el consejo budista de Myanmar muestran su acuerdo para marginar a los fundamentalistas violentos

Juan Vicente Boo

El líder budista «condena firmemente» cualquier «incitación al odio o a la guerra con pretextos religiosos».

 

El máximo consejo budista de Myanmar ha recibido este miércoles «calurosa y cordialmente» al Papa Francisco al pie de la «Pagoda de la Paz Mundial», uno de los templos más venerados del sudeste asiático.

El sonriente estrechón de manos entre Francisco y el líder budista Bhaddanta Kumarabhivamsa ha sido la «puesta de largo» de la minúscula minoría católica en el país, perteneciente sobre todo a cuatro etnias marginadas.

Los discursos del Papa y del presidente del supremo consejo, formado por 47 monjes budistas, eran armónicos y complementarios.Francisco hablaba de concordia, y Kumarabhivamsa de erradicar extremismos religiosos, con la mirada puesta en la minoría de monjes budistas fanáticos que exhortan a odiar y matar musulmanes de la etnia rohingya.

El Papa se había quitado los zapatos como muestra de respeto antes de entrar en la sala del encuentro, presidida por un Buda con un discreto halo luminoso de luces intermitentes, una moda arraigada en muchos templos, incluida la gran pagoda de Shwedagon, una de las más hermosas del mundo, visitada por el cardenal Pietro Parolin y los altos cargos del séquito papal como gesto de aprecio nada más llegar a Rangún.

Para que no quedasen dudas, un gran cartel sobre la puerta del Centro de la Paz Mundial manifestaba en inglés la «Calurosa y cordial bienvenida a Su Santidad el Papa Francisco».

En la elegantísima sala le estaban esperando no solo el consejo budista en pleno sino también el ministro de Asuntos Religiosos y Cultura, a quien el Santo Padre ha agradecido especialmente su presencia. Eran las máximas autoridades espirituales y políticas del budismo en el país más ferviente en la práctica de esta religión, con medio millón de monjes y 75.000 monjas que disfrutan de gran aprecio social.

El presidente del consejo budista ha manifestado al Papa que «aun profesando religiones distintas, todos recorremos el mismo camino que lleva al bienestar de la humanidad», y ha denunciado que «en el mundo actual es deplorable ver ‘terrorismo y extremismo’ perpetrado en nombre de credos religiosos».

Con toda firmeza, Bhaddanta Kumarabhivamsa ha reiterado que «el terrorismo y el extremismo nacen de malas interpretaciones de las enseñanzas de las respectivas religiones». Y por eso, los líderes religiosos «debemos denunciar cualquier incitación al odio, conflictos o guerras con pretextos religiosos, y condenamos con firmeza a quienes dan apoyo a tales actividades».

El Papa, a su vez, ha considerado el encuentro como «una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso por la paz, el respeto de la dignidad humana y la justicia para todos los hombres y mujeres».

Según Francisco, «no sólo en Myanmar, sino también en todo el mundo, las personas necesitan que los líderes religiosos den este testimonio común» pues «cuando nosotros hablamos con una sola voz, ayudamos a los budistas, a los católicos y a todos a luchar por alcanzar una mayor armonía en sus comunidades».

Después de denunciar los conflictos y desigualdades, «particularmente graves» en nuestros días, el Papa ha recordado que «existe un camino que nos permite avanzar, que lleva a la curación, a la mutua comprensión y al respeto. Un camino basado en la compasión y en el amor».

Para delicia de sus anfitriones, el Papa ha elogiado que «a través de las enseñanzas de Buda, y el testimonio elocuente de muchos monjes y monjas, la gente de esta tierra ha sido formada en los valores de la paciencia, de la tolerancia y del respeto por la vida, así como en una espiritualidad atenta y profundamente respetuosa de nuestro medio ambiente».

Según Francisco, «el gran desafío de nuestros días es ayudar a las personas a que se abran a la trascendencia», junto con «superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio».

En esa línea considera que «las palabras de Buda nos ofrecen a todos una guía: ‘Conquista al hombre airado mediante el amor; conquista al hombre de mala voluntad mediante la bondad; conquista al avaro mediante la generosidad; conquista al mentiroso mediante la verdad (Dhammapada, XVII, 223)».

Al mismo tiempo, ha hecho notar que esos sentimientos son «parecidos a los que expresa la oración atribuida a san Francisco de Asís: ‘Señor, hazme instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón […]. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría’».

Esa convergencia de esfuerzos es importante «para curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas», una responsabilidad que, según el Papa corresponde a los líderes religiosos y civiles, pero también «a la sociedad en su conjunto» pues «todos aquellos que viven en la comunidad, son los que deben compartir la tarea de superar el conflicto y la injusticia».

En privado

El Papa había hecho ya su parte recibiendo en privado el martes al líder budista Sitagu Sayadaw, promotor de la persecución de musulmanes y tamiles. Ese contacto personal con un individuo reprobable fue, según el portavoz del Vaticano, «un esfuerzo por favorecer la paz y la convivencia fraterna como única vía de salida».

En su encuentro con el consejo budista, Francisco ha felicitado a la Conferencia de Paz de Panglong «por el trabajo que está desarrollando» y reza «para que los que guían este esfuerzo puedan seguir promoviendo una mayor participación de todos los que viven en Myanmar. Esto ayudará al compromiso de avanzar en la paz, la seguridad y una prosperidad que incluya a todos».

La repetición de la palabra «todos» invitaba a no olvidar ninguna de las 135 minorías étnicas pues, aunque no se pueda comparar con la matanza y expulsión de los rohingya, otras etnias como la kachín, mayoritariamente cristiana, llevan medio siglo sufriendo abusos graves y desplazamientos forzados por parte de los militares, que siguen manteniendo el control del país.

El Papa se ha despedido deseando «que los budistas y los católicos trabajemos hombro con hombro por el bien de cada uno de los habitantes de esta tierra», e invocando sobre todos los presentes «la bendición divina de la alegría y la paz».

Francisco se lleva como recuerdo un cuadro dorado de la gran pagoda de Shwedagon. A su vez, ha entregado como regalo al presidente de los monjes budistas una elegante paloma de la paz en estilo futurista, elaborada en liga de magnesio, un material de uso aeronáutico que sugiere una paz de altos vuelos.

ABC (España)

 



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