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20/12/2017 | Lecciones chilenas

Pascal Beltrán del Río

Si nos ponemos esquemáticos, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile, el candidato de la derecha (Sebastián Piñera) derrotó el domingo al candidato de la izquierda (Alejandro Guillier).

 

Sin embargo, hoy en día las votaciones se resuelven cada vez menos por orientaciones ideológicas y cada vez más por la generación de expectativas.

Eso fue lo que pasó en Chile. El expresidente Piñera, quien llegará al Palacio de la Moneda por segunda vez, fue quien tuvo la mayor capacidad de conectar con el electorado descontento y ofrecerle una visión de futuro.

Y no lo digo yo sino Jorge Sharp, el alcalde de Valparaíso –tercera ciudad del país– y exlíder estudiantil, quien se encuentra entre los principales dirigentes del recién formado Frente Amplio, una confluencia de organizaciones de izquierda y ciudadanas que el mes se quedó al borde de meterse en la segunda vuelta de los comicios.

“El fenómeno que se produjo ayer (domingo) es mucho más profundo” que un vuelco ideológico de la izquierda a la derecha, dijo Sharp, en declaraciones a El Diario de Cooperativa.

“El malestar que está anidado en los sectores medios, que van desde sectores medios bajos hasta los de una posición mucho más acomodada, se vio representado en cuanto a su eventual realización por lo que proponía Sebastián Piñera”, agregó el alcalde.

“A mi juicio, el votante de Piñera no es un votante ideológicamente de derecha, sino que hoy día se vio identificado, en la perspectiva de la solución de sus problemas y de los de la sociedad, con el proyecto que propone la derecha. Entonces es una falta de respeto, como yo lo escuché ayer en la televisión, hablar de los ‘fachos pobres’; como (diciendo) que la gente, en una cuestión de arribismo, votó por un candidato (de ese sector)”.

Para Sharp, Piñera logró captar el apoyo del electorado –que le dio casi 55% de los votos– mediante una actualización del modelo liberal y porque fue “mucho más eficaz en hablarle a los sectores medios que Alejandro Guillier y que el propio Frente Amplio”.

Agregó: “Cuando nosotros hablamos de los actores sociales en Chile hacemos referencia principalmente a quienes actúan desde la movilización social, pero existen en el país amplios sectores medios que no se movilizan, que viven día a día las contradicciones de este modelo económico injusto, pero que no votaron por aquellos que alzan las banderas de la justicia, la igualdad y los derechos”.

A su vez, Gonzalo Navarrete, presidente del Partido Por la Democracia –organización perteneciente a la oficialista Nueva Mayoría, que postuló a Guillier–, admitió que Piñera había robado las banderas de la centroizquierda gobernante.

“Nosotros no colocamos suficientemente fuerte banderas de lucha que son parte de nuestro ideario, como crecimiento y empleo”, abundó el exalcalde del suburbio santiaguino de Lo Prado y presidente del partido fundado por el expresidente Ricardo Lagos.

Las declaraciones de ambos políticos, de sendas formaciones de izquierda, retratan el riesgo político que se corre cuando el discurso reivindicador de los menos favorecidos habla a los mismos de siempre, se vuelve meramente revanchista y renuncia a la construcción de un futuro en el que los individuos puedan imaginarse emancipados como resultado de la combinación de su talento y esfuerzo personal.

El resultado electoral en Chile habla de lo equivocados que están los políticos latinoamericanos que quieren someter a sus eventuales gobernados a la dependencia de los subsidios y las ayudas. Lo que la gente quiere, parecen decir los votantes de ese país del Cono Sur, es una libertad económica de la que todos puedan gozar sin que los políticos  repartan ventajosamente los beneficios de ese modelo entre ellos y sus amigos.

Pero el proceso electoral chileno tiene además otras enseñanzas: el que, apenas cerradas las urnas, el candidato derrotado puede felicitar al ganador reconociéndole su “macizo triunfo”, como hizo Guillier y que, la mañana siguiente de los comicios, el presidente en funciones –en este caso Michelle Bachelet– acuda a desayunar a la casa del presidente electo, cosa que ya se ha convertido en tradición.

Qué envidia por los chilenos, que puedan gozar de una democracia de tal calidad, lo cual no significa la ausencia de problemas y controversias, sino la capacidad de procesarlos sin odio ni conflicto.

Excelsior (Mexico)

 



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