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28/12/2017 | Opinión - Derrota al populismo con sus mismas armas

Iñaki Gil

"Nacionalismo, identitarismo, proteccionismo, soberanismo de repliegue. Estas ideas que tantas veces encendieron los braseros en los que Europa pudo perecer están de vuelta con ropajes nuevos. Se dicen legítimas porque explotan con cinismo el miedo de los pueblos. Durante demasiado tiempo hemos ignorado su poderío. Durante demasiado tiempo creímos que el pasado no volvería, que habíamos aprendido la lección...".

 

Así habló Emmanuel Macron en septiembre, al presentar su Iniciativa por Europa. La cita que identifica los enemigos a batir está justo tras los saludos y una referencia al lugar donde fue pronunciado, la universidad de La Sorbona. Identificando hábilmente la idea de su fundador hace ocho siglos, Robert de Sorbon, con el ideal de una Europa concebida como espacio de libertad y fraternidad. Buscando el paralelismo de dos buenas ideas que en su inicio parecían irrealizables.

Y, claro, asumiendo el papel de heraldo de ese relanzamiento europeo del que ya hablaba cuando era un joven ministro socialista y ojito derecho del presidente François Hollande. Ahora, con mayor dimensión política y de combate de ideas: Europa frente al populismo, nuevo traje para los viejos demonios del nacionalismo y la xenofobia.

Macron, líder antes que presidente, parece llamado a marcar época. Su ascenso ha sido fulgurante. Unos meses en el poder es poco tiempo para saber si será uno de los elegidos de la Historia. O si la usura del tiempo y el desgaste de la acción política lo rebajarán a uno más en la dinastía de la V República. Una institución cortada a medida de un hombre excepcional, De Gaulle, cuyas hechuras han jibarizado a varios de sus sucesores.

El presidente parece querer dar la razón a Margaret MacMillan en su ensayo Las personas de la historia (sobre la persuasión y el arte del liderazgo), publicado por Turner Noema. "La ambición por sí sola no basta nunca para crear líderes que triunfen: necesitan persistencia y aguante. [...] El sentido de la oportunidad y la buena suerte son quizá lo que más marca la diferencia entre quedarse en la oscuridad de las bambalinas y triunfar en el centro del escenario".

Entre "las bambalinas" estaba la tarde de un viernes de julio de 2015 cuando, de visita en Madrid, se reunió sin prisas con varios periodistas españoles en la residencia del embajador de Francia. El eurocomisario, el presupuesto de la zona euro, la necesidad, en suma, de acompañar esa gran realidad económica que es el euro con un proyecto político estaban en su exposición... que casi ningún diario de Madrid recogió.

"El sentido de la oportunidad" le llevó a dejar el gobierno y anunciar su candidatura a la presidencia de la República. Una maniobra audaz de un joven con "ambición". Mucha. Hollande dejó de soñar con su reelección y el primer ministro quedó fuera de juego. Era Manuel Valls, hijo de la misma familia socialista social liberal. Ese Valls, ya fuera de la política francesa y del partido socialista, que ha apoyado a Inés Arrimadas en la campaña catalana.

Macron, líder antes que presidente, parece llamado a marcar época. No se sabe si el desgaste lo rebajará a uno más en la dinastía de la V República

Faltaba mucho para elegir al presidente de la República y Macron destacaba... tras el pelotón de los favoritos. Entonces "la buena suerte" llamó a su puerta. La derecha, a la que todas las encuestas daban favorita para disputar (y ganar) la segunda vuelta a la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, se suicidó en unas primarias.

Primero cayó Nicolas Sarkozy, víctima de viejos affaires. A Alain Juppé, veterano liberal con una agenda reformista parecida a la de Macron, le fabricaron una reputación de projudío. Así que la derecha escogió a François Fillon, (casualmente) tan pro ruso como Madame Le Pen. Con todos los focos sobre él, empezaron a salir escándalos que enfrentaron a Fillon con la prensa, con su partido, con sus aliados del centro. Mientras, Macron sobrevivía a un rumor procedente del Este que le presentaba como novio de un ejecutivo de la televisión. Macron, el chico que se enamoró de su maestra con la que años después formó una pareja atípica. El "aguante".

A la derecha de Macron había un conservador de toda la vida jugando a populista y una populista avant la lettre con un discurso antiélite, antieuropa, antiinmigrante y anticapitalismo, Le Pen. En la otra orilla, un socialista de izquierdas, Benoît Hamon, y Jean-Luc Mélenchon, un antiguo socialista dispuesto a combatir a Le Pen desde un populismo de izquierdas con una retórica antiélite, antieuro y anticapitalista.

"La candidatura de Macron confirmó una parte del diagnóstico populista de la crisis de las democracias de Occidente, pero no la solución que el populismo planteaba. Las elecciones presidenciales proyectaron dos visiones política antagónicas, consiguieron salir del consenso liberal y la razón tecnocrática, y plantear una confrontación en términos de disputa política entre contrarios", escriben Fernando Vallespín y Máriam M. Bascuñán en Populismos (Alianza).

La elección del presidente por sufragio directo acentúa el combate unipersonal y la mitificación. Fue definida como el encuentro de un hombre y de un pueblo

Esa centrifugación de los partidos hegemónicos (gaullistas de Fillon y socialistas de Hamon) hacia sus extremos y ese combate frontal entre populistas de derechas de Le Pen y populistas de izquierdas de Mélenchon, dejó el centro político para el hombre sin partido. Bueno con uno, En Marcha, cuyas siglas coinciden con sus iniciales.

Y llegó la gran final, la segunda vuelta. Macron versus Le Pen. "Macron supo jugar las cartas de la política de identidad desde el reverso de la moneda populista: aseveración de un verdadero modelo antagónico al de Le Pen que salía de la demarcación populista para afirmar europeísmo frente a nacionalismo, globalización frente a populismo y universalismo ilustrado frente a repliegue comunitarista", aseguran Vallespín y Bascuñán en Populismos.

Esto es, Macron, enemigo y vencedor de los populismos. Aunque su propia candidatura (un hombre solo, al margen de los partidos) sea un signo más de la crisis del sistema de partidos. Si en la economía, en el periodismo y en tantos órdenes de la vida estamos ante la era de la desintermediación, por qué no en la política. Otrosí del uso de los medios de comunicación instantáneos.

O de aquel encuentro con los obreros víctimas de la deslocalización. Una jugada de la que salió ganador un Macron, tachado de pijo, que hizo dinero y carrera en la banca Rothschild antes de llegar a la política. Macron supo enfrentarse con el populismo de Le Pen con las armas idóneas, al contrario que Hillary Clinton, que acentuó su estilo tecnocrático y no supo desprenderse del cliché de candidata del establishment en su lucha contra el populismo de Donald Trump.

La elección del presidente de la República por sufragio directo desde 1962 acentúa el combate unipersonal y la mitificación del líder. Fue definida como "el encuentro de un hombre y de un pueblo", según la mítica frase atribuida a De Gaulle. De ahí, la dramaturgia del hombre solo que camina, la noche de la victoria, para recibir el aplauso

"Triunfal, en el centro del escenario", como terminaba la cita de MacMillan. Suena el himno de la Alegría, oficioso himno europeo, en el patio del Louvre. Lugar de cultura, antaño palacio de los reyes de Francia, que acoge el arco de triunfo en honor a Napoleón y la simbólica pirámide de Mitterrand. De alguien así, España sólo podía esperar "un mensaje de unidad" en la cumbre europea del pasado octubre, en el peor momento de la crisis catalana: "Unidad en torno a los estados. Unidad en torno a España".

**Fuente:

http://lab.elmundo.es/emmanuel-macron/nacionalismo.html

@Inaki_Gil

El Mundo (España)

 



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