El texto fue preparado en 1983 en plena Guerra Frķa.
El empuje de Rusia en el este europeo, un ataque nuclear en la península de Corea o una mala decisión del presidente Trump. Los agoreros viven tiempos excitantes y es frecuente leer que la Tercera Guerra Mundial es solo cuestión de tiempo. La búsqueda en Google arroja 200 millones de referencias e, incluso, hay quien dice que ya estamos inmersos en ella. Llegado el caso, en el país en el que poco se deja al azar, la reina Isabel II de Inglaterra ya tiene preparado el discurso para sus súbditos, un texto redactado en 1983 en plena Guerra Fría. "La locura de la guerra se esparce de nuevo por el mundo y nuestro valiente país debe prepararse de nuevo para sobrevivir ante enormes adversidades", dice una de las líneas.
El relato fue creado ante el miedo a un ataque nuclear de la Unión Soviética y formaba parte de los habituales "juegos de guerra", proyecciones y ensayos pensados hasta el último detalle para reaccionar a la tercera conflagración mundial. En él, la reina Isabel II apela a la familia como el núcleo básico de la defensa nacional, condena el uso espurio de la tecnología y recuerda que su hijo, el príncipe Andrew, se encuentra destacado en una unidad de la Marina británica.
Este es el discurso completo:
"Cuando os hablé hace menos de tres meses todos estábamos disfrutando del calor y la compañía de una Navidad en familia. Nuestros pensamientos estaban concentrados en los fuertes vínculos que unen a cada generación con las que vinieron antes y las que la seguirán. Los horrores de la guerra no podrían haber parecido más remotos mientras mi familia y yo compartíamos la alegría de la Navidad junto a la creciente familia de la Commonwealth.
La locura de la guerra se esparce de nuevo por el mundo y nuestro valiente país debe prepararse de nuevo para sobrevivir ante enormes adversidades.
Nunca he olvidado la pena y el orgullo que sentí cuando mi hermana y yo nos arremolinamos alrededor de la radio de la guardería para escuchar las inspiradoras palabras de nuestro padre en aquel funesto día de 1939. Ni por un momento pude imaginar que este solemne y terrible deber recaería un día sobre mí.
Todos sabemos que los peligros que enfrentamos hoy son inmensamente mayores que los de cualquier otro momento de nuestra larga historia. El enemigo no es un soldado con su rifle, ni siquiera un piloto merodeando en los cielos sobre nuestras ciudades y pueblos, sino el poder mortífero de tecnología espuria.
Pero cualesquiera sean los terrores que nos esperan, todas las virtudes que nos han ayudado a mantener intacta nuestra libertad dos veces en este triste siglo serán de nuevo nuestra fortaleza. Mi marido y yo compartimos con las familias de todo el territorio el miedo que sentimos de perder a nuestros hijos e hijas, maridos y hermanos que nos han dejado para servir a nuestro país. Mi querido hijo Andrew se encuentra en este momento destacado con su unidad y rezamos continuamente por su seguridad y por la seguridad de todos los hombres y mujeres que sirven en casa y allende los mares.
Es este vínculo cercano de la vida familiar el que debe ser nuestra más grande defensa contra lo desconocido. Si las familias permanecen unidas y firmes, dando cobijo a los que viven solos y desprotegidos, la determinación de nuestro país para sobrevivir no podrá ser vencida.
Mi mensaje para vosotros es, por tanto, simple. Ayudad a los que no se pueden ayudar a sí mismos, dad consuelo a los solitarios y a los que no tiene techo y dejad que vuestra familia sea el centro de la esperanza y la vida para aquellos que lo necesiten.
Mientras luchamos juntos para combatir contra este nuevo mal, recemos por nuestro país y por los hombres de buena voluntad donde quiera que estén.
Que Dios os bendiga a todos".