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07/04/2018 | Brasil - Lula da Silva: La caída de un gigante

Luis Tejero

«Nunca antes en la historia de este país...». Maestro de la hipérbole y poco amigo de la modestia, Lula da Silva tiene predilección por insertar esa frase en cada uno de sus discursos.

 

El ex presidente, armado de una poderosa munición oratoria que mezcla campechanía, improvisación y grandes dosis de carisma, solía decir -y lo reitera hasta hoy- que «nunca antes» Brasil había tenido un gobernante tan popular, que «nunca antes» su economía había crecido al ritmo de China o que «nunca antes» tantos millones de personas habían saltado de la pobreza a la clase media en tan poco tiempo.

La famosa expresión, tan repetida que incluso dio título a un libro, es un ejemplo de la tendencia de Lula a dejarse arrastrar por la exageración verbal. Pero también es cierto que detrás de sus palabras hay algunos datos irrebatibles, como que en 2010, el último de sus ocho años en el poder, el PIB de Brasil alcanzó una expansión récord del 7,5% y su mandatario se convirtió en el mejor valorado de la historia, con más de un 80% de aprobación.

No es casualidad que Barack Obama, mientras le estrechaba la mano en una cumbre del G-20 en Londres, se refiriera a él como «el político más popular de la Tierra»Eran otros tiempos para un líder que se había acostumbrado a cosechar victorias en las urnas: dos de ellas a título personal (2002 y 2006) y otras dos a través de su heredera, Dilma Rousseff (2010 y 2014).

"Perseguido por las élites"

Casi una década después de bajar la rampa del Palacio de Planalto, Lula acumula derrota tras derrota, esta vez en los tribunales. El motivo: «nunca antes» se había robado tanto. No sólo desde el bando de Lula, el Partido de los Trabajadores (PT), sino desde la inmensa mayoría de las formaciones que han venido repartiéndose el poder federal, regional y municipal en un país de proporciones descomunales, 16 veces mayor que España.

«Nunca antes» habían pasado por las cárceles brasileñas tantos ministros, parlamentarios y ex magnates empresariales, y «nunca antes» un presidente de la República había estado tan cerca de ingresar en prisión. Desde que la policía irrumpió en su casa en marzo de 2016 y los jueces comenzaron a acorralarlo con sospechas, denuncias y condenas, Lula se presenta como «un perseguido por las élites» y se compara sin rubor con Jesucristo y Mandela. «No hay en este país un alma viva más honesta que yo», ha proclamado en alguna ocasión.

Desde el punto de vista de la comunicación política y más allá de la discusión estrictamente jurídica, Lula se aferra al relato de David contra Goliat. A sus 72 años, el antiguo sindicalista es un superviviente que pasó hambre en su infancia, perdió un meñique en una fábrica, fue encarcelado por la dictadura militar, resistió a tres derrotas electorales antes de conquistar la Presidencia, superó un cáncer poco después de dejar el cargo, perdió a su esposa en 2017 y hoy libra, ante su próxima entrada en prisión, la enésima batalla.

Dos batallas, en realidad. Una para mantener la libertad y otra, en paralelo, para conseguir ser candidato -y ganar- en octubre.

Combate electoral

Los sondeos más recientes indican que, si las elecciones fueran hoy, en torno al 25-30% de los brasileños volvería a confiar en su ex presidente y alrededor del 40-45% no lo votaría de ninguna manera. Dejando de lado a los indecisos, que seguramente tienen demasiados problemas como para ponerse a pensar en la lejana campaña, las cifras muestran que los seguidores del lulismo ya no son tan numerosos como antaño, pero continúan formando una abultada legión. ¿Se quedarán huérfanos en las urnas?

«Nunca antes» Brasil se había enfrentado a un combate electoral rodeado de semejante incertidumbre. El favorito en las encuestas acabará de manera inminente en la cárcel, el segundo colocado es un militar ultraderechista que defiende el régimen dictatorial y no hay, por el momento, un tercero en discordia capaz de seducir a unos votantes hartos de corrupción, tiroteos y servicios deficientes.

Lo único seguro es que, si se confirma el peor escenario para Lula, será la caída de un gigante. Un final trágico para la carrera de un auténtico animal político y también un desenlace dramático para otro gigante, el mayor país de América Latina. Se cerraría así un capítulo repleto de luces y sombras en el que, en apenas unos años, su líder más reconocido ha sido capaz de ascender al cielo y precipitarse al infierno; de codearse con Obama, el hombre más poderoso del planeta, a acabar castigado por asaltar -o dejar asaltar- los cofres públicos. Ya lo decía Tom Jobim: Brasil no es para principiantes.

El Mundo (España)

 



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