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08/04/2018 | Francia - El PS francés celebra su 78 congreso en plena crisis existencial

Eusebio Val

Tras los descalabros del 2017 y las deserciones, el partido socialista no tiene ánimo ni para la nostalgia

 

Los socialistas franceses no tienen ánimo ni para la nostalgia. Apenas nadie se interesaba ayer por los libros de la Fundación Jaurès –equivalente a la Pablo Iglesias del PSOE– que se vendían hasta a un tercio de su precio en el tenderete de la entrada al 78 congreso del Partido Socialista (PS), en Aubervilliers, localidad del cinturón rojo parisino. Irónicamente, quienes llegaron en metro –línea 12– salieron por una estación de nombre evocador para las almas de izquierda: Frente Popular. El PS, el partido de Mitterrand, es hoy una comunidad de náufragos que se agarran al último salvavidas. El 2017 fue un año catastrófico. Su candidato presidencial obtuvo un mísero 6,36% en las presidenciales. En las legislativas vieron diezmada su representación parlamentaria (de 300 a 30 diputados).

En estas circunstancias asume el liderazgo el diputado Olivier Faure, de 49 años, un personaje desconocido para el gran público. Faure, que dirige el grupo parlamentario, se impuso en las recientes primarias. El objetivo es renacer, encontrar un espacio político entre la tenaza que imponen, por la izquierda, el movimiento Francia Insumisa, y, por el centro, el partido de Emmanuel Macron, La República en Marcha. Los socialistas franceses, como la socialdemocracia europea en general, afrontan un cambio del paradigma. La eclosión de los populismos ha alterado la dicotomía tradicional entre derecha e izquierda. Hoy la división es más ambigua. Los populistas manejan conceptos como “pueblo” frente a “élites”, “soberanistas” frente a “mundialistas”.

El congreso de Aubersvilliers pone de manifiesto el doloroso desgarro interno, las deserciones y los olvidos

Los experimentos de la “tercera vía” de Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schröder en Alemania descolocaron a militantes y votantes. El congreso de Aubersvilliers, que concluirá hoy con el discurso programático de Faure, pone de manifiesto el doloroso desgarro interno, las deserciones y los olvidos. Los socialistas franceses no sólo necesitan una estrategia política sino un psicoanálisis colectivo. El derrumbe fue de tal magnitud que el partido, al perder buena parte de las subvenciones, hubo de vender su sede histórica, en el centro de París, y despedir a muchos empleados. Al congreso no ha acudido ni el expresidente François Hollande –que es ignorado– ni la alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo. La ausencia de esta última, que afronta una difícil reelección en el 2020, hace dudar sobre su lealtad al PS. El principal invitado extranjero, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, anuló su viaje casi a última hora con la excusa de la crisis política en la comunidad de Madrid. Conspicuos desertores del PS como el exprimer ministro Manuel Valls no se cansan de repetir que su viejo partido “está muerto”.

“No ha muerto el PS; ha muerto el vallismo”, replicó a La Vanguardia el diputado Luc Carvounas, quien se definió como “lugarteniente” del político de origen catalán durante ocho años. En las palabras de Carvounas se percibe todavía la amargura de la relación rota. –¿Y cómo definiría el vallismo ? –Yo creía que era una socialdemocracia de izquierda. No pensaba que fuera un socialiberalismo de derechas. Manuel Valls, hoy, ha disuelto su identidad, en cuerpo y alma, en el macronismo. Desde la tribuna, el coordinador nacional del partido, Rachid Temal, repitió el mantra del congreso: criticar la política de Macron, por derechista. “Intenta reformar Francia contra los franceses”, enfatizó.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, deserta del cónclave socialista y Pedro Sánchez anula su presencia

En Aubervilliers, los viejos militantes aún están perplejos por lo sucedido el año pasado. Según Frédéric Cépède, un historiador de 61 años, el movimiento de Macron “es inexplicable”. Un socialista más joven, Adrien Drioli, funcionario del Ministerio de Trabajo, de 35 años, pidió “claridad sobre las alianzas” y descartar ir de la mano de Macron en algunas ciudades en las municipales. “Si denunciamos la política de Macron, aliarnos sería incoherente”, advirtió Drioli. Para él, Macron ha cometido el mismo error que Jacques Chirac, votado en masa en el 2002 para frenar a la ultraderecha, pero luego “no hizo una política republicana, equilibrada, sino que dividió y fracturó el país”.

La Vanguardia (España)

 



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