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09/04/2018 | Hungria - El guardián de las esencias

María Paz Lopez

El primer ministro y líder del conservador nacionalista Fidesz, centrado ahora en el discurso antiinmigración

 

La biografía política del primer ministro, Viktor Orbán, es la de una mutación ideológica. En 1988 fue uno de los miembros fundadores del partido Fidesz (ahora llamado Unión Cívica Húngara, entonces Federación de Jóvenes Demócratas), un movimiento liberal, radical y anticomunista, que encarnaba la esperanza de Hungría de sacudirse el yugo soviético. Según su currículum vitae colgado en la página web del Gobierno, “el 16 de junio de 1989, en la ceremonia del entierro definitivo del antiguo primer ministro Imre Nagy, que fue ejecutado tras liderar la revolución y levantamiento húngaros en octubre de 1956, Viktor Orbán reclamó en un discurso la retirada inmediata de todas las tropas soviéticas de Hungría y la celebración de elecciones libres”.

Orbán era entonces un joven abogado, nacido el 31 de mayo de 1963 en un pueblecito húngaro llamado Alcsútdoboz, que se había licenciado en Derecho por la Universidad de Budapest, y que había estudiado Filosofía Política Liberal Británica durante un año en la Universidad de Oxford. Recibió una beca de estudios de la fundación de George Soros, el multimillonario estadounidense que ahora detesta.

Al poco de esa intervención de homenaje a Imre Nagy, Orbán fue elegido diputado en las primeras elecciones democráticas de 1990, tras caer el régimen comunista. En 1993 se convirtió en líder de Fidesz. Y en 1998, apenas diez años después de aquel vibrante discurso antisoviético, Viktor Orbán ganó las elecciones al frente de una coalición de centroderecha. A sus 35 años, se convirtió en el primer ministro más joven de Europa. Su Gobierno metió a Hungría en la OTAN –objetivo ampliamente compartido por la población, que recordaba bien la entrada de los tanques soviéticos en Budapest en 1956–, cuadró la inflación y mantuvo el crecimiento económico.

Pero los escándalos por corrupción le llevaron a la derrota electoral en el 2002, y a pasar ocho años en la oposición, durante los cuales Hungría ingresó en la Unión Europea. Para entonces, Fidesz ya era un asentado partido de derecha populista, muy nacionalista. Y cuando en el 2010 Orbán regresó al poder, tras el triunfo de esta formación y sus aliados democristianos del KDNP –un partido mínimo, que poco haría sin Fidesz–, prosiguió su labor de construcción de un Estado fuerte, forjado a su medida.

El primer ministro, que tiene ahora 54 años, reformó la Constitución, la ley electoral y diversos ámbitos de la vida pública, lo que ha otorgado gran predicamento y control social. Para Orbán, el gran argumento ahora son los migrantes procedentes de Oriente Medio, que se reducen a dos categorías: o son unos aprovechados, o son terroristas en potencia.

Orbán tiende a la izquierda en lo económico y a la derecha en lo cultural, pero su verdadero credo es el nacionalismo. El antiguo militante antisoviético, con fama de buen orador, no oculta su admiración por la Rusia de Vladímir Putin. En el 2010, el escritor húngaro György Konrad le describía así: “Orbán es un Putin menos violento, y un Berlusconi menos capitalista. Es un estadista que quiere dirigir él solo la política, la economía, los medios de comunicación, todo”.

Casado y padre de cinco hijos, Viktor Orbán es muy aficionado al fútbol, deporte que practica. Su biografía oficial señala que juega en el FC Felcsút. Incluso les construyó un estadio allí con dinero público y cierto escándalo.

La Vanguardia (España)

 



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