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01/05/2018 | «La izquierda estalinista nos dice a los sirios qué tipo de batallas hay y cómo librarlas»

F.J. Calero

Testigo y víctima de la brutalidad del régimen de Bashar al Assad, el escritor y disidente Yassin Al-Haj Saleh, uno de los intelectuales sirios más influyentes, estuvo encarcelado 16 años por su militancia en el Partido Comunista

 

La historia reciente de Siria ha pasado en los últimos días un capítulo negro más que sumar a sus siete años de guerra: el presunto ataque químico de Bashar al Assad contra su pueblo en Duma con la posterior represalia occidental liderada por los Estados Unidos de Donald Trump. Con los misiles occidentales doblaron de nuevo las campanas del «No a la guerra» de la izquierda española pese a los ya cientos de miles de muertos y un país sumido en la masacre y la miseria. Enfrentado a los que defienden a Assad pese a sus matanzas, el escritor y disidente Yassin Al-Haj Saleh (Raqqa, 1961), testigo y víctima de la brutalidad del régimen de Bashar al Assad y uno de los intelectuales sirios más influyentes, estuvo encarcelado desde 1980 hasta 1996 por su militancia en el Partido Comunista Sirio. Es autor de «Siria, la revolución imposible» (Ed. Oriente y del Mediterráneo), libro traducido al español por la Doctora en Estudios Árabes e Islámicos Naomí Ramírez.

Al-Haj Saleh atiende a ABC frente al Palacio Real de Madrid en una agradable tarde de abril que desea culminar con una visita al «Guernica» de Pablo Picasso. «Estaba tan metido en la llamada telefónica que casi me meto en el Palacio sin darme cuenta», bromea antes de empezar su última entrevista del día. Al-Haj Saleh está casado con Samira Khalil, una disidente comunista, ex presa política y activista revolucionaria secuestrada en Duma en 2013 por un grupo salafista. Su desgracia familiar no termina ahí: dos de sus hermanos fueron capturados por Daesh, de los cuales uno continúa desaparecido. Después de 21 meses escondido en Damasco y en toda Siria por ser buscado tanto por el Gobierno como por islamistas radicales, Al-Haj Saleh se exilió hace cinco años a Estambul desde donde ha ejercido de investigador y columnista en varios medios del mundo árabe.

En estos siete años de la guerra siria varios autores occidentales han publicado libros sobre Assad, los sirios, Daesh… Pero en las librerías españolas apenas hay autores sirios, tampoco en los reportajes aparecen citados. ¿Los sirios solo merecen ser notas al pie de página?

En todo Occidente, derecha e izquierda, hay una sensación de que los sirios no tienen una agencia política y se nos niega como gente que puede luchar por la justicia y la libertad. Hablo de todos los árabes en general. Se nos niega la agencia epistemológica: la capacidad de análisis, de escribir libros y de desarrollar teorías. Solo nos quieren para citas o para notas al pie de página. También se nos niega la agencia ética: la capacidad de discernir lo bueno de lo malo. Alguien de Occidente viene a Libia, Siria o al mundo árabe en general a decirnos que el mayor mal es Daesh y el menor es Assad. Tenemos que ajustarnos a lo que se nos está contando. La base de la negación es que no somos iguales, es decir, «el derecho a tener derechos» como diría Hannah Arendt. Se nos niega esa igualdad. Y eso tiene que ver con la historia colonial, capitalista y la centralidad occidental.

¿No considerar a los sirios como iguales en el análisis responde a un neo orientalismo instalado en las élites gobernantes y mediáticas?

Está diciendo más o menos lo que yo digo. El neo orientalismo está relacionado con las tres cosas que he dicho antes. Hay dos formas de acercarse a Siria y a Oriente Medio en general: orientalismo, con la separación de chiíes, suníes y kurdos, y que nos estamos matando entre nosotros; y el geopolítico, sobre capitales, Gobierno… Ambos discursos nos quitan la parte humana. Somos personas que vivimos en una sociedad con clases sociales, económicas…

En la presentación del libro en la Casa Árabe de Madrid, usted dijo que Assad ganará la guerra, pero no la batalla política.

El régimen no puede ganar la batalla política como tal, lo que puede hacer es aplastarnos como está haciendo. Nadie puede ganarla realmente. Está la batalla por el relato. Estamos en una posición mucho mejor que el régimen para ganarla, pero se puede criticar que no hemos hecho lo suficiente: pocos de nosotros hablábamos otras lenguas y quienes se han dirigido a esas personas que han desarrollado ese discurso orientalista han sido muy pocos. No hemos hecho todo lo posible en ese sentido.

¿Los intelectuales como usted no han hecho lo suficiente? ¿Deben hacer autocrítica? ¿Cuánta importancia le otorga a la falta brutal de libertades?

Sí, claro. La primera vez que salí de Siria fue en 2013 y de forma ilegal, porque no tenía pasaporte. El derecho a tener un pasaporte no estaba garantizado para los sirios, sino que es cuestión de disciplina: si te ajustas al molde y haces lo que te dicen, lo tendrás, si no, no podrás salir en foros internacionales ni escribir en periódicos internacionales. Todo está relacionado. En los ochenta hubo una masacre de 30.000 personas en Hama y ningún escritor sirio sacó un artículo de aquello porque tenían miedo. Yo estaba en la cárcel, pero comprendo que estas personas tuvieran tanto miedo. Sentimos que es imperdonable no haber escrito de eso, pero es cierta esa falta de libertad. Además, el régimen sirio no es como el de Franco o el de Mubarak, es realmente un régimen genocida que se agarra al poder pese a todo lo que sigue matando. El caso de Egipto solo afectaba a los egipcios, el de Franco a los españoles, pero lo nuestro afecta a todos. Nosotros solos no podemos solucionarlo.

Hace unos meses entrevisté a Mustafa Khalifa por su libro «El Caparazón», donde relata su vida más de una década de torturas de los guardias y el aislamiento de los otros presos en la cárcel de Tadmur (Palmira), donde usted también estuvo encarcelado. ¿Le conoció? ¿Se ve identificado en su relato?

Efectivamente, lo que cuenta Mustafa no es solo lo que él vivió sino un compendio de todos los que vivieron aquello. Yo no tanto porque solo estuve un año y fue en los noventa: los ochenta fueron terroríficos. No coincidimos realmente. Pero ambos éramos comunistas, perteneciamos a dos organizaciones diferentes, la mayoría de los presos eran islamistas pero también comunistas y baazistas opositores. Nos dimos cuenta de que nos habían aplastado políticamente, el régimen había aplastado a los comunistas, y cuando salimos nuestro referente había caído. En aquel momento nos encontramos ante ese desafío ideológico. Nos quedamos con los valores: libertad, igualdad, dignidad y justicia. Nos quitamos el corazón ideológico. Por eso los sirios somos especialmente sensibles a los problemas de la izquierda, que nos dice qué tipo de batallas hay y cómo librarlas cuando ellos no han tenido que librar ninguna, nosotros la libramos en su momento y es el precio que pagamos.

Cuando en España, por ejemplo, la izquierda dice no a la guerra y fuera las manos de Siria, ¿están diciendo fuera las manos de Assad?

Sí. Es la izquierda estalinista, que no es progresista ni cree en los valores, es retrógrada y está petrificada. Este tipo de grupos tiene una lógica del enemigo de mi enemigo es mi aliado. Vienen con el lema de «Hands off Syria» («Fuera las manos de Siria») y Siria lleva siendo bombardeada desde hace años años. Están la mano de Assad, los rusos e iraníes, quienes por ejemplo nos dicen cómo son las cosas y apoyan a este régimen.

¿Ha debatido con quienes defienden a Assad pese a todos los abusos denunciados?

No, nunca. En Facebook y Twitter son sobre todo insultos, no encuentro artículos en el que se rebatan mis ideas. Si encuentro personas como el australiano Tim Anderson, un shabih (matón del regimen), que escribio un libro glorificando a Bashar al Assad y luego un artículo sobre mí basado en informes del 'mujabarat' (servicio de inteligencia) de los años ochenta. Es un profesor de universidad que tiene fotos con Bashar al Assad y es alguien que básicamente niega en su libro que haya habido armas químicas o presos políticos en las cárceles. Dice que todo es una conspiracion.

En el libro critica duramente a reputados corresponsales como Robert Fisk (del británico «Independent»), quien fue uno de los primeros en pisar la zona donde tuvo lugar el supuesto ataque químico que propició la represalia de EE.UU., Francia y Reino Unido contra Assad.

(Indignado, deja el árabe por un momento para responder en inglés) Escribí un artículo 2012 «Embedded Fisk». Este periodista se empotró en el ataque del régimen sirio contra su pueblo. Cuando se convierte en comentarista de la guerra en siria, no es respetable. Es cada vez más dogmático. Siempre defiende al régimen, es un amigo de la consejera de Bashar al Assad. Es amigo de los mujabarat porque de hecho hizo un artículo donde entraba en una prisión, pidió permiso para entrar y ver a un preso y le dejaron entrar solo. Ese tipo de cosas que, salvo si eres amigo de los mujabarat, no haría jamás.

¿Cómo ve usted la política en Siria de líneas rojas cuando hay ataques químicos?

Ni siquiera es por las armas químicas, ha habido más ataques químcos sin respuesta. Ni siquiera respetan su propia línea roja. Lo que quieren decir es que no se puede recurrir a las armas químicas, pero sí a la tortura, hambrunas y a bombas de todo tipo. Las armas químicas es lo que nos molesta.

Siria volvió a tener un estand en la pasada edición de la Feria Internacional de Turismo celebrada en Madrid tras seis años de ausencia. Igualmente, el régimen ha publicitado las zonas controladas por Assad con imágenes idílicas frente a las zonas ocupadas por los rebeldes donde las mujeres van tapada de la cabeza a los pies. Usted habla de una confrontación del sirio educado, políglota y elegante a imagen y semejanza de Bashar al Assad frente a los árabes bárbaros que siguen teniendo diez hijos y solo les rige el islam.

Sí, ese es el mensaje de propaganda del régimen. En mis escritos lo que yo hablo es del sirio blanco que se asemeja a Occidente. Por ejemplo, Bashar al Assad con traje y corbata, y Asma al Assad muy elegante y muy guapa. El resto somos los sirios negros. Es el tercer mundo dentro del mismo país y no tenemos importancia. Somos populacho, no podemos aspirar a nada y no merecemos menor interés. Evidentemente los blancos son los que tienen el dinero y ostentan el poder. Los negros, que no son negros de piel necesariamente, son los que no tienen estudios superiores, vienen del campo y no hablan lenguas extranjeras. Ellos no tienen ni voz ni voto. Lo de la mujer con el velo, el tipo de vestimenta… todo esto gusta mucho a la derecha europea: aquí están las mujeres alemanas con su bañador y las mujeres musulmanas cubiertas totalmente. Tenemos que hacer un análisis sociológico que vaya más allá de las apariencias.

Entonces, ¿es genocidio lo que están sufriendo los sirios?

Hablo de genocidio porque se producen todo tipo de masacres. Este régimen pretende exterminar el futuro y aplastar a cualquiera que se ponga de frente.

Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) atacadas por el Ejército de Turquía en Afrín, ¿son fuerzas de ocupación o liberación?

Ellos en realidad no han sido parte de la lucha contra el régimen en ningún momento, pero sí en el combate contra Daesh. Las SDF forman parte de esa lucha que hay en Turquía contra el PKK (Partido de los trabajadores del Kurdistán), su lucha ahora es contra Turquía. En realidad cuando hablamos del SDF hay que hacerlo también del PYD (Partido de Unión Democrática), que no es ni liberador ni progresista. En Turquía el PKK sí, pero realmente lo que está pasando es que se ha exportado a Siria esa lucha entre uno y otro. Su lucha es prácticamente esa, no le importa el régimen, la ocupación de Irán, es solo la lucha contra Turquía, donde sí lucha por derechos progresistas.

ABC (España)

 



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