CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Las detenciones de jefes operativos y financieros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), cuando faltan siete meses para que Enrique Peña salga de la Presidencia, parece un ajuste de cuentas con quienes posibilitaron que se convirtiera en la organización delictiva más importante del país durante este sexenio.
Pero anticipa también una reorganización entre los grupos
mafiosos del país de cara al gobierno que surja de las elecciones del 1 de
julio.
En cuanto tomó posesión del despacho de Bucareli, en enero
pasado, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, advirtió que
como responsable de la seguridad en el país su prioridad era el CJNG, que vino
a reemplazar al cártel de Sinaloa como la organización delictiva preponderante,
por lo menos en el discurso dominante.
Fue una declaración abierta en contra de la organización que
despuntó con este sexenio después de que los gobiernos de Vicente Fox y Felipe
Calderón mantuvieron en la calle a Joaquín El Chapo Guzmán. A ese periodo
panista responde la expansión del cártel sinaloense.
Otros grupos mafiosos como Los Zetas, Los Beltrán Leyva, La
Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios o Los Beltrán Leyva fueron
frenados policial y militarmente.
Vino la fragmentación y una mayor violencia. Lo mismo,
cuando el gobierno de Peña Nieto detuvo por segunda vez a El Chapo Guzmán y lo
entregó a la justicia de Estados Unidos.
Hay dos detenciones que pueden ser clave para lo que pueda
pasar con el CJNG. Una, la de Rosalinda González Valencia, esposa de Nemesio
Oseguera Cervantes, conocido como “El Mencho” y el jefe principal de ese
cártel. Está acusada de operaciones con recursos de procedencia ilícita. Es “La
Jefa”, la verdadera, filtró el gobierno federal a la prensa.
La otra, la de Juan José Farías, identificado como “El
Abuelo”, quien en 2014 participó en una reunión con el entones comisionado de
Peña Nieto para Michoacán, Alfredo Castillo Cervantes.
Al ser evidenciado públicamente, el ahora responsable del
deporte nacional dijo que fue sorprendido porque nadie le avisó que ahí estaría
Farías, quien es acusado como narcotraficante de larga data y que en ese
entonces era el líder de las autodefensas en Tepalcatepec, en la zona de tierra
caliente en Michoacán.
Eran los tiempos en que Peña optó por reconocer a los grupos
civiles armados e integrarlos a la policía de Michoacán, a pesar de que muchos
llamados autodefensas eran narcotraficantes. Ahora Farías es acusado de ser una
pieza vital en la operación del CJNG.
El fortalecimiento de esa organización se coronó con una
ominosa derrota para el Ejército. El 1 de mayo de 2015 derribó un helicóptero
Cougar 725 de la Fuerza Aérea Mexicana. Hubo una veintena de muertos, entre
militares y policías federales.
La duda y la traición surgieron en torno al fiasco policiaco
militar. Alguien desde lo más alto de los integrantes del gabinete de seguridad
había filtrado información. Nunca se sabrá si en efecto fue así.
Lo que quedó para el registro es que el CJNG se convirtió en
el cártel del sexenio, como los que han tenido los diferentes gobiernos si se
cuenta a partir del de Carlos Salinas, cuando floreció el cártel del Golfo.
Hasta ahora, Navarrete Prida se ha ido contra algunas
cabezas visibles. Por la añeja experiencia mexicana, no hay espacio para pensar
en que se desmantelará toda la estructura delictiva, incluidos los otros
verdaderos socios del cártel; es decir, sus protectores y facilitadores.
Lo lógico es que esa organización delictiva se reconvierta,
sobre todo si Peña detiene a Oseguera para presentarlo como trofeo al final de
su gobierno. Aunque no ocurra, con un CJNG debilitado o reestructurado, el
próximo gobierno llegará cuando esté en marcha o haya ocurrido ya una nueva
configuración del narcotráfico en México.
@jorgecarrascoa