La primera es la declaración de guerra del DAESH contra todo Estado que participe de los ataques en su contra en territorios sobre los que pretendía erigir su califato (eso incluye la intervención rusa en la guerra en Siria, a lo que podrían sumarse además las acciones del gobierno ruso contra grupos terroristas chechenos). La segunda razón es la conmoción que induce la cobertura mediática ad infinitum cuando atacan una de esas ciudades (por oposición a la escasa cobertura que reciben los ataques con similar número de víctimas en ciudades del Medio Oriente o del Asia Central).

Parece por ende claro que realizar un atentado terrorista en Rusia durante un mundial de fútbol calzaría con precisión dentro de la estrategia del Daesh. Más aún, si llegaran a tomar rehenes civiles tal vez cuenten con que el gobierno ruso no emplearía sus tácticas habituales para afrontar ese tipo de situaciones. Tanto durante la toma de rehenes por grupos terroristas en un teatro de Moscú en 2002 como en una escuela de Beslán en 2004, las fuerzas del gobierno ruso finalmente tomaron por asalto las instalaciones produciendo la muerte, junto con los terroristas, de cientos de rehenes. Es de presumir que, con ello, enviaban un mensaje inequívoco a los separatistas chechenos: estamos dispuestos a provocar la muerte de nuestros propios ciudadanos antes que ceder a su chantaje. Probaría que el mensaje llegó fuerte y claro el hecho de que, desde entonces, no volviera a producirse una situación similar. ¿Pero recurriría el gobierno ruso a las mismas tácticas si se tratara de ciudadanos extranjeros hechos rehenes mientras los reflectores del mundo entero están concentrados en su país?

Ahora bien, que Daesh o grupos similares tengan motivos para intentar perpetrar atentados en Rusia durante el mundial no implica que tengan la capacidad para hacerlo. De un lado porque, precisamente por lo dicho, las ciudades rusas jamás estarán mejor custodiadas que durante ese evento. De otro, por un detalle que parece haber pasado inadvertido: hasta donde se sabe, la amenaza de Daesh habría sido propalada desde Indonesia. Si tuvieron que hacerlo desde un lugar tan lejano de sus centros de operaciones habituales o de la ubicación de sus blancos potenciales, tal vez sea porque no pueden hacerlo desde la ciudad que consideraban su capital (Raqqa, en Siria) o desde aquella en la cual proclamaron su califato (Mosul, en Iraq). Además, según servicios de inteligencia, la gran mayoría de los ciudadanos de países europeos que confluyeron en Siria e Iraq atendiendo al llamado del Daesh (los cuales, por ende, eran posibles perpetradores de atentados en Europa), habrían muerto en acción o, en su defecto, no habrían querido o podido regresar a sus lugares de origen. Esa sería una de las razones por las que las ciudades europeas no padecieran nuevos atentados de envergadura tras la caída de los principales bastiones de Daesh en Oriente Medio.

Por suerte (y a diferencia de la entusiasta proclama que suelen endilgarnos tanto la psicología pop como los manuales de autoayuda), querer no siempre es poder.