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25/06/2018 | ¿Qué debe suceder para que los republicanos rompan con Donald Trump?

Michael Knigge



La mayoría de las veces, una mala medida política es solo eso: una mala medida política. Sin embargo, a veces es necesario asignar categorías morales más amplias. La decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de separar deliberadamente a los niños inmigrantes de sus padres es uno de esos casos.

 

Esa medida maléfica, cruel y ahistórica. Es algo impropio de cualquier país que proclama adherir siquiera a los más rudimentarios derechos humanos, y mucho más impropia de Estados Unidos, una nación de inmigrantes que se ha visto tradicionalmente a sí misma como un faro de los derechos humanos.

Por supuesto que es una buena noticia que Trump haya dado marcha atrás en la práctica de la separación de los niños de sus padres, que él mismo instituyó con orgullo como parte de su política de mano dura y de "tolerancia cero” hacia los inmigrantes. Como de costumbre, la reversión de su medida estuvo repleta de su marca distintiva: un mar de mentiras y falsas caracterizaciones. El mismo mar de mentiras y falsas caracterizaciones que usó cuando instituyó esa política. Como es su estilo, le echó la culpa a los demócratas, al Congreso y a los gobiernos anteriores antes de firmar -en una ceremonia descarada y flanqueado por el vicepresidente, Mike Pence, y la secretaria de Seguridad, Kristjen Nielsen- un decreto del Ejecutivo para terminar con una práctica inhumana que él mismo inició.

Pirómano político serial

Mientras la orden pone fin, ostensiblemente, a la medida instaurada por el gobierno de Trump de arrancar a los niños inmigrantes de los brazos de sus padres, no hace nada para reunir a los más de 2.300 niños que ya han sido separados de sus familias. Tampoco cambia una Corte Suprema cuyas reglas estipulan que los niños inmigrantes no pueden ser detenidos por más de 20 días. Y dado que el gobierno de Trump continúa con su "tolerancia cero” y persigue a todos los que cruzan la frontera de EE. UU. de manera ilegal, eso significa que los niños podrían seguir siendo separados de sus padres luego de haber permanecido detenidos junto con ellos durante 20 días.

Trump es un pirómano serial político que provoca una y otra vez incendios y luego alardea haberlos apagado. Eso tampoco es nada nuevo. Es simplemente parte del manual de estrategia del presidente, que fue usado hace no mucho tiempo con Corea del Norte, cuando, luego de haber asumido la presidencia, intensificó la presión sobre ese país hasta llevar la situación al borde de una guerra, solo para escenificar más tarde una cumbre histórica que le permitió apaciguar una crisis que él mismo creó, y esperar, además, que lo feliciten por su acto magnánimo.

No hay adultos en la sala

Lo que es más significante en este episodio reciente es que, cuando las cosas se ponen feas, nadie en el gobierno, y solo unos pocos republicanos que controlan el Congreso están listos para apoyar a Trump. Eso ya sucedió durante toda su administración, con excepción de las medidas de EE. UU. contra Rusia.

Sin embargo, la política de Trump de separar a los niños de sus padres fue una prueba de fuego para aquellos conservadores que, tradicionalmente, se ven a sí mismos como defensores de la unión familiar ante los presuntos ataques liberales de los valores familiares. El hecho de que nadie en este gobierno se opusiera a la separación de los niños de sus padres demuestra que Trump ha tenido éxito en sus esfuerzos por rodearse de aduladores buenos para nada. Recordemos aquel dicho sobre los "adultos en el salón” vigilando” al presidente”. Si es que alguna vez estuvieron allí, hace tiempo que abandonaron el edificio.

Esa misma apatía moral caracteriza la respuesta de los republicanos en el Congreso y a los seguidores de Trump a lo largo y a lo ancho del país. No se escucharon grandes protestas del partido de Abraham Lincoln y Ronald Reagan sobre el hecho de que un gobierno republicano haya instituido una medida que aparta a los niños de sus padres.

En lugar de eso, muchos defendieron esa medida, mientras otros se ofuscaban o trataban de justificar el asunto. Que el presidente estadounidense haya revertido su despreciable medida se debió más bien a las repetidas súplicas de su esposa, Melania, y de su hija, Ivanka, no a la presión de los republicanos.

En suma, este episodio fue solo la señal más reciente de que el Partido Republicano se ha convertido por completo en el partido de Donald Trump.

Eso no presagia nada bueno para el futuro de EE. UU. Si separar a los niños de sus padres no es suficiente para los republicanos como para romper con un presidente despiadado que carece, a ojos vistas de todo tipo de compás moral, ¿qué podría lograrlo? Una perspectiva problemática a tener en cuenta.

Deutsche Welle (Alemania)

 



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