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25/06/2018 | Los retos de la nueva superPresidencia de Erdogan

Lluís Miquel Hurtado

Recep Tayyip Erdogan podrá ejercer un amplio poder ejecutivo, pero su nuevo Ejecutivo se enfrentará a una serie de retos mayúsculos, algunos de los cuales, según alertan analistas, exigen reacciones inmediatas.

 

La economía

Buena parte del atractivo del islamonacionalista Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan en las urnas se debe a un simple concepto: hizmet (servicio). Así se refiere el presidente a tres lustros de desarrollo espectacular de infraestructuras a nivel nacional y local que pronto, han advertido numerosos economistas, puede llegar a su fin: el coste de años de obras faraónicas y medidas financieras ventajosas para el consumo ya no es asumible para un país dependiente del dinero de fuera y que ha perdido atractivo para el inversor foráneo.

El nuevo gobierno tiene ante sí el reto de lograr que Turquía recupere la confianza del capital extranjero a pesar de que la reciente política monetaria de la FED estadounidense ya no favorece el flujo al país euroasiático como antaño. Al mismo tiempo, deberá poner coto a la tendencia al alza del paro y de la inflación, ambos en dos dígitos e incrementando peligrosamente el precio de productos básicos como las verduras y la carne.

"Es el fin de la dolce vita", opina el economista Mustafa Sönmez. "El gobierno no lo tendrá fácil. En el mejor de los casos, si genera confianza, podrá acceder a créditos que le permitan sobrellevar una crisis". Para los partidarios de Erdogan y del AKP, la nueva Presidencia ejecutiva permitirá rápidamente adoptar las medidas financieras oportunas para mitigar las preocupaciones económicas de los turcos.

El estado de emergencia

El OHAL (siglas en turco de estado de emergencia) lleva condicionando la vida de los turcos desde el sangriento golpe de estado fallido del 15 de julio de 2016. En el marco de decretos aprobados bajo este régimen, más de 112.000 funcionarios perdieron su empleo, en numerosos casos alegando acusaciones de "terrorismo" inconsistentes, y cientos de organizaciones han sido clausuradas. Hoy, Turquía es uno de los países con más periodistas entre rejas. La oposición habla de "injusticia" y exige acabarlo.

No han sido pocas las veces, especialmente antes de elecciones, en que el gobierno ha abogado por levantar esta medida que decretó defendiendo la necesidad de usarla contra el "terrorismo". Luego la ha prolongado. La última vez fue la semana pasada. "El estado de emergencia es el factor que daña más la percepción de Turquía respecto a la inversión extranjera y la entrada de capital", reconoció el viceprimer ministro Mehmet Simsek, una de las pocas voces críticas en el gabinete turco.

El conflicto kurdo

Fue justamente poco después de las elecciones legislativas del 7 de junio de 2015, en las que el AKP perdió la mayoría absoluta, cuando el proceso de paz entre el gobierno de Turquía y la guerrilla kurdoturca PKK saltó por los aires. Todavía persisten sombras alrededor de los hechos que desembocaron en una nueva era de atentados traumáticos, guerras urbanas en el sureste del país y la recuperación del Parlamento por parte del AKP en la reedición de los comicios, en noviembre de 2015.

Desde entonces, el conflicto kurdo sólo se ha abordado con el lenguaje de las armas. Recep Tayyip Erdogan se ha mostrado dispuesto a "aplastar a los terroristas". Para tal fin, este año lanzó una exitosa operación militar en Afrin, en el noroeste de Siria - en una zona gobernada hasta entonces por la hermana siria del PKK - y, en las últimas semanas, ha declarado la guerra al PKK, con botas sobre el terreno, en sus mismas bases, en los montes iraquíes de Kandil.

El futuro de los refugiados

Los tres millones y medio de refugiados sirios que hay en Turquía han supuesto un reto demográfico - en la provincia suroriental de Kilis ya superan en número a la población turca - que esta campaña electoral ha elevado a rango de reto político. Los "hermanos sirios", como los llamó Erdogan cuando decidió abrirles los brazos y las puertas al inicio de la guerra hace siete años, otorgándoles una serie de derechos sin reconocerles el estatus de refugiado, ya no son tan bienvenidos como antaño.

Si bien la asimilación de estos en el sistema sanitario - que ofrecía cobertura gratuita - no ha suscitado excesivas polémicas, sÍ lo ha hecho su entrada en el mercado laboral y su acceso al voto. Cerca de 50.000 sirios podrán votar gracias a haber iniciado un proceso de obtención de ciudadanía turca, un saco nimio de votos, pero suficiente para haber despertado suspicacias entre los opositores. Integrados mayormente en la economía sumergida, la mano de obra barata siria ha enfurecido a los damnificados.

Por eso, promesas de campaña como "enviaré a los cuatro millones de hermanos sirios de regreso a su país", pronunciada por la candidata opositora nacionalista Aksener, han provocado aplausos. Igual ocurrió con mensajes similares del opositor Ince. Erdogan ha sido menos explícito, pero su gobierno mantiene una política de puertas cerradas y de favorecimiento del retorno de refugiados a Siria desde hace dos años, y últimamente ha intensificado sus esfuerzos políticos por reducir la guerra en Siria con tal objeto.



El Mundo (España)

 



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