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22/07/2018 | Huir de la venganza de Bashar Asad

Sal Emergui

Las tropas del dictador toman los últimos bastiones rebeldes frente a los Altos del Golán. Hasta 140.000 desplazados esperan a que el Gobierno de Netanyahu les abra las puertas para escapar de la represión de Damasco.

 

Las bombas del ejército de Bashar Asad que se escuchan en los Altos del Golán, ocupados por Israel en la guerra del 67, trazan un final asumido a ambos lados de la línea divisoria. El régimen sirio vuelve a la frontera israelí. Tras hacerse con la emblemática Deraa donde hace siete años prendió la llama de las revueltas contra la dictadura, sus tropas apoyadas por el poderoso aliado ruso colocarán la bandera en Quneitra.

"Pedimos ayuda al mundo. Yo he visto con mis propios ojos como el ejército sirio ha lanzado barriles explosivos contra aldeas", cuenta el sirio Mohamed muy cerca de la frontera. Tras abandonar Damasco hace cinco años, este médico sirio se instaló en Quneitra junto a su esposa y tres hijos. "Aquí, las casas son muy pequeñas y no pueden albergar a los desplazados. Necesitamos más medicinas, comida y tiendas de campaña", avisa en una conversación con EL MUNDO.

La ONU exige un paso seguro a los 140.000 desplazados por la guerra en el sur de Siria. Uno de ellos, Ibrahim, pide un deseo por teléfono: "Espero que Israel nos abra las puertas porque me temo lo peor en los próximos días. Necesitamos defensa internacional ante la sed de venganza de Asad". A principios de semana, las tropas sirias recuperaron la estratégica posición de Tel Jara que divisa el Golán. Una fuente militar citada por la agencia Sana señaló que los poblados de Kherbet Teyer y Sheij Saad estaban ya "libres de terroristas". En Nawa, al menos 15 civiles (siete mujeres) murieron en un ataque militar. Los que no acepten el acuerdo de rendición en la provincia de Quneitra serán evacuados al último gran feudo rebelde en el norte de Siria.

"¡Deben evitar las matanzas de Asad!", añadía el doctor Mohamed. Poco después, 200 civiles se acercaron a la frontera ondeando banderas blancas. Un soldado israelí les advirtió en árabe de posibles minas en la zona. La manifestación de desesperación concluyó sin incidentes aunque todo indica que no será la última.

La frontera alterna el ruido de los pájaros y los tambores de guerra. El ejército israelí, que sigue proporcionando medicinas, comida y ropa a sirios en las zonas fronterizas, ha reforzado su presencia asumiendo que Asad volverá a ser su vecino. Y no intervendrá para evitarlo. En sus conversaciones de esta semana con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y EEUU, Donald Trump, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu advirtió que no permitirá la presencia de soldados sirios en la zona desmilitarizada ni de las fuerzas iraníes en el sur del país árabe. Netanyahu transmitió el temor a lo que les pueda pasar a los habitantes bajo las huestes de Bashar Asad. Putin apoya la vuelta del acuerdo de fuerzas de separación del 1974 tras la última guerra israelosiria.

Para Israel, el nuevo escenario tiene dos caras. Positiva porque no deberá lidiar con una amalgama de grupos sino con un régimen que pese a la retórica en torno al Golán mantuvo la frontera en calma absoluta. Negativa porque acerca a su enemigo número 1: Irán. En los últimos meses, la Fuerza Aérea israelí ha atacado depósitos y bases de la Guardia Revolucionaria iraní en territorio sirio con el propósito de "evitar que lo conviertan en plataforma de ataques contra Israel".

Teherán y Damasco acusan a Israel de "apoyar a los grupos terroristas en Siria". "No somos parte en el conflicto sirio. Defendemos nuestra frontera, el acuerdo del 74 e intereses estratégicos como evitar el afianzamiento militar de Irán en Siria", replica el teniente coronel israelí Jonathan Conricus destacando que en la última semana la 210 división realizó seis operaciones especiales para repartir ayuda humanitaria en los campos de desplazados sirios donde se agolpan 15.000 personas. El ejército espera además que estos años de ayuda a sus vecinos convierta enemigos del pasado en aliados del futuro.

"La medicina no conoce fronteras y fomenta la paz"

"Tras romper la desconfianza, los heridos sirios me confesaron que venir a Israel era como ir al diablo. Ahora nos ven como gente normal que les salva. La medicina no conoce fronteras y fomenta la paz", cuenta Alejandro Roisentul a 40 kilómetros de Siria y 11 del Líbano. Como director de la Unidad de Cirugía Oral y Maxilofacial del hospital Ziv (Safed), ha tratado a 400 sirios. "Me da igual si viene de un país enemigo y si antes me odiaba o me quería matar. Mi deber es salvar su vida", explica el israelí que hace 30 años llegó de su Buenos Aires natal.

El cirujano nunca olvidará el 6 de febrero del 2013 cuando se encontró en el hospital con siete sirios heridos de gravedad. "Había mucho olor a dinamita en la sala. Evidentemente no tenían seguro médico ni nada pero recibieron el trato que damos al mejor paciente israelí privado", indica a EL MUNDO este médico premiado por esta labor en Buenos Aires, Chicago y Madrid.

Ahmed descansa bajo la mirada de su madre. Hace dos meses, este chaval sirio de 14 años fue sorprendido por un obús. Su pierna derecha se llevó la peor parte. Su madre le llevó a la frontera y de ahí al hospital Ziv donde salvaron su vida y pierna. Ahmed sonríe tímidamente y habla de su padre y tres hermanos aún al otro lado de las colinas del Golán. "Bashar Asad va matar a todos. Si Israel permitiera que toda mi familia se quedara aquí, no volvería a Siria", anuncia su madre que agradece la ayuda de Israel pero lamenta que no permita el acceso de los desplazados.

Hace cinco años, el druso israelí Salman Zarka abrió el primer hospital de campaña militar en la frontera. Ahora dirige el hospital Ziv. "Cuando viene un herido sirio con la pierna ensangrentada, podemos amputar de forma inmediata para salvarle y devolverle a su país. Nosotros preferimos tratarle de forma prolongada con al menos 10 operaciones para salvarle sin cortar su pierna", afirma en su oficina donde no faltan dibujos de palomas de paz hechos por niños sirios.

Evacuación de "Cascos Blancos"

Israel ha ayudado a completar una compleja operación de rescate de miembros de una organización civil siria y sus familiares de la zona de guerra en el sur de Siria. El comunicado del ejército difundido este domingo señala que "estaban bajo amenaza de muerte inmediata" y que "se trata un gesto humanitario siguiendo las instrucciones del Gobierno y la petición de Estados Unidos y varios países europeos".

800 sirios entraron a Israel a través del paso de Quneitra para ser luego trasladados a Jordania. Según los medios locales citando el aleman BILD, son miembros del grupo Defensa Civil Siria, más conocidos como "Cascos Blancos".

El Mundo (España)

 



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