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26/02/2005 | Mitos del Capitalismo 'Cowboy'

Lorenzo Bernaldo de Quirós

La Constitución europea marca el camino hacia la unión política del Viejo Continente. El objetivo del eje franco-alemán es construir un sistema que contrapese la hegemonía estadounidense en el mundo. Con independencia de su deseabilidad, ese enfoque se enfrenta a dos obstáculos.

 

Primero, la debilidad de la economía continental; segundo, la resistencia de la sociedad a elevar de manera sustancial el gasto en defensa. Con esas dos fallas, la visión de Europa como un “imperio del centro” entre EEUU y el resurgir de China es una quimera. Sin una sólida base económica es imposible desarrollar una ambición imperial o, al menos, una presencia activa e influyente en la escena mundial. Desde esta perspectiva, el modelo socioeconómico continental es incapaz de sostener las ambiciones mundiales de Francia y, en menor medida, de Alemania.

Los grandes Estados de la UE crecieron y acercaron sus niveles de vida a los norteamericanos en una época de bajo progreso tecnológico y de escasa presión a los cambios del entorno. Eran también tiempos en los cuales la competencia global no era muy intensa y los errores de política económica tenían un impacto mucho menos perceptible. Este panorama ha cambiado de manera radical desde hace dos décadas. Guste o no, el sistema de EEUU está mejor equipado que el europeo para afrontar una era “schumpeteriana”, como la definió Herbert Gierch, que ha incrementado drásticamente la necesidad de adaptarse con rapidez. Esta es la principal conclusión que se extrae de comparar el binomio crecimiento-empleo en EEUU y en Europa en los últimos 25 años.

¿Por qué no se dice adiós al capitalismo estatodirigista vigente en la UE? Los políticos europeos dicen que ese viraje sería negativo porque el sistema continental crea menos problemas sociales que el norteamericano y porque ofrece mayor justicia y seguridad. Esta visión es compartida por el grueso de la clase dirigente del Viejo Continente y por un amplio sector de la opinión pública. Sin embargo, la imagen de EEUU como un país antisocial responde a prejuicios y estereotipos divorciados de la realidad. En realidad, la resistencia europea al cambio es el resultado de la oposición al mismo de un entramado de grupos de interés que viven muy bien en el actual statu quo. Ahora bien, la americanización del modelo europeo beneficiaría al conjunto de la población, que gozaría de un PIB per cápita y de niveles de empleo más altos.

Las diferencias de renta y de riqueza son un elemento integral del modelo americano, pero es también una precondición para la emergencia de emprendedores y de un capital humano muy cualificado necesarios para adaptarse con rapidez al rápido progreso tecnológico y a las presiones competitivas generadas por la globalización. ¿Esto crea injusticias? Si ello significa que la gente es recompensada de acuerdo con sus esfuerzos, el capitalismo estadounidense produce mejores resultados. Si en Europa una parte de la población es financiada por el Estado para mantenerse fuera del mercado laboral, es difícil considerar esto como un ideal de justicia. Si la mayoría de los ciudadanos europeos soportan una presión fiscal total del orden del 60%, esta situación difícilmente cabe calificarse de justa.

Las oportunidades educativas quizá no sean distribuidas justamente en EEUU, pero lo son aún menos en los tres grandes Estados de la UE —Francia, Italia y Alemania. Por ejemplo, ese último país es el Estado miembro de la OCDE en el que el éxito educativo depende más del nivel socioeconómico de los padres y en donde menos jóvenes de rentas bajas acceden a la educación. Tampoco la redistribución de la renta es más “justa” en Europa que en EEUU. Es en Alemania, en Francia y en Italia, no en EEUU, donde una mayor proporción de las transferencias estatales van a las personas con ingresos medios, medios-altos y altos. Es en EEUU donde los programas redistributivos se concentran en las personas con ingresos más bajos (Ver Gersemann O., Cowboy Capitalism, European Myths, American Reality, Cato Institute, 2004).

Otro mito contra el capitalismo cowboy puede formularse así: el mercado de trabajo norteamericano crea inseguridad en el empleo. Esta hipótesis se contradice con la realidad. Por un lado, la tasa de paro estadounidense es la mitad de la europea. Por otro, la media anual de despidos en EEUU es del 4%, pero el 65% de los parados encuentran un nuevo empleo en de los tres meses posteriores en lugar del 26% en Francia, del 18 % en Alemania o el 12% en Italia. Es complicado afirmar que las instituciones laborales del Viejo Continente ofrecen más seguridad a los trabajadores cuando se traducen en un desempleo mucho más elevado y en una mayor dificultad para que los desempleados se reincorporen a la actividad productiva.

Unos Estados Unidos de Europa construidos sobre el actual modelo socioeconómico nunca podrán desempeñar el grandioso papel mundial que les asignan sus más optimistas partidarios. Si además, el proyecto de Constitución continental consolida el capitalismo estatocorporativista, dominante en Francia y en Alemania, los sueños de la grandeur europeísta son inviables.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 



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