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02/09/2018 | Vidas divididas en la frontera congoleña

Sebastien Jagla

República Centroafricana: la guerra más olvidada del mundo

 

Los refugiados de la República Centroafricana (RCA) en el norte de la República Democrática del Congo (RDC) pueden llegar a parecer invisibles. Desde mediados de 2017, unas 80.000 personas han huido de un conflicto brutal para asentarse al otro lado del río Ubangi, en las provincias de Sur-Ubangi, Norte-Ubangi y Alto-Uele, donde se han unido a otras 100.000 personas que huyeron de la RCA en alguna de las oleadas de violencia que se han producido durante los últimos tres años.

En total, son 180.000 refugiados, de los cuales unos 115.000 viven fuera de la estructura de los campos . Es difícil rastrearlos. Muchos todavía están cuidando sus campos y propiedades restantes a solo unos pocos kilómetros de distancia y vuelven esporádicamente en busca de comida y subsistencia. Están constantemente en movimiento, viviendo en la incertidumbre como refugiados y retornados a tiempo parcial, sin beneficiarse realmente de ninguno de esos estatus y siendo víctimas de la violencia y acoso por diferentes partes en ambos lados del río.

Mezclados con la comunidad local

Algunos han logrado mezclarse con la comunidad local o viven a su lado en pequeños asentamientos en pueblos y aldeas a lo largo de la frontera ribereña congoleña. Han construido sus propios refugios: generalmente cabañas de madera. Esto les permite pescar y cultivar mientras permanecen cerca de su país de origen. Sin embargo, a veces surgen dificultades al acceder a los recursos existentes y los servicios básicos.

Los refugiados centroafricanos en estas áreas están algo alejados de los campamentos donde se concentra la asistencia humanitaria de las autoridades de la República Democrática del Congo y el ACNUR. También son más difíciles de localizar para las pocas organizaciones de ayuda presentes en una región remota donde la logística plantea grandes desafíos para la intervención en una crisis que, además de eso, no ha llamado mucho la atención.

Cruces arriesgados

Muchos de los refugiados continúan cruzando periódicamente hacia la República Centroafricana a pesar de que a menudo se enfrentan a violencia por parte de grupos armados en el camino o cuando regresan temporalmente al país. Como nos explicó un refugiado, unos milicianos le cortaron con un machete porque regresó a recoger una cosecha de café. Los hombres armados argumentaron que el refugiado ya no tenía derecho a esa cosecha, dado que había elegido vivir en el otro lado del río.

Otros refugiados no solo han proporcionado testimonios similares sobre sus viajes de regreso, sino también historias de disputas con congoleños locales a la hora de acceder a pozos y fuentes de agua o al dividir las cosechas de mandioca que se les permitió recolectar en beneficio de ambas comunidades.

Asistencia humanitaria dispersa

Estas tensiones diarias y, lo que es más importante, los arriesgados retornos a un lugar obviamente inseguro, probablemente serían menos frecuentes si hubiera una asistencia humanitaria adecuada, pero lo que vimos durante los seis meses de nuestra intervención es que los cruces se han vuelto frecuentes. Entretanto, la crisis no ha logrado generar ningún tipo de atención.

Si bien esto puede no ser una emergencia en términos de mortalidad y niveles de desnutrición infantil, nuestros equipos fijos y móviles observaron una gran prevalencia de enfermedades graves, siendo la malaria, la diarrea y las infecciones respiratorias las más comunes, un patrón habitual en las crisis de desplazamiento. Nuestros equipos vieron a personas muy vulnerables que merecía atención en un contexto en el que el ya limitado sistema de salud y los servicios básicos se han visto saturados, afectando por tanto también a la comunidad de acogida. La falta de visibilidad y conocimiento de esta población vulnerable socava la capacidad de atender sus necesidades.

MSF apoyó entre mediados de septiembre de 2017 y fines de marzo de 2018 dos hospitales y nueve centros de salud en los distritos de Gbadolite y Mobayi-Mbongo, en la provincia congoleña de Norte-Ubangi y operó clínicas móviles para asistir tanto a los refugiados centroafricanos como a la comunidad de acogida.

Durante ese tiempo, los equipos de la organización médico humanitaria proporcionaron más de 38.600 consultas médicas, admitieron a 3.970 pacientes, trataron a casi 2.000 niños menores de cinco años por desnutrición y vacunaron a 20.000 niños por sarampión como parte de una campaña de vacunación contra varias enfermedades. Los equipos logísticos de MSF también ayudaron a mejorar las condiciones de agua y saneamiento mediante la construcción de 13 pozos y la rehabilitación de otras fuentes de agua.

La intervención fue entregada al Ministerio de Salud después de que parte del personal recibió capacitación, mientras que MSF mantiene un sistema de vigilancia en la provincia de Norte-Ubangi para intervenir en caso de que se presente una emergencia.

A su vez, en esta y otras provincias de la RDC, MSF mantiene otra serie de proyectos para atender a la población local no refugiada, con especial atención a los desplazados internos congoleños y con diversos proyectos de respuesta a brotes epidémicos, como la epidemia de Ébola que afecta actualmente a otras dos provincias del norte congoleño: Kivu Norte e Ituri.

El Mundo (España)

 



 
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