Desde las ásperas montañas de la pobre Calabria, al sur de Italia, la ‘Ndrangheta se ha convertido en una hermética organización mafiosa que mueve 43.000 millones de euros y controla el tráfico de cocaína en Europa. Este es un viaje a sus orígenes. Aquí ejerce su poder en silencio.El poder lleva en Calabria los mismos apellidos desde hace un siglo. El pilar de la ‘Ndrangheta es la familia.Tras décadas mirando hacia otro lado, en 2014 la Iglesia excomulgó a los mafiosos y el Papa nombró a otro obispo.“Necesitan tener un sitio donde florezcan los intereses. En el norte y en el extranjero no debe haber sangre”.
Sebastiano Strangio, cocinero de 39 años, echó el cierre de
su pizzería en Duisburgo (Alemania) pasadas las dos de la madrugada. Corría el
15 de agosto de 2007, y decidió salir a tomar algo junto a dos camareras y tres
amigos. Cuando caminaban hacia sus coches, dos tipos se acercaron y abrieron
fuego con pistolas del calibre 9. Cambiaron varios cargadores con toda la calma
del mundo y dispararon 59 veces, incluido el tiro de gracia en la cabeza a cada
víctima: todas calabresas. El objetivo principal era Marco Marmo, originario de
San Luca, como el propio Strangio. Un pequeño pueblo de 3.700 habitantes a
2.144 kilómetros de la fría Duisburgo, donde la Navidad anterior había
estallado una guerra de clanes en la que murió la esposa de uno de los capos.
Cinco de aquellos cadáveres eran parientes de los responsables, la familia
Pelle-Vottari. En la trastienda de la pizzería se escondía una armería, y en el
bolsillo de una de las víctimas la policía alemana encontró una estatuilla del
arcángel san Miguel quemada. El mundo descubrió aquel día cómo se había
propagado el virus de la ‘Ndrangheta.
—¿Qué buscas?
—Busco sangre y honor.
Así se inicia un diálogo de unos 20 minutos para entrar en
una organización basada originalmente en dos estratos —sociedad mayor y menor—,
en el secreto y en las estrictas jerarquías. Desde ese momento, si es
necesario, el nuevo picciotto, el estadio más bajo, matará a su
familia a fin de proteger a la ‘Ndrangheta. Cuando jura hay una vela encendida
y una figurita de san Miguel Arcángel, protector de la mafia calabresa. El
aspirante, pariente de otro miembro, se clava una aguja en un dedo y cada una
de las gotas cae sobre la figura que se va quemando. El resto del clan, sentado
en herradura, escucha que el nuevo arderá como la estatuilla si traiciona a su
nueva familia. Siempre es así. Centenares de sumarios documentan ya una
liturgia de la que todavía se desconoce la mayoría de detalles.
La organización nació con robo de
ganado y secuestros. Hoy controla la distribución de cocaína al por mayor en
Europa.
El pueblo de San Luca, conocido por los afiliados como la
Mamma, ayuda a entender esta organización. El Corleone de la ‘Ndrangheta no es
un lugar de paso. La carretera de curvas serpentea por el escarpado Aspromonte
y termina en la iglesia de la localidad. Fin del trayecto. Al entrar en el
lugar donde echa sus raíces la mafia más peligrosa de Europa, el forastero lo
hará siempre vigilado. Una escúter con un adolescente sin camiseta, tres
pendientes de aros y la cabeza rapada por los lados le escolta dando acelerones
unos metros más atrás. En este pueblo, donde nadie se presenta como alcalde
desde hace cinco años, prendió el fuego de Duisburgo. Los Pelle-Vottari y los
Nirta-Strangio han comandado en los últimos años desde sus búnkeres una
organización profundamente ritualística que nació con el robo de ganado, la
extorsión y los secuestros, pero terminó convertida en una multinacional del
crimen con el monopolio de la distribución de cocaína al por mayor en Europa.
Hoy, según la Fiscalía de Catanzaro, tiene más de 30.000 afiliados solo en
Calabria y factura unos 43.000 millones de euros que le permiten alterar el sistema
democrático. Esta mafia líquida, como la define el escritor Francesco Forgione,
es la cuarta empresa de Italia y, probablemente, la que más filiales tiene por
el mundo: Australia, Canadá, Bélgica, Holanda, España… Pero la clave es que no
lo parezca.
Giampaolo Salvatore mata las horas
apoyado en una barandilla junto al ayuntamiento de San Luca. Unos 50 años, piel
dura, manos de agricultor y espalda de atleta olímpico, lamenta que nadie
quiera contratarle después de comerse 25 años por secuestro de personas. Nada
raro aquí. Durante años buscaban a las víctimas en el norte, siempre de
familias ricas; las subían a un coche, cruzaban Italia por carreteras
secundarias y las escondían en alguna cueva del Aspromonte. Imposible
localizarlas, masculla un amigo de Salvatore. Corrían los setenta y aquel
negocio —694 secuestros— funcionó hasta que un golpe de suerte sugirió cambiar
de rumbo a las ‘ndrinas (familias). El nieto del magnate del
petróleo John Paul Getty terminó en 1973 en el maletero de un coche rumbo a
Calabria. Pidieron 17 millones, desafiando así al hombre más rico del mundo.
Pero también al más tacaño. Tras cinco meses de negociaciones y el envío de una
oreja, acabó en tres millones. Suficiente para lo que se proponían.
El histórico capo Girolamo Piromalli, jefe de la plana de
Gioia Tauro, lideró una revolucionaria —y sangrienta— iniciativa para invertir
el botín. Camiones, excavadoras y sobornos que permitieron entrar en el sistema
de concesiones públicas y participar en la construcción de infraestructuras
clave como la autopista Salerno-Reggio (440 kilómetros de comisiones) o un
puerto a medida para futuros negocios. La organización creó un nuevo estadio
bautizado como La Santa que le dio acceso a la habitación de los
botones, como suele llamarse en Italia al auténtico poder. La decisión
costó una guerra con 800 muertos y la instauración de Crimine, una cúpula donde
tomar decisiones. Pero dio un impulso estratosférico a la ‘Ndrangheta y sentó
las bases de lo que es hoy.
El puerto de Gioia Tauro
El puerto de Gioia Tauro, cuyo Ayuntamiento lleva tres años
intervenido por infiltraciones mafiosas (como otros 457 en Italia desde 1991),
es la mejor expresión de cómo la ‘Ndrangheta ha parasitado una tierra
exuberante en recursos naturales e impedido su prosperidad. Inaugurado en 1995
en una gran llanura, iba a estar acompañado de la reconversión industrial de
700 hectáreas de suelo agrícola para construir un centro siderúrgico. Arrasaron
los campos de naranjos, se urbanizó el terreno y decenas de empresarios
recibieron alrededor de 1.200 millones de euros de ayudas con fondos europeos. El
dinero y los hombres de negocios se esfumaron, recuerda en uno de aquellos
solares Michele Albanese, el periodista que mejor conoce la organización y que
se mueve con dos carabinieridesde que en 2014 planearon asesinarle.
Aquellos terrenos albergan hoy uno de los campamentos de jornaleros africanos
más grandes de Europa: 3.000 habitantes hacinados entre lonas y hojalata cuya
mano de obra a precio de esclavo (12 horas a 25 euros) controla la ‘Ndrangheta.
¿El puerto? Castigado internacionalmente por su mala fama
(ha despedido a unos 400 trabajadores), es uno de los nudos de distribución de
cocaína de la organización junto a Amberes y Róterdam, señalan las fuentes
jurídicas consultadas. Imposible controlar más del 2% de los 24.000
contenedores que pueden llevar las naves de hasta 260 metros que hacen escala
aquí (unas 10 a la semana). Sus responsables muestran durante toda una mañana
las instalaciones y se desmarcan de las acusaciones. Los controles, dicen, son
superiores a los de cualquier puerto europeo. “Nos ha perjudicado mucho esta
imagen. No podemos pintarlo todo de color de rosa, pero toda la droga de Europa
no entra por aquí”, rebate el portavoz de la compañía.
El fiscal de Catanzaro, Nicola
Gratteri, de 60 años, discrepa en algunas afirmaciones. Su despacho, al que se
accede a través de una puerta de acero dejando atrás a un grupo de escoltas,
guarda los secretos de esta organización cuyo crecimiento solo se entiende
mirando al otro lado del Atlántico. Él mismo ha cruzado decenas de veces para
dirigir operaciones conjuntas que han terminado con la incautación de toneladas
de cocaína en alta mar. “En Sudamérica hay decenas de hombres de la
organización que viven allí de manera estable. Se han casado y tienen familias
en Colombia, en Bolivia y en Perú, y de ahí hacen llegar a Europa toneladas de
cocaína. El cartel del Golfo y los Zetas han hecho grandes negocios con los
calabreses. Esto te da una visión de su expansión y del nivel de
compenetración”.
La ‘Ndrangheta es la organización más competitiva y la que
goza de mayor confianza entre los carteles. Es la única que saca la droga fiada
de los tres países productores (Bolivia, Colombia y Perú), señala Gratteri. Las
bandas criminales normales compran la cocaína a 1.800 euros el kilo, con un
principio activo del 98%. “Pero la ‘Ndrangheta lo hace a 1.000 euros. Tiene una
relación privilegiada, de confianza total, porque nunca fallan. De hecho, las
demás organizaciones de gran parte de Europa acuden a ellos cuando necesitan un
pedido. Cosa Nostra, por ejemplo, les compra desde hace tres décadas la
cocaína”, señala el fiscal calabrés.
La relación es tan buena que, por
primera vez, una organización externa a los carteles, como documentó la
Operación Decollo, dirigida por Gratteri en 2011, logró participar como socia
en la producción de pasta de coca. Un fenómeno insólito para otros grupos
criminales, que normalmente solo son capaces de colaborar en el proceso de
transporte desde el país de origen. “Sucede desde hace 10 años. Especialmente
después de la caída de los grandes carteles. Ahora hay muchos pequeños grupos
obligados a consorciarse cuando la ‘Ndrangheta pide cinco toneladas de golpe.
Las relaciones de esta mafia con las paramilitares Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC) y las FARC (la antigua guerrilla, desmovilizada) están hoy completamente
demostradas. Especialmente con una parte de las AUC, que tras el proceso de
pacificación volvieron a cultivar cocaína como modo de vida”, señala el fiscal.
El viaje de la
cocaína
El puerto de Gioia Tauro ha sido durante décadas una gran
puerta de entrada. Su colocación estratégica en el corazón del Mediterráneo, la
profundidad de sus muelles y el control sobre determinados trabajadores lo
hicieron un lugar ideal para camuflar sus envíos entre los 2,8 millones de
contenedores que mueve al año. Durante mucho tiempo, las dos familias que
mandan en la zona (los Bellocco-Pesce y los Piromalli-Molè) cobraron 1,5
dólares por cada contenedor con el pretexto de garantizar su seguridad. “Tienen
operarios a sueldo para sacar la coca de ahí dentro”, señala el corpulento
comandante Giampiero Carrieri, hombre fuerte de la Guardia di Finanza (la
policía aduanera) en la zona y experto en el tráfico de estupefacientes. Su
equipo trabaja día y noche revisando la mercancía que entra, y patrulla en
lancha y helicóptero los muelles. En el último decenio han interceptado 17.000
kilos de droga. Poco, admiten, comparado con lo que entra.
Pero el negocio empieza mucho antes.
Los controles en Colombia han obligado a los proveedores de la ‘Ndrangheta a
transportar la coca en camiones por la selva amazónica, llegar a Brasil y
embarcarla en el puerto de Santos (en el Estado de São Paulo, el más grande de
Sudamérica). Carrieri, que ha estado en tres países en la última semana y lleva
24 horas sin dormir en el momento de la conversación en su cuartel, ha visto de
todo: falsos fondos, partidas en el motor del refrigerador… La estrategia suele
ser la misma. Sociedades ficticias panameñas organizan la carga y el
transporte. Pongamos que salen 10 contenedores de caña de azúcar. Antes de
cerrar el contenedor colocan ahí cuatro bolsas de 25 kilos de coca. A eso lo
llaman rip off. Luego cierran y ponen un sello. Pero dentro han
dejado otro idéntico al oficial que servirá para precintar de nuevo el
contenedor una vez sacada la coca en Gioia Tauro.
Aquí empieza el negocio en Europa. Pasar por esa especie de
aduana cuesta el 20% de su valor. Luego, fuera del puerto, lo que la
‘Ndrangheta compró a 1.000 euros en origen ya vale 30.000 euros el kilo. Cuanto
más compren, más barato: quien solo quiere un kilo tiene que pagar alrededor de
60.000 euros. Cuando se abre el paquete, hay quien se hace solo con 300 gramos,
lo mete en una batidora y lo mezcla con otros 300 de corte. En ese momento cada
dosis vale ya 50 euros el gramo y deja en manos de clanes pequeños el menudeo.
La infiltración en
el territorio / La Iglesia
El rito de la ‘Ndrangheta se apoya sobre una perversión
sesgada del catolicismo. Las invocaciones sagradas, las figuras del arcángel
Miguel o santa Elisabetta, el Evangelio… También su gran templo, el santuario
de la Madonna de Polsi, colgado al final de una senda imposible en pleno
Aspromonte donde solo se llega atravesando torrentes y pendientes resbaladizas
en un potente 4×4. Cada 2 de septiembre se reunían en este silencioso lugar los
máximos exponentes de los tres mandamientos (Ionico, Tirrénico y Reggio) para
ratificar los nombramientos. Se sabía, nadie lo había visto. Pero la Fiscalía
de Reggio colocó en 2009 micrófonos y cámaras que lo ratificaron. Justo delante
de la estatua de la Virgen, Domenico Oppedisano fue confirmado como capo
crimine(supervisor durante un año de la organización). La apropiación del
lugar, con la connivencia de la comunidad eclesial y del párroco del lugar,
Pino Strangio (acusado por la Fiscalía antimafia), fue total. El capo pagaba y
el cura ponía el cazo. Las reuniones siguen celebrándose en algún lugar del
monte, confirman fuentes policiales. Pero Strangio fue destituido, el templo
protegido con cámaras y en el lugar de la estatua de la Virgen de Polsi se
colocó el busto de un cura asesinado por la ‘Ndrangheta. El mensaje estaba
claro.
El papa Francisco se tomó la cuestión como algo
personal y visitó Calabria en 2014. Tras décadas mirando hacia otro lado, el
Vaticano excomulgó a los mafiosos. Un gancho al estómago de la organización
criminal más extendida en Italia, tan preocupada por la coartada católica. Dos
meses después, tras una rebelión de los presos de la ‘Ndrangheta que se negaron
a ir a misa en las cárceles, el Papa apuntaló el muro nombrando a Francesco
Oliva obispo de Locride. En la sede del obispado, acompañado de dos monjas
filipinas que viven con él, recuerda cómo rechazó el “dinero sucio” de la
‘Ndrangheta nada más aterrizar. Duro, seco y humilde. Un pastor de esos que
huelen a oveja, como le gusta definir a Francisco a sus colaboradores. “Un
mafioso no puede ser un benefactor sin renunciar al crimen. Esa ayuda es para
que crezca su consenso popular, no queremos dinero manchado de sangre. No se
puede ir del brazo de la mafia porque siempre pedirá algo”. Hubo consecuencias.
Llamadas anónimas al obispado, amenazas. “Prefiero no hablarlo”, señala don
Franco.
La respuesta fue una novedad en un territorio donde la
‘Ndrangheta ha suplido durante décadas a un Estado ausente. Calabria tiene 1,9
millones de habitantes y uno de cada tres vive en el umbral de la pobreza. La
renta per capita (16.500 euros) es la más baja de Italia, casi
tres veces menor a la de Bolzano (41.100). Si uno nace aquí, tiene una
expectativa de vida cuatro años menor que en el norte. “Ha habido un abandono
total. Solo se ha mantenido un perfil militar, de control. La gente aún ve el
Estado muy lejano y eso ha facilitado la ocupación del territorio. Ellos ayudan
a la gente, colaboran. Pero cuando un mafioso ofrece trabajo, genera
dependencia: es una trampa. Sabemos que frecuentan las iglesias. Y que se han
apropiado de la simbología religiosa. Los vemos a menudo con la imagen de la
Madonna de Polsi. Pero es una religiosidad desviada. He sido muy claro con los
curas: aquí ya no es posible la omertà”.
Los lazos de sangre
El poder lleva en Calabria los mismos apellidos desde hace
más de un siglo. El pilar fundamental de la ‘Ndrangheta es la familia. Su
estructura horizontal, basada exclusivamente en los vínculos de sangre y en
rígidos procesos de aceptación a partir de los 14 años, la convierte en un
fortín donde apenas existen los arrepentidos, que dinamitaron desde dentro la
Cosa Nostra. En los pueblos, desde Locri hasta Reggio Calabria, nadie dice una
palabra sobre el tema. La ‘Ndrangheta no existe. “Nunca acabarán con ella. A
diferencia de la Cosa Nostra o la Camorra, esta es una mafia basada en los
vínculos de sangre. Y las familias no se rompen tan fácilmente”, señala el
escolta de uno de los fiscales más amenazados de Italia. Tiene razón, pero algo
ha cambiado.
La revolución, consideran todos los
expertos, llegará con las mujeres. En el último piso del Tribunal de Menores de
Reggio Calabria, en un austero despacho, aguarda la persona más convencida de
ello. El magistrado Roberto Di Bella, un hombre enjuto y calmado de 54 años que
ha dedicado los últimos 25 a la lucha contra el crimen organizado, es el
precursor de un histórico giro de guion. “En 2011 me encontré juzgando a los
hijos de aquellos que procesaba en los años noventa. Todos llevaban idénticos
apellidos, pertenecían a las mismas familias de la ‘Ndrangheta y cometían los
mismos delitos. Y eso me hizo reflexionar. Si las mismas familias llevan en el
territorio desde hace 70 u 80 años, significa que la cultura mafiosa se hereda.
Así que pensamos que no podíamos asistir sin hacer nada a un fenómeno según el
cual los padres educan a sus hijos en el crimen”.
Di Bella y la asociación antimafia Libera iniciaron un
proyecto para retirar la custodia de los hijos a las familias ‘ndranghetistas y
ofrecerles una vida en el norte, lejos del ambiente criminal. Ya lo han
aplicado en unos 50 casos, también con las madres que quieren colaborar, con la
base jurídica del maltrato que sufren al ser obligados a delinquir. “Evitamos
que tengan un destino escrito. Nunca intervenimos en vía preventiva solo porque
la familia sea mafiosa. No inculcamos una ideología de Estado. Solo cuando hay
un adoctrinamiento o pruebas de ese maltrato”. Di Bella pone como ejemplo una
conversación intervenida entre un padre y un hijo: “Yo soy el evangelio de
la ‘Ndrangheta [segundo nivel de la sociedad mayor], hijo mío. Y tú debes saber
que está el Estado… y luego estamos nosotros, que es muy distinto”. Cierto. Y
desde hace más tiempo de lo que nadie pensaba.
La expansión en el
norte de Italia
La noche del 26 de junio de 1983, el magistrado turinés
Bruno Caccia terminó de cenar y salió con su perro. Era domingo y su escolta
tenía permiso. Cuando enfilaba la pendiente de la calle Sommacampagna a la
altura del número 15, dos personas le dispararon 14 tiros desde un coche. Cayó
abatido y abrieron fuego tres veces más para rematarlo. Nadie vio nada. Pero
eran los años de plomo en los que las Brigadas Rojas y los grupos fascistas de
los Núcleos Armados Revolucionarios (NAR) rivalizaban por los asesinatos a
funcionarios públicos. Caccia era un metódico y valiente magistrado que había
metido la nariz en todas esas organizaciones. De modo que durante algún tiempo
fue fácil suponer que ese había sido el motivo de su muerte. Caccia, sin
embargo, fue el primer y único juez —al margen de Antonio Scopelliti, al que
mataron como favor a la Cosa Nostra en 1991— asesinado por la mafia calabresa.
Nadie había oído hablar de la
‘Ndrangheta hasta entonces en el norte de Italia. “No sabíamos qué demonios
quería decir esa palabra. A esa gente la llamábamos el clan de los calabreses”,
recuerda Paola Caccia, la hija del magistrado, en el lugar donde fue asesinado
su padre hace 35 años. Al cabo de un tiempo, un colaborador de la justicia
decidió tenderle una trampa a un capo local llamado Domenico Belfiore, en la
cárcel por otros delitos. Picó y se jactó de ser el autor intelectual del
asesinato de Caccia. En las escuchas se le oye decir: “Ahí abajo sabían todo”.
Según Belfiore, mataron a Caccia con el permiso de la cúpula en Calabria
“porque obstaculizaba la disponibilidad de los otros [magistrados]”. Es decir,
cuando lo eliminaron, la ‘Ndrangheta ya controlaba a algunos magistrados en el
Palacio de Justicia turinés. Ese lugar, un enorme complejo de ladrillo rojo al
norte de la ciudad, lleva hoy su nombre y la ‘Ndrangheta ya no es invisible.
Pero hubo un punto de inflexión.
El 23 de octubre de 2006, Rocco
Varacalli, afiliado a un clan de Turín, mandó una carta al fiscal Roberto
Sparagna ofreciendo su colaboración. Algo así como cuando Tommaso Buscetta
decidió en 1984 traicionar a la Cosa Nostra y explicarle al juez Giovanni
Falcone los entresijos de la organización siciliana. Varacalli fue la Piedra
Rosetta que permitió descifrar la expansión de la ‘Ndrangheta en el norte.
Sparagna, un obstinado magistrado de 53 años enamorado de Ortega y Gasset,
alucinaba. “Fue una revolución inesperada. Cuando dijo que formaba parte del
Local X [célula compuesta de al menos 49 miembros] de la ‘Ndrangheta de Turín,
yo tenía dificultades para entenderlo. Pensábamos con mentalidad del norte y
estábamos muy desorientados. No entendíamos cuando hablaba del capo
giovane, del capo locale o cuando nos explicaba los ritos
folclóricos, que se practicaban también en Turín. Varacalli abrió la puerta de
una antropología desconocida para nosotros. Hoy en Piamonte todo el mundo sabe
qué es la ‘Ndrangheta y no hay duda de que existe. Pero al principio todos los
colegas lo dudaban”, explica en su despacho, en cuyas paredes descansan los
sumarios de la operación que lo cambió todo.
Minotauro e Infinite
La ‘Ndrangheta se expandió en los años sesenta a través
de las rutas de la emigración calabresa. Luego, como
demostró la Operación Minotauro, dirigida por Sparagna en 2011, lo hizo con
criterios puramente empresariales. Fueron 184 detenidos solo en Piamonte y un
85% de condenas por asociación mafiosa. Llegaron los primeros Ayuntamientos
disueltos (269 desde 1992 a 2017 en toda Italia), también en Lombardía, donde
se desarrolló la macroperación Infinite con más de 200 condenas. Por primera
vez eran los políticos, como el siniestro exalcalde de Leini, Nevio Coral,
quienes iban a buscar a la mafia. Lo nunca visto en el próspero y ordenado
norte. Sparagna y sus colaboradores descubrieron que la ‘Ndrangheta tenía su
corazón espiritual en el sur de Italia. Pero el músculo financiero se
encontraba desde hacía años ante sus narices. Construcción, restauración,
concesiones públicas, casas de apuestas… Incluso el todopoderoso presidente de
la Juve, Andrea Agnelli, declaró en 2017 por los vínculos del club
con la ‘Ndrangheta.
La organización sigue siendo prácticamente opaca. Pero en
julio de 2008, la policía interceptó una conversación clave para entender cómo
operaban los clanes del norte. El capo locale Giuseppe Gioffrè
llevó a su hijo menor a una reunión en Turín y quiso asegurarse de que había
aprendido la lección.
—¿Has entendido de qué hemos hablado?
—Sí, de droga.
—Pero ¿has entendido cómo llega?
—Sí, con el barco.
—Quiero que sepas que con ese cargamento comemos 50
familias. No tocamos ni un solo gramo, pero ganamos dos millones de euros.
Luego destinamos una parte de esas ganancias a la usura y sin hacer nada
recibimos 20.000 euros al mes.
La usura es la manera más rentable
de lavar el dinero. Pero también se han documentado inversiones en energías
renovables o en compra de latifundios con ayudas europeas. Entre 1992 y 2017,
la Dirección de Investigación Antimafia embargó a la ‘Ndrangheta unos 2.972
millones de euros y confiscó otros 2.086 millones. Sparagna, extremadamente
meticuloso y poco dado a las entrevistas, ha dedicado los últimos 11 años de su
vida a estudiarla. Pero cuando se le pregunta cuánto la conocemos, se queda
callado unos segundos. “Como mucho, un 5%. Hemos tardado tanto porque utiliza
el norte y el extranjero como terreno de cultivo. Tiene que invertir, necesita
un sitio donde hacer florecer los intereses. Así que no debe haber sangre. Si
hay asesinatos, hay investigaciones y se encienden los focos. La estrategia en
el norte y el extranjero es ser invisibles”.
La noche de Ferragosto de 2007 en Duisburgo, la ‘Ndrangheta
cometió un error de bulto que obligó a reformular la estrategia a su cúpula.
Desde entonces, pese a ser la mafia más extendida de Italia, también es la que
menos ha matado. Nada que ver con las bandas de pistoleros adolescentes de la
Camorra o la mística sangrienta de la Cosa Nostra, muy debilitada tras
declararle la guerra al Estado al otro lado del estrecho de Messina. Su
expansión y el poder económico han permitido evitar el ruido y propagarse
infectando el mundo, como explican los fiscales Giuseppe Pignatone y Michele
Prestipino, convirtiéndose en una rica multinacional fundada en la región más
pobre de -Italia. La conversación telefónica interceptada por la policía hace
algunos meses, donde un capo aleccionaba a otro, resume bien esa mirada
colonizadora desde la que ve el mundo la ‘Ndrangheta: “Tienes que saber que
todo se divide hoy entre lo que es Calabria y lo que terminará siéndolo”.
***Mas:
https://elpais.com/elpais/2018/08/31/eps/1535714287_672223.html