Hoy, un presidente atípico, Donald Trump, trata de imponer un estilo de hacer política, adoptar decisiones y representar a Estados Unidos en el mundo harto peligrosa. Después de veinte meses en el despacho oval, Donald Trump ha demostrado un inquietante desdén por todos los pilares de la democracia de Estados Unidos: jueces, legisladores –incluso de la talla del senador republicano John McCain, fallecido el 25 de agosto–, altos funcionarios, expresidentes, periodistas...

Los electores renovarán parcialmente el Capitolio el próximo noviembre. No se trata de un referéndum sobre Donald Trump pero sí una toma de temperatura sobre la aceptación de un presidente divisorio que -parece peleado con todo aquello que hizo grande a Estados Unidos –su lema de campaña aunque, como recordó la hija de John Mc Cain en el funeral, Estados Unidos nunca han dejado de serlo–: un sistema de contrapoderes, consagrado en la Constitución y reforzado por el llamado cuarto poder (la prensa). La batalla que libra Donald Trump con The New York Times a cuenta de la publicación sobre el caos en la Casa Blanca no es un episodio menor sino un combate trascendental para el curso de Estados Unidos: ¿hasta cuándo puede un presidente faltar a la verdad, saltarse las normas y mentir sin que eso tenga importancia?

El diario neoyorquino ha hecho desde su fundación en 1851 una aportación extraordinaria al progreso de Estados Unidos. Esa excelencia contrastada y reconocida ha moderado, como han hecho tantos grandes diarios, los excesos y tentaciones de los poderosos con el compromiso –que se renueva a diario– de servir a los lectores. La información de calidad y rigurosa parecía garantizada hasta que una serie de factores han creado el espejismo de que parezca prescindible. De hecho, Donald Trump fue elegido con el criterio adverso de los grandes diarios. Hoy, es un mérito: la presidencia camina hacia el desastre.

El motivo de la disputa entre el diario de referencia de EE.UU. y Donald Trump es un artículo de opinión publicado el miércoles sin firmar –aunque su autor es conocido por los responsables de Opinión del rotativo– en el que se describe la resistencia de altos cargos de la Administración para proteger al país de “las peores inclinaciones” del presidente. El asunto viene a confirmar algo que también destaca el nuevo libro del periodista Bob Woodward: si los colaboradores de Trump siguiesen al pie de la letra sus órdenes, el mundo viviría situaciones nada aconsejables: asesinatos de dictadores, rupturas comerciales, desplantes zafios...

El manejo de las redes es una de las claves del éxito electoral de Donald Trump, encarnación de la pos-verdad. Las redes son un progreso pero están siendo demasiado útiles para personajes o movimientos -populistas cuyo auge mina los principios democráticos y los valores de la división de poderes. The New York Times ha cometido errores éticos en el pasado pero los ha corregido y es una garantía de la información de -calidad y compromiso con los lectores y la sociedad. La colisión entre quienes defienden la verdad –como la prensa de calidad– y quienes –como Trump– la consideran un estorbo para sus planes estaba cantada.

https://www.lavanguardia.com/opinion/20180909/451713206094/trump-o-la-prensa-libre.html