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15/09/2018 | España - Opinión: El Valle de los Caídos

Omar López Mato

Condenar a los personajes de la historia con las perspectivas del momento es inconducente y, usualmente, es la excusa para que las actuales autoridades cometan otros excesos y arbitrariedades.

 

El nuevo gobierno español, en un acto cargado de simbolismo, ha ordenado el desplazamiento del cadáver del generalísimo Francisco Franco del Valle de los Caídos, la obra que El Caudillo ordenó construir para albergar las víctimas de la guerra civil española. Allí reposan 25.000 franquistas y 10.000 republicanos, aunque fueron muchos más los muertos de esta última facción y hayan sido los prisioneros del bando vencido los encargados de construir esta enorme gruta.

En 1936 se enfrentaron dos facciones, una bajo el fuerte liderazgo de Franco, de una mayor cohesión ideológica, la otra era un grupo heterodoxo que nucleaba liberales antimonárquicos, socialistas, anarquistas y comunistas con un mando incoordinado, laxo y contradictorio. Una organización de este tipo estaba destinada al fracaso, porque el coraje pocas veces en la historia vence a un mando unificado.

UCRONIAS

Cabe preguntarnos, ¿qué hubiese sido de España de haber ganado la guerra el otro bando? ¿Los Republicanos hubiesen convertido el país en una república democrática o una tiranía stalinista? ¿Podría haber estallado una nueva guerra entre facciones? Las diferencias entre comunistas y anarquistas impedían coordinar las fuerzas que combatían. ¿Se hubiesen prolongado las penurias del conflicto? 

Franco se hizo cargo de un país desquiciado por un siglo de desencuentros, con los restos de un imperio diezmado por la idiocia de Fernando VII, la manifiesta inhabilidad de su hija Isabel y las guerras carlistas, que de una forma u otra se prolongaron en la guerra civil.

Franco heredó un país con millones de pobres y analfabetos obligados a la inmigración y mal que mal entregó un país encaminado hacia una democracia monárquica.

Obviamente cayó en excesos, el autoritarismo y el manifiesto deseo de perpetuarse en el poder, pero ¿quién nos puede asegurar que los Republicanos no hubiesen incurrido en los mismos o peores excesos? ¿Hubiesen caído en la tentación stalinista, tan de moda después de la Segunda Guerra?

No podemos olvidar la represión arbitraria de los republicanos y los atentados contra las iglesias y los curas fusilados. Cincuenta mil personas fueron fusiladas en el área perteneciente a la Republica, en las tristemente célebres Checas. Casi 7.000 eclesiásticos fueron asesinados. Obvio que esta barbarie no justifica la ajena, pero explica el clima de retaliación que embargaba a los combatientes. Nada les hubiese impedido continuar con esta práctica.

La obligada exhumación del cadáver de Franco tiene un tufillo a la dispersión de los cuerpos de los Reyes franceses por los sans cullote en 1792, obsesionados en eliminar l"ancienne regime, al punto de decapitar las estatuas de los monarcas. 

Condenar a los personajes de la historia con las perspectivas del momento es inconducente y, usualmente, es la excusa para que las actuales autoridades cometan otros excesos y arbitrariedades.

RESUCITAN ENCONOS

En lugar de zanjar diferencias, estos juicios póstumos resucitan los enconos, como aquí los profundizaron, desvirtuando el Punto final y fomentando las retaliaciones que los llevaron a incurrir en excesos que lindan con la lesa humanidad en el caso de ancianos enfermos.

Aquellos que promovieron esta revisión de nuestras leyes son los mismos que hoy sostienen los fueros de ladrones y limitan la extinción de dominio evitando su efecto retroactivo. Ellos han vulnerado los límites de la caducidad y la prescripción de las causas en el caso de los militares y sin embargo, no lo hacen para los políticos. ¿Acaso la violencia de Estado debe ser punida con retroactividad y no así la corrupción Estatal?

Robar los bienes públicos también es una forma de violencia. ¡Cuidado españoles, aprendan de los errores ajenos! Ya lo dijo George Orwell, un ex combatiente de las brigadas internacionales: los excesos comienzan cuando los regímenes intentan adueñarse del pasado.

La Prensa (AR) (Argentina)

 



 
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