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06/10/2018 | Brasil - Bolsonaro excita a los brasileños hartos de la corrupción del PT

Fausto Pretelin

Jair Bolsonaro ganará las elecciones presidenciales brasileñas el próximo domingo, pero no podrá evitar la segunda vuelta frente a Fernando Haddad, un clon químicamente imposible de Lula da Silva, diseñado precisamente por el expresidente que hoy se encuentra en la cárcel acusado de haber recibido un departamento triplex en manos de una constructora a manera de intercambio.

 

Azotado por el efecto Bannon, es decir, por la polarización social que mimetiza el odio a medio mundo a través de las redes sociales, Brasil tendrá unas elecciones excepcionales si se les mira el espectro ideológico: el centro está despoblado por la derecha mientras que la izquierda presenta a un candidato de bajo perfil cuyo único rasgo visible es que fue clonado por Lula.

Si a las elecciones se les observa desde el ángulo social, entonces los dos principales competidores que buscan ocupar el Palácio do Planalto, representan riesgos para la democracia brasileña. Boris Fausto, reconocido historiador brasileño, comentaba al inicio de semana al diario Valor Económico, que Bolsonaro es un riesgo para la democracia porque no cree en ella. Y en efecto, basta con leer algunas de sus frases top of mind del exgeneral para deducir que su visión autoritaria es un engendro ideológico de la dictadura de Getulio Vargas: “El error fue torturar y no haber matado a más”; “La dictadura debería haber matado a 30,000 personas más, comenzando por el Congreso y el presidente Fernando Henrique Cardoso”; “Yo a usted no la violaría porque no se lo merece”; “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual, prefiero que muera en un accidente de coche”; “Un policía que no mata, no es policía” (El País, 30 de septiembre).

Por lo que se refiere al candidato Fernando Haddad, lo postula el Partido de los Trabajadores, el ente que desarrolló durante dos décadas una estructura criminal en el seno de la ingeniería política del país. Las pruebas las puede palpar cualquier ciego.

Una de las notas principales del diario Folha de S. Paulo destacaba la noticia sobre el pago que hizo la campaña de Lula y Haddad, de 8 millones de reales (2 millones de dólares), a una empresa vinculada al caso de corrupción Lava Jato. Aquí se aplica la máxima que The Economist editorializó sobre el micromundo en el que vive el presidente mexicano Peña Nieto: “No entiende que no entiende”.

Folha de S. Paulo publica que el equipo de campaña de Haddad contrató a la empresa productora Rentalcine para elaborar publicidad electoral, cuyos dos de sus socios se encuentran incrustados en casos de corrupción; uno de ellos es reo vinculado a Lava Jato y otro es delator en el caso de Odebrecht capítulo Perú (al principal protagonista del capítulo México, Emilio Lozoya, se le ve con gozo en el restaurante Maison de Famille de la colonia Roma).

La campaña del Partido de los Trabajadores pagó 190,000 dólares a la empresa Braspor, la misma que entregó dinero al diputado André Vargas para solventar gastos de su campaña (caso Lava Jato). Los jueces dictaron 14 años de prisión a Vargas por los delitos de lavado de dinero y corrupción.

Las coordenadas de las elecciones del domingo oscilan entre el odio y la rabia; la corrupción y el desánimo. Descontamos que Steve Bannon, quien se encuentra en Europa preparando la destrucción de la Unión Europea durante las elecciones europarlamentarias de mayo, pudo haber creado el storytelling del candidato del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro.

Geopolítica

Brasil y México confirmaron su disputa regional a través de los modelos de integración Mercado Común del Sur (Mercosur) y Tratado de Libre Comercio (TLCAN). El primero, inspirado en la arquitectura de la Unión Europea, comenzó a esbozarse entre 1984-1985, se formalizó en 1991 y entró en vigor en 1994. Justo cuando México, Canadá y Estados Unidos vieron nacer el TLCAN.

Fue en la década de 1990 cuando Brasil utilizó a la diplomacia para incrementar el tamaño de su pulmón geopolítico. Comenzó a tener cierto protagonismo en organismos internacionales como la OMC, FMI, Banco Mundial y en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas participando en la misión Minustah en Haití. Emplea de manera hábil el poder blando para maximizar su influencia y ha mantenido el cabildeo para obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad.

En 2013 Brasil ganó la competencia a México sobre la presidencia de la OMC. Hermino Blanco la perdió porque México se ha olvidado de hacer diplomacia en África.

El narcisismo crónico de Brasil llevó al terreno político la distancia geográfica con Estados Unidos. En el 2009 crearon la cumbre Bric, junto a Rusia, China y Sudáfrica. Por lo revelado en el portal de Wikileaks, en el 2011, Estados Unidos desarrolló una estrategia para desincentivar el desarrollo tecnológico brasileño en el lanzamiento de cohetes y satélites.

Por lo pronto, Trump apuntó su misil retórico hacia Brasil: “Está entre los más difíciles, tal vez el más difícil del mundo” para hacer negocios (...) es una belleza. Nos cobran lo que quieren”.

https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Bolsonaro-excita-a-los-brasilenos-hartos-de-la-corrupcion-del-PT-20181004-0148.html

@faustopretelin

***Fausto Pretelin, Consultor, académico, editor

Globali... ¿qué?

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

El Economista (Mexico)

 



 
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