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30/10/2018 | EE.UU. - La campaña de la ira

Beatriz Navarro

Washington - La retórica del odio, la xenofobia y las mentiras de las elecciones presidenciales del 2016 inunda el espacio político en Estados Unidos.Horas después de la masacre de Pittsburgh, en la Fox se difundían teorías antisemitas sobre la inmigración.

 

La reacción de los asistentes al mitin de Donald Trump este sábado en Murphysboro (Illinois) era de esperar: “¡Noooooo!”, respondieron a coro cuando el líder republicano les dijo que, a la vista de lo que había pasado en Pittsburgh, iba a “bajar un poquito el tono”. “¿Os parece bien? Mmm, ya me parecía que ibais a decir eso”, comentó entre risas al escuchar a sus simpatizantes reclamando el show habitual.

Las elecciones presidenciales del 2016 dejaron salir de la lámpara al genio del odio, la xenofobia y el nacionalismo. Y, lejos de irse por donde llegó, ha ocupado todo el espacio político de la campaña de las elecciones legislativas de la próxima semana, una campaña que avanza impulsada por la ira en un clima de fuerte tensión social.

El asesinato de 11 judíos en una sinagoga de Pittsburgh a manos de un neonazi fue, el sábado, el último sobresalto de una semana marcada por la detención de un fanático ultraderechista que había enviado una docena de cartas bomba a políticos demócratas, la cadena CNN y figuras críticas con el presidente y demonizadas por este en sus mítines y tuits, como el millonario judío George Soros, al que acusa de financiar la caravana de inmigrantes que avanza desde Centroamérica. La noticia del asesinato de dos negros por un supremacista blanco en Kentucky pasó casi desapercibida aunque forma parte de la misma tendencia, el aumento de los ataques contra grupos o personas por su etnia, religión o ideología en Estados Unidos en los últimos años.

Algunos comparan la situación con el verano de 1968, cuando en el espacio de unos pocos meses fueron asesinados el reverendo Martin Luther King y Robert Kennedy. También entonces los republicanos hacían campaña con el lema de ley y orden contra las “hordas” de demócratas “violentos”. La principal diferencia, decía ayer el profesor Randall Balmer en The New York Times , es que antes se dirigía contra personas concretas y “la violencia de ahora es más tribal, contra los demócratas en general o los judíos en general”.

Los insultos a los extranjeros y las teorías conspirativas que tanto predicamento han tenido siempre en Estados Unidos, acrecentadas por las redes sociales, resuenan ahora en los tuits y las intervenciones del presidente, el partido republicano y algunos medios de comunicación afines. Horas después de la masacre antisemita de Pittsburgh, un invitado del programa de Lou Dobbs en la cadena Fox Business seguía difundiendo sin prueba alguna la teoría de que el dinero de Soros está detrás de la caravana de inmigrantes que viaja hacia la frontera de México con Estados Unidos.

“Los grupos más de izquierda del partido [demócrata] están implicados. Es una operación muy organizada y sofisticada” en la que “mucha la gente recibe dinero del Departamento de Estado que Soros tiene ocupado”, aseguró Chris Farrell, director de la fundación conservadora Judicial Watch, usando términos propios de supremacistas blancos como los que han actuado, a tiros, esta semana. Es la misma teoría que Robert Bowers, presunto autor de la matanza de la sinagoga, había esgrimido en la red social Gab para justificar su mortal misión. La cadena emitió ayer un comunicado en el que “condena la retórica” del invitado de Dobbs y anuncia que prescindirá del comentarista.

Unos días antes, había sido el propio presidente Trump quien había dado pábulo con un tuit a quienes pretendían que “la cosa esa de las bombas” era un montaje de los demócratas para perjudicar a los republicanos. Unas horas después fue detenido en Florida como supuesto autor de los hechos un hombre blanco que viajaba a bordo de una furgoneta forrada con fotos de Trump y ataques a personas a las que el presidente ha vilipendiado en sus mítines.

Trump ha respondido con ataques a quienes le recuerdan que, aunque no sea responsable de estos actos, su retórica ultranacionalista alimenta e inspira a los extremistas y debe dar ejemplo y restaurar el tono del debate público. Lo haría, replica el presidente, si los medios de comunicación –a los que define como “el enemigo del pueblo”– pusieran fin a su “cobertura injusta”. “Si la prensa me dejara, usaría un tono muy distinto siempre” y no sólo anteanoche, dijo al llegar a Illinois.

Como prometió, bajó el tono (“un poquito”), prescindió de sus insultos habituales a sus rivales y no aplaudió a nadie que haya agredido a periodistas, como hizo hace una semana, pero no por eso renunció a su ristra de mentiras descaradas ni a su retórica incendiaria para referirse a los demócratas y los inmigrantes. “Están animando a millones de extranjeros a romper nuestras leyes, violar nuestras fronteras y arruinar nuestro país”, aseguró. “Atentos a lo que va a pasar la semana que viene, porque va a ser fantástico”... A la campaña más tóxica aún le queda una semana.

La Vanguardia (España)

 



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