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27/10/2006 | Canadá, México y el TLCAN

Manuel Suárez-Mier

La visita del Presidente Electo Felipe Calderón a Canadá ofrece la oportunidad de hacer algunas reminiscencias que pueden ser útiles sobre el papel estelar que jugó ése país en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

 

El Primer Ministro de Canadá Brian Mulroney tomó la iniciativa de invitar a Estados Unidos a negociar un tratado bilateral de libre comercio en septiembre de 1985, que fue aceptado de buen grado por el Presidente Ronald Reagan, quien procedió a solicitar la aprobación de su Congreso.

Como suele suceder en negociaciones complejas, la que relato hoy no estuvo exenta de problemas. Ya cerca de la fecha límite para ultimarla, dos años después de su inicio, Canadá rompió las pláticas pues EE.UU. rechazaba crear un mecanismo de solución de controversias.

Con la intervención de los líderes políticos de ambos países se superaron las desavenencias y se alcanzó un acuerdo en octubre de 1987 horas antes de que expirara la autorización del Congreso norteamericano. El acuerdo incorporó las cruciales demandas canadienses.

Si bien el tratado aludido tuvo dificultades para su aprobación en Canadá, ese no fue el caso en Estados Unidos dónde a lo largo de la negociación y en el proceso de ratificación y voto en el Congreso no hubo gran oposición a nivel popular.

Objetaron, por supuesto, industrias en EE.UU. como aserraderos de maderas suaves y productores agrícolas, que veían con recelo la eliminación de tarifas y el impacto negativo en sus operaciones, pero fue una oposición marginal.

La historia habría de ser bien distinta cuando México decidió buscar también un tratado comercial con Estados Unidos. Cuando el Presidente Carlos Salinas llegó a la conclusión que un convenio de esa naturaleza sería beneficioso para el país, mandó explorar la reacción en Washington.

Al producirse el “viaje secreto” del enviado presidencial, yo trabajaba a cargo de los asuntos económicos en nuestra embajada en la capital estadounidense, y recuerdo haberle advertido que la ciudad de Washington era particularmente chismosa por lo que el “secreto” duraría poco.

Efectivamente, tres semanas después la historia la reveló el corresponsal del Wall Street Journal en Washington, Peter Truell, lo que de inmediato empezó a causar gran revuelo y a forzar a los medios de comunicación a entrevistar a funcionarios de ambos gobiernos y comentaristas entendidos para medir los alcances de la iniciativa mexicana y sus eventuales consecuencias.

El primer fenómeno imprevisto del que nos percatamos fue que los hábiles diplomáticos canadienses en Washington empezaron a ejercer su formidable influencia sobre los legisladores de EE.UU. para ser incluidos en las negociaciones con México.

De inicio esa idea se rechazó en México pues se pensó que la presencia de un tercer país dilataría la negociación, pero cuando resultó evidente el daño fatal que podrían hacer los canadienses al convenio, en caso de ser obstruida su presencia, se evaporó la oposición y comenzaron las pláticas preliminares.

La participación de los canadienses en la negociación del TLCAN fue para México una bendición, que no se había anticipado, por dos razones:

1. Ellos tenían la experiencia invaluable del convenio bilateral que acababan de concluir que resultó utilísima para nuestros negociadores.

2. Su presencia dio cobertura política al gobierno de México al disminuir la percepción entre nuestros paisanos, siempre proclives a teorías de complots, que en una negociación a puerta cerrada con Estados Unidos seguramente acabaríamos dando mucho más de lo estrictamente necesario.

La relación entre México y Canadá ha florecido notablemente desde 1994, cuando entró en vigor el TLCAN, pero lamentablemente no al grado de lo que podría haberlo hecho. Existe un enorme potencial todavía para estrechar lazos en materia comercial, migratoria y política en beneficio de ambas naciones.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.

Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.

Artículo de AsuntosCapitales © Todos los derechos reservados.

El Cato (Estados Unidos)

 


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