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17/02/2019 | Éxodo a ninguna parte para las familias del Estado Islámico

Lluís Miquel Hurtado

Las familias de los combatientes del Estado Islámico tratan de huir de su último bastión en Siria, la localidad de Baghuz

 

"Yo no sé nada". "Sólo obedecí a mi marido". "Él se llevó a los críos y fui tras él". La ristra de respuestas evasivas que ofrecen cientos de 'esposas de la yihad', al ser interrogadas estos días en su huida de la batalla final contra el Estado Islámico, es interminable y apenas sustancial. Tras la cercana caída del pseudocalifato, a estas mujeres, y a la extensa prole con caritas de incomprensión que les acompañan les aguarda sólo una esperanza vaga de ser repatriadas por sus países de origen. Sin rendir cuentas.

Entre las más optimistas está Shahima Begum, una de las tres escolares británicas que, hace cuatro años, cambiaron su cómoda vida occidental por lo que pronto sería un gran campo de batalla. Ahora, con 19 años, tras haber perdido dos hijos y embarazada por tercera vez, huye del último bastión del IS, en la localidad de Baghuz, matizando al periódico 'The Times' que "no me arrepiento de haber venido". Pero exigiendo poder regresar. "Sólo quiero volver a casa para tener a mi hijo. Es lo único que quiero ahora".

Según 'The Guardian', un representante de la familia de Begum ha opinado que se le debería permitir volver. Funcionarios de la lucha antiterrorista consideran que la joven debería ser tratada como víctima. Ahora, cuestionen el argumento para el resto de extranjeras, muchas de las cuales han tenido hijos durante su estancia en Siria e IrakNiños con derecho a ciudadanía. La investigadora Gina Vale estima que hay 730 menores nacidos, de padres extranjeros, dentro del pseudocalifato. 566 de ellos son europeos.

En los últimos días, más de 30.000 personas han salido del saco de Baguz. Aunque se trata de apenas dos kilómetros cuadrados de suelo, los atacantes están sorprendidos por el volumen de desplazados. "Hay más mujeres y niños del IS dentro de lo que esperábamos antes de iniciar la operación", reconoce Adnan Afrini, uno de los mandos de la fuerza kurdosiria, aliada de EEUU y el Reino Unido, que combate contra los extremistas. Eso, explica, ha ralentizado la ofensiva para acabar con el pseudocalifato.

Las informaciones que salen de Baguz, una pequeña lengua de tierra en la orilla este del río Éufrates, describen el horror de civiles que han sido usados como escudos humanos o, como ocurrió hace un mes, bombardeados por la Coalición Internacional anti IS mientras huían del campo de batalla. Según varias fuentes, los milicianos del Estado Islámico, asediados, mantienen prisioneros de guerra y tratan de usarlos para granjearse un pasaje seguro.

En un vídeo que fuentes kurdas han facilitado a EL MUNDO puede apreciarse, entre las desplazadas recibidas e interrogadas al huir, numerosas extranjeras cuya procedencia alemana, francesa o incluso estadounidense es fácilmente distinguible. Entre las últimas en irse del área está Leonora, una alemana que se fue con 15 años al psudocalifato. Allí, dice a la agencia France Presse, "sólo estaba en casa, en la cocina, cosas así". "Fui un poco cándida", dice. De su marido teutón, capturado, alega: "Era informático".

Cómo proceder con estas personas es el dilema al que se enfrentan los Gobiernos de los 46 países cuyos ciudadanos se unieron al IS. Ahora, decenas de miles languidecen en el norte de Siria, en centros de detención o campamentos atestados y paupérrimos, como Al Hol. La Organización Mundial de la Salud manifestó a finales de enero su "extrema preocupación" por las condiciones de vida allí. Alertó de la muerte de al menos 29 niños y recién nacidos en estos lugares, mayormente por hipotermia.

Los recién llegados se suman a los más de 10.000 extranjeros que, estima la autoridad local, aguardan un destino incierto. Es particularmente espinoso el sino de los más de 790 combatientes extranjeros arrestados. El sistema penitenciario que los encarcela depende, en gran parte, de la financiación de unos EEUU en retirada. "Son una responsabilidad internacional, pues suponen una amenaza para todo el mundo si se reorganizan", dice a este periódico Nuri Mahmud, portavoz de la alianza kurdosiria SDF.

Durante los últimos meses, el Gobierno informal kurdosirio ha advertido de que, puesto que no está reconocido como actor estatal, no tiene potestad para juzgar a sus prisioneros del IS. En las últimas semanas, al hilo de su deseo de conservar su poder frente a las amenazas de ataque turcas, estos han planteado una alternativa. "Si las autoridades competentes de sus países no acceden a repatriarlos, tendremos que juzgarlos de acuerdo a los estándares y normas de la Ley internacional", zanja Mahmud.

El portavoz de las SDF reconoce la existencia de un número indeterminado de ciudadanos españoles entre sus prisioneros del Estado Islámico. España actúa con reservas al respecto. La vecina Francia es de los pocos países occidentales que ha dado pasos hacia la resolución del limbo. El mes pasado, el ministro del Interior, Cristophe Castaner, informó de la próxima llegada de combatientes galos del IS a su país, a fin de ser procesados judicialmente. Medios franceses han estimado que se trata de al menos 130 personas.

El Mundo (España)

 



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