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26/02/2019 | Los barcos fantasma de Corea del Norte

Javier Espinosa

Japón se enfrenta a una enigmática oleada de buques pesqueros norcoreanos que acaban varados en sus playas, algunos cargados de cadáveres

 

El templo zen que regenta Ryosen Kojima se encuentra ubicado a pocos metros de la costa rocosa que se extiende por la península de Oga. Desde sus inmediaciones se puede apreciar el furioso oleaje que rompe contra las escolleras. Su familia, durante 27 generaciones, se ha dedicado a custodiar este recinto budista. Un evocador edificio de estilo tradicional, construido en madera y cuya entrada se encuentra dominada por una escultura de Buda.

Cada mañana, siguiendo una rutina aprendida durante décadas, Kojima se postra frente al pequeño altar adornado con manzanas, naranjas, dulces y cirios, y reza una plegaria.

"Un residente coreano les trajo esa botella de sake coreano", apunta el clérigo señalando al envase colocado frente a las urnas. Sobre la mesa se alinean los receptáculos que contienen las cenizas de casi una veintena de despojos humanos que nunca fueron identificados y que terminaron siendo acogidos en el edificio religioso. "Me dan pena. Nunca podrán volver a sus casas. Tuvo que ser muy duro. Ver morir uno a uno a tus compañeros de hambre y frío", añade.

Kojima se refiere a los envases blancos que se asignan a los restos de los pescadores norcoreanos. Ahora sólo tiene dos, pero hasta hace pocas semanas llegó a acumular una decena, incluidos los ocho que aparecieron en un paquebote que embarrancó en la playa de Miyazawa, no lejos de Oga. Los cadáveres llevaban tanto tiempo a la deriva que varios eran simples esqueletos. Huesos y piel arrugada, según la descripción del hallazgo que hicieron los medios locales.

"Los representantes de Chongryon (la Asociación de Residentes Coreanos en Japón, vinculada a Pyongyang) los repatriaron en diciembre", explica. Ese fue un caso inusual, reconoce. "Lo habitual es que los cuerpos no sean reclamados y terminen en una fosa común", agrega.

Las urnas que custodia Ryosen Kojima son el legado de la misteriosa avalancha de pesqueros norcoreanos -muchos de ellos vacíos, otros con cadáveres a bordo- que está recibiendo Japón en los últimos años y que la prensa local ha apodado "los barcos fantasma".

Según la Guardia Costera japonesa, la llegada de estas embarcaciones pasó de 66 en 2016 a 104 al año siguiente. La cadena Fuji News aseguró que para el pasado 13 de diciembre ya se habían contabilizado 201.

La enigmática flotilla ha venido acompañada de una siniestra carga. Casi medio centenar de cadáveres en los últimos dos años. Algunos de los restos humanos seguían portando el pin con el rostro de Kim Il Sung y Kim Jong il.

La presencia de estas embarcaciones se ha convertido una constante en el litoral de regiones japonesas como Akita -donde se encuentra ubicada Oga-, Aomori, Yamagata, Ishikawa, Niigata o Hokkaido. Las primeras se pueden apreciar a pocos minutos de la residencia de Ryosen Kojima. Dos cascos de madera varados junto a un rompeolas construidos con bloques de cemento.

"En los últimos 5 años hemos encontrado 14 pesqueros en Oga. El número se disparó en 2017. Es algo que no ocurría antes", reconoce Fumioki Ito, portavoz del ayuntamiento de esta ciudad sita en la prefectura de Akita, al noroeste del país.

Más al norte, en Aomori, los responsables de la ciudad de Fukaura, mantienen todavía emplazado en un aparcamiento adyacente a la municipalidad el último paquebote que encontraron hace poco más de un mes. La nave, recubierta con plásticos y cercada por pivotes, apareció el 13 de enero. En su interior viajaban dos norcoreanos. Habían sobrevivido durante semanas a la deriva. Durante esas jornadas tuvieron que asistir a la muerte de tres de sus compañeros.

"Nos dijeron que se habían ahogado, arrastrados por las olas. Ellos se salvaron bebiendo agua de lluvia y comiendo el poco arroz que transportaban. Para calentarse hacía fogatas rompiendo trozos de la propia embarcación", relata Mitsuhiko Ito, un funcionario del ayuntamiento.

El pasado 10 de noviembre, cuando Kazunobu Shibata abrió la cortina de su vivienda, situada frente a la playa, todavía no había amanecido. Eran poco menos de las seis de la mañana.

El japonés de 67 años de edad percibió algo extraño entre la bruma mañanera. Pensó que eran trozos de madera que habían llegado flotando. "Cuando aclaró del todo me di cuenta que era una barca. Comprendí inmediatamente que era norcoreana porque hacía poco que habíamos encontrado otra en una aldea cercana. Me asusté. ¿Y si habían desembarcado norcoreanos?", relata.

Precarios barcos de madera sin pintura

Los remanentes del pesquero continúan amarrados a la escollera pese a las quejas que Shibata. "¿Por qué tengo que ver ese barco todos los días? ¿Por qué no se lo lleva la policía?", asevera.

Al igual que ocurre con los cadáveres, la afluencia de embarcaciones norcoreanas ha generado un desafío inesperado para las autoridades locales, que en muchos casos reconocen no disponer de presupuesto suficiente que dedicar a la destrucción de estos paquebotes, cuya eliminación viene a costar unos 9.000 dólares.

Como todos sus compañeros de travesía, resulta fácil identificar la procedencia del pesquero encallado junto al domicilio de Shibata. Los barcos norcoreano son precarios armazones de madera de una decena de metros desprovistos de cualquier pintura salvo la equis roja con los que han sido marcados por las autoridades niponas.

"Tienen un aspecto lamentable. Nadie utiliza barcos sólo de madera hoy en día en Japón. Usamos plástico y aluminio. A ningún pescador japonés se le ocurriría recorrer cientos de millas (marinas) en una embarcación como esa, de poco más de 6 toneladas. Para ese viaje necesitarías un buque de 500 toneladas", apunta Hiroaki Fukuda, de 60 años, un ex miembro de la Asociación de Pescadores de Fukaura.

En uno de los paneles del ayuntamiento de esta misma población hay un cartel que alerta sobre este inquietante fenómeno. Bajo la imagen de uno de esos pesqueros se lee: "¿De dónde es este barco sospechoso? ¡No te acerques e informa (a la policía) de inmediato!. Llama al teléfono 110".

El mensaje de las autoridades locales simboliza la psicosis que ha desatado la aparición de estos bajeles, asociados a episodios más recientes y lúgubres en las complejas relaciones entre el estado nipón y Corea del Norte.

El doloroso recuerdo de los años 70

Las costas del este de Japón siempre han mantenido un estrecho vínculo con las coreanas que se remonta en la historia. Los relatos locales recuerdan como en el periodo Edo (1603-1868), clanes samurais como el de Maeda, desafiaron la prohibición oficial de comerciar con el exterior del territorio isleño para importar gingseng de la Península vecina.

Todavía hoy se pueden divisar paneles instalados en la ruta costera que instan a alertar a las fuerzas de seguridad sobre la presencia de "contrabandistas extranjeros".

Pero los habitantes del litoral también recuerdan todavía con aprensión los años 70 y 80, cuando este fue el escenario elegido por los espías norcoreanos que desembarcaron en el territorio japonés y a los que se achaca el secuestro de un número indeterminado de ciudadanos de este país.

Algunos medios locales han intentado reactivar esta atribulada memoria. La aparición en 2017 de los 8 norcoreanos en la ciudad de Yurihonjo, en Akita, fue recibida por el principal diario del área, el Sakigake Shimpo con este titular: "¿Son espías de Corea del Norte?". Pese a ello, la mayoría de los expertos en Corea del Norte han desestimado esta hipótesis. Opinan que el origen de este alud de barcos norcoreanos tiene una explicación más prosaica aunque no menos sobrecogedora.

La arriesgada y lucrativa pesca en alta mar

Acuciados por la necesidad, los marinos de ese país han decidido asumir riesgos desquiciados para capturar calamares en regiones marítimas como el banco pesquero de Yamato, lo que les obliga a navegar cientos de kilómetros en barcos que sólo deberían faenar en la costa y adentrarse en aguas bajo control japonés. Los fallos mecánicos y las corrientes hacen el resto.

"Hay tantos muertos que en la costa (norcoreana) en torno a Chongjing se ha popularizado un apelativo: las aldeas de las viudas. Ser pescador es muy peligroso, pero también muy lucrativo. Un desertor me explicó que un periodo de dos semanas en alta mar puede reportar entre 200 y 300 dólares a cada pescador y eso es una fortuna en Corea del Norte. Por eso se arriesgan tanto", refiere Jiro Ishimaru, un especialista japonés en el opaco país asiático, en su oficina de Osaka.

Según Andrei Lankov, uno de los conocedores de Corea del Norte más reputados, el aumento en la aparición de barcos norcoreanos en Japón está vinculado a la"privatización" de la pesca en una nación que oficialmente niega la existencia de tales prácticas.

Como relató el experto en la página NK News, bajo el mandato de Kim Jong Un se han multiplicado la aparición de empresarios locales dispuestos a pagar una cuota a firmas pesqueras estatales o unidades marítimas a cambio de adscribir supuestamente sus embarcaciones a esas entidades, lo que les permite mantener su negocio particular bajo la cobertura del estado.

El aumento de los pescadores "privados" se ha encontrado al mismo tiempo con el brete que supuso la implementación de la última ronda de sanciones internacionales, que provocó una reducción en el precio de las capturas -ya que ahora tienen que ser vendidas de forma ilegal al mercado chino-, lo que ha intensificado la necesidad de aumentar su cantidad.

La afluencia masiva de paquebotes norcoreanos ha desatado una pugna recurrente en las remotas aguas del Mar de Japón -que ocupa el espacio marítimo entre los dos países- donde la guardia costera japonesa intenta impedir la infiltración de miles de pesqueros de la nación vecina.

Mangueras de agua a presión para frenar los barcos

Los guardacostas han difundido numerosos vídeos en los que se ve cómo tienen que recurrir a mangueras de agua a presión para frenar el avance de esos barcos.

"Su temporada de pesca suele concluir en diciembre pero en enero hemos seguido encontrando barcos. Es algo excepcional. La Guardia Costera nos ha explicado que han tenido que lidiar con la presencia de hasta 3.000 pesqueros norcoreanos", aclara Mitsuhiko Ito en Fukaura.

El funcionario menciona que los marinos japoneses temen ahora aproximarse a la zona de Yamato. "Nos han contado que se ven rodeados de barcos norcoreanos que les roban la pesca", precisa. En los dos últimos meses de 2017, la costa nipona asistió a una auténtica oleada de "barcos fantasma": 72 terminaron varadas o naufragaron en las inmediaciones.

Días antes, el principal diario norcoreano, Rodong Sinmun, había dedicado su editorial a la importancia que concede Pyongyang a la pesca.

"Los barcos pesqueros son como barcos de guerra, están protegiendo al pueblo y la madre patria. Los peces son como balas y obuses de artillería", escribió el matutino que equiparó la necesidad de alcanzar las cuotas de capturas establecidas por el gobernante Partido de los Trabajadores a cualquier "batalla importante". "La lealtad de los pescadores muertos será recordada eternamente bajo la bandera roja del Partido", había escrito meses antes el mismo periódico.

El Mundo (España)

 



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