La máquina de ganar elecciones que ha sido el AKP de Erdogan desde 2001, año de su fundación, muestra disfunciones tras su primer revés electoral.
No había quien parase a Emine anoche. En plena vorágine
celebrativa de la victoria del opositor Ekrem Imamoglu, en las calles del
barrio de Besiktas, esta enfermera piadosa que rozaba los cuarenta, cubierta con
su velo, se subió a un pilón y empezó a agitar eufórica una bandera turca.
"Estoy muy contenta y seguiré con mi cabeza cubierta. Antes apoyaba a
Recep Tayyip Erdogan pero ya no. El AKP nos ha arruinado. Ha jugado con el
futuro de nuestros hijos", sentenció.
No fue la única. En un vídeo de la cadena BBC, seguidores
de la formación se enzarzan, frente a la sede local del Partido Justicia y
Desarrollo (AKP), en una discusión llena de críticas a la precariedad económica
o la gestión de la anterior derrota del 31 de marzo pasado, menos dolorosa que
la sufrida en los comicios del domingo, cuya repetición forzaron ellos mismos.
En otro vídeo, votantes señalan al ministro de Economía -yerno de Erdogan- y a
los refugiados sirios: las cabezas de turco de la crisis turca.
La puntilla la dio Samil Tayyar, columnista y ex diputado
del AKP. "Respetar la voluntad nacional en las urnas es una señal de
madurez democrática", tuiteó, en una poco velada crítica a las presiones
del partido gobernante - y de su entorno mediático - a la Junta Electoral, hace
tres meses, para repetir las elecciones alegando fraude. "Las elecciones,
de hecho, se perdieron el 6 de mayo", añadió, refiriéndose al día en que
la Junta ordenó cancelar el resultado y volver a acudir a las urnas.
Tayyar acabó su tuit con una pulla directa al entorno del
presidente. "Llegó la hora de que aquellos que dieron información falsa al
presidente lo paguen". No mencionó a nadie en concreto. Pero, aquel
mensaje, dio cuenta de las fallas que los resultados de las municipales en
Estambul pueden estar provocando en el seno del partido islamista. La máquina
de ganar elecciones que ha sido desde 2001, año de su fundación, muestra
disfunciones tras su primer revés electoral.
Las opiniones permiten esbozar un doble círculo de insatisfacción
con el AKP. El primero es el del seguidor de a pie conservador, furioso por la
pérdida de fuelle económico que ha sufrido Turquía en los últimos tiempos e
indignado por las piruetas surrealistas de su partido: no en vano, sólo tres
días antes de las elecciones, el líder en prisión de la guerrilla kurdoturca
PKK, Abdullah Öcalan, publicó una carta inaudita en que instaba a sus bases a
abstenerse -el partido kurdo había llamado a votar por Imamoglu.
Aquella estrategia, que fue vista como un intento
desesperado del AKP de ganar en Estambul que, además de infructuoso, indignó a
los nacionalistas turcos más recalcitrantes. Especialmente a los votantes del
ultranacionalista MHP, que actúa en coalición con el AKP desde 2018. El segundo
círculo de insatisfechos es el de quienes se encuentran en la sala de máquinas
del partido. Y es que es un secreto a voces que, en los últimos años, Erdogan
se ha rodeado de un cada vez más pequeño círculo de acólitos acérrimo;
aduladores, poco dados a expresar en firme su disconformidad para no perder su
favor.
El funcionamiento de la cúpula actual del partido dista
sobremanera del de la hornada fundacional del AKP. En la cúpula de aquel
partido nacido en 2001 como una fuerza conservadora liberal repleta de ideas
para reformar un país en crisis, trabajaban, mano a mano con Erdogan, políticos
piadosos como el ex presidente Abdullah Gül, el ex viceprimer ministro Bülent
Arinç y zares económicos con buena reputación en Europa como Mehmet Simsek y
Ali Babacan. Hoy, en las hemerotecas apenas hay rastro de la mayoría de ellos,
apartados por el líder indiscutible y ninguneados por la prensa mayoritaria. Ni
tan siquiera se sabe apenas de Ahmet Davutoglu, el académico reconvertido en
ministro de Exteriores al que acabarían haciendo la cama en 2016, siendo primer
ministro, de no ser por sus pretensiones recientes explícitas de regresar a la
política. La veda para que los disidentes den un paso al frente amenaza con
abrirse hoy.