El expresidente hondureño Mel Zelaya presentará la próxima semana una denuncia judicial contra la “conspiración internacional” que terminó con su gobierno hace diez años, el 28 de junio de 2009. En medio de una profunda crisis política, social y económica, Zelaya sigue siendo la figura opositora más importante al régimen del presidente Juan Orlando Hernández. Para describir qué motivó que su gobierno acabara con un golpe de Estado, Zelaya dirige su mirada al presente hondureño: “Juan Orlando Hernández está muy bien con el Estado burgués y muy mal con el pueblo. Pues yo estaba al revés”, dice.
Si de algo nadie puede acusar a Manuel Zelaya Rosales es
de detenerse a descansar. Durante estos diez años transcurridos desde el golpe
de Estado, ha fundado un partido político, recorrido a pie varias veces su
país, organizado varias campañas electorales, mítines, marchas, protestas y hoy
es el símbolo de la oposición al presidente Juan Orlando Hernández. Habla con
diversos sectores, brinda entrevistas, busca nuevas vías para llegar al poder.
Conspira, siempre conspira. Para envidia de muchos políticos hondureños,
incluyendo al presidente, marcha tranquilo por las calles acompañado por miles
de seguidores o se sienta en una silla en pleno parque central a que le lustren
los zapatos mientras contingentes de soldados y policías se hacen presentes en
los alrededores de cualquier lugar al que anuncie que va, por temor a lo que
este hombre puede provocar.
Tal parece que el único día en que este hombre se durmió
fue durante las primeras horas del 28 de junio de 2009 y que por eso, a las
cinco de la mañana, un grupo de las fuerzas especiales del ejército lo sacó en
pijamas a Costa Rica. Así terminó su presidencia. Recientemente, para
conmemorar el décimo aniversario del golpe, Zelaya presentó un pequeño libro
titulado el Golpe 28 J, que anunció como sus memorias de aquel evento. No lo
es. En él cuenta que, en una reunión pocos días después del golpe, la
Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, le dijo: “Una lección
debemos sacar de este momento: Todos los presidentes deben dormir con una buena
pijama”.
“Mel”, como lo llaman sus seguidores, ya no es aquel
líder que arrastró a cuatrocientas mil personas al aeropuerto de Toncontín
cuando amenazó con volver, días después del golpe, y que las hizo gritar
eufóricas cuando su avión penetró el espacio aéreo, dio una vuelta y se fue.
En diez años, la gente parece haberse cansado más que él.
Pero si Zelaya ha perdido apoyo, el rechazo al presidente Juan Orlando Hernández
es abrumador. Y eso juega a su favor. Ahora encabeza la oposición política a un
presidente que se reeligió no solo inconstitucionalmente sino a través de un
fraude contra una alianza política forjada entre Zelaya y Salvador Nasralla, un
popular animador de televisión convertido en candidato. A pesar de las
denuncias de organismos internacionales sobre irregularidades en la elección,
Estados Unidos avaló el fraude, lo que multiplicó las protestas en la calle. El
gobierno de Hernández, de alguna manera, reivindica a Zelaya. Después del golpe
Honduras se convirtió en el país más peligroso del mundo para los defensores
ambientales; se ha multiplicado el narcotráfico y también la presencia de las
fuerzas armadas y policiales en todo el país y la represión ha sido cuestionada
por todos los organismos internacionales de Derechos Humanos. Ha aumentado la
violencia y el hermano del presidente enfrenta un juicio en Nueva York acusado
de narcotráfico. El país atraviesa una profunda crisis política, social y económica.
El presidente Hernández, parecen coincidir todos los sectores, vive sus horas
más débiles. Zelaya lo sabe. Pero también sabe que, entre esa diversidad de
grupos opositores al gobernante, no todos creen que Zelaya o su partido serían
el mejor sustituto.
Zelaya nos recibe
en la sede de su partido, Libertad y Refundación. A la entrada hay un relieve
en yeso, en el que él figura junto a Chávez, Lula, Cristina Kirchner, Evo
Morales, Daniel Ortega, Lugo y Correa, rodeados de campesinos y obreros que sostienen
una manta en la que se lee NO AL GOLPE. En los extremos, soldados golpean a una
mujer al lado del cuerpo ensangrentado de un hombre. A estas alturas es una
pieza de museo, testigo de tiempos mejores para la izquierda latinoamericana.
Él mismo diseñó la obra. Acaba de volver de San Pedro Sula, la capital
industrial del país, donde asistió a una reunión con la Cámara de Comercio.
Está distendido y de buen humor. No lleva su icónico sombrero Stenson ni sus
botas olanchanas, pero mantiene su vestir monocromático en blanco y negro que
alternaba en campaña con algún rojo, el color de su partido.
El libro sobre el golpe que usted ha presentado no es un
libro. Es una denuncia.
¿Cómo que no es un libro?
Es decir, no son sus memorias ni su versión política del
golpe. Es una denuncia. En la primera página dirige el escrito al fiscal
general y al vocero de la Maccih. Y termina con la exigencia a ambos de
investigar los hechos denunciados. ¿Ya presentó esta denuncia?
No. La vamos a presentar el 18 de julio. Ahorita están en
receso y vuelven hasta el 18. Pero no vamos a presentar solo eso sino más de
300 anexos que no están en ese libro.
Mientras tenemos acceso a esos anexos acláreme un par de
cosas: habla usted de un intento de magnicidio…
Sí. Había un plan para matarme. Allí cito una
conversación con el general Romero Vázquez Velázquez, que me llamó a Nicaragua
para decirme que le habían solicitado matarme.
Según la denuncia de Zelaya, Vázquez le habría dicho que
“El Estado Mayor tuvo que votar dos veces, la primera vez nos propusieron
liquidarlo pero todos nos negamos, entonces nos plantearon que un Comando de
paramilitares que ya tenían organizado sería el encargado, por lo cual se
volvió a votar y todos los integrantes del Estado Mayor decidimos mandarlo a
Costa Rica”. No se menciona en ningún lado quién solicitó el asesinato del
presidente.
Yo hablé con el general y él niega que haya existido tal
solicitud o que él le haya dicho eso a usted. Pero ese no es el punto. El
general admite que tenía información de que algunos empresarios querían matarlo
pero no me quiso dar ningún nombre. ¿Usted sabe quién quería matarlo?
Hay muchas pruebas. Mire, un mes antes de que me sacaran,
un señor llamado Andrés Pavón (presidente de la Comisión de Derechos Humanos de
Honduras) presentó una denuncia en la fiscalía por información de que los
militares planificaban mi asesinato. Además el general Romeo Vázquez me confesó
directamente que le propusieron matarme. Él lo menciona en su libro. Pavón es
hoy embajador en Cuba.
En las memorias del general Vázquez, llamadas Ambiciones
Peligrosas, él revela haber recibido de inteligencia militar una grabación,
enviada por anónimos, en la que unas personas aseguraban haber contratado ya a
unos sicarios para asesinar al presidente Zelaya. Recientemente, en una
entrevista, me dijo que los conspiradores eran empresarios hondureños y los
sicarios colombianos, pero que nunca pudo confirmar esta información.
¿Pero sabe usted quiénes ordenaron su asesinato?
Sé quiénes estaban en contra mía. Es decir, los autores
intelectuales que planificaron mi derrocamiento y magnicidio. Tenemos la lista
de empresarios. Después del golpe los denunciamos ante la Corte Penal
Internacional.
En octubre de 2015, la CPI concluyó que, a pesar de haber
confirmado violaciones a los derechos humanos de los hondureños, cometidos por
las fuerzas de seguridad y el gobierno interino de Roberto Micheletti tras el
golpe, no encontró suficiente evidencia de crímenes contra la humanidad y por
tanto no tenía jurisdicción. También investigó los crímenes contra campesinos
en la región del Bajo Aguán y concluyó que a pesar de su gravedad no caen en el
estatuto de Roma y por tanto no pueden ser llevados a juicio allí.
El prólogo de su denuncia dice que su derrocamiento se da
por una conspiración transnacional dirigida por militares, políticos,
empresarios…
Y también religiosos. Y medios de comunicación.
Pero vamos a la parte transnacional. ¿Cuál es según usted
el rol de Estados Unidos? Porque de hecho en la denuncia usted consigna que el
embajador estadounidense en Tegucigalpa, Hugo Llorens, denuncia el golpe al
Departamento de Estado, no lo apoya. De hecho advierte a sus jefes que el golpe
es inconstitucional…
La información que tenemos es que el golpe se planificó
dentro del Comando Sur (Del Ejército de Estados Unidos). No en el Departamento
de Estado. Eso obedece a una acción de las petroleras de Estados Unidos que son
los protagonistas del financiamiento del golpe.
¿Por qué a las petroleras estadounidenses les interesaría
un golpe en Honduras, que no es productor?
Por la llegada de Petróleos de Venezuela y Chávez.
El general Vázquez dice, para finales de junio de 2009,
que usted tenía en contra a todo el sistema político, incluyendo buena parte de
su propio partido, el Liberal; a los grandes empresarios hondureños; a las
iglesias… que lo único que le quedaba como aliado era el Ejército y que su
mayor error fue pelearse con ellos. ¿Por qué se peleó con el Ejército?
Ese es el estado burgués: religión, partidos políticos,
iglesias… El Estado burgués. El Ejército hondureño obedece al Estado burgués.
Mire por ejemplo lo que le pasa ahora a Juan Orlando Hernández: Está muy bien
con el Estado burgués y muy mal con el pueblo. Pues yo estaba al revés.
Pero en términos estrictamente políticos, ¿cuál fue su
error?
El error es de quienes tomaron las armas para botar un
régimen democrático. El error de Estados Unidos es el de apoyar una dictadura
(de JOH). Aquí no se puede gobernar si no es para el estado burgués.
¿Entonces qué sentido tiene su lucha?
Yo escogí ser hermano del hombre y esa es la lucha que le
da sentido a mi vida. Yo escogí del lado de quién voy a actuar. Los pueblos
seguimos avanzando.
Deme su lectura de la actual crisis en Honduras…
Es un error de Estados Unidos. Critica a Venezuela y a
Nicaragua y aquí apoya a una dictadura. Trump ha cometido un error. Si quiere
evitar la migración debe apoyar la democracia y el desarrollo. No una
dictadura. Este no es un país independiente.
¿Pero cómo se relaciona esta crisis con el golpe de 2009?
La historia no es lo que dice el génesis. No obedece a
principios religiosos sino dialécticos. No se puede aislar el golpe de Estado
de mis acciones como gobernante. En Honduras una élite conspiró para posesionarse
del dinero, de los negocios del país. Y sigue gobernando a través de Juan
Orlando Hernández. Hay un paraestado.
¿Cómo cree usted que se rompe ese paraestado?
Con lucha. Y no es una lucha fácil. Requiere esfuerzo y
sacrificio de los pueblos.
Cuando le dieron el golpe de Estado, los vientos
regionales estaban mucho más a favor que ahora para usted: Chávez, Kirchner,
Lula, Correa, Evo, Lugo, Martín Torrijos…
Chávez comenzó en 1998. Encabeza una protesta, una
demanda del pueblo frente al modeloneoliberal. El socialismo contra el
liberalismo económico. Eliott Abrams (enviado especial del gobierno de Trump
para Venezuela) lo acaba de decir: “No podemos dejar que el socialismo
triunfe”. Estados Unidos, con Bush, establece la restauración conservadora de
América Latina. Es la política del vecino incómodo. Ahora en nuestros países
Estados Unidos capacita jueces y fiscales. Eso le hicieron a Lula. Esa
contraofensiva es el fenómeno que estamos viendo pero son los estertores del
poder del capitalismo criminal y asesino. Las derechas han recapturado poderes
en América Latina. La derecha defiende un sistema en confrontación con el
planeta y la humanidad. La visión de las élites es que ellos son el orden.
Hemos regresado a los ochentas. Todos los estados que han querido así imponer
el orden terminan en exterminios. Es el fenómeno de JOH.
Hace unos días, el senador estadounidense Bernie Sanders
dijo que Honduras es un estado fallido. ¿Está usted de acuerdo con el señor
Sanders? ¿Es Honduras hoy un estado fallido?
(Piensa diez segundos antes de responder)… Bernie Sanders
propone un socialismo democrático y simpatizamos con él. Pero calificar a
Honduras de estado fallido obedece a que el Estado ya no responde a los
intereses del derecho que se destruyó con el golpe de Estado. Se han suprimido
las diferencias entre poderes. Aquí hay una dictadura y en eso coincidimos.
Para alguien como yo, que observa Honduras desde afuera, este parece ser uno de
los momentos de mayor debilidad del gobierno de Juan Orlando Hernández… Es uno
de esos momentos. En los días posteriores al fraude, si (Salvador) Nasralla no
desmoviliza la calle, Juan Orlando Hernández se cae. Ahora esto: si la
plataforma (por la Salud y la Educación) no desmoviliza, se cae. No puedo
juzgar a la plataforma, porque su agenda era desmontar los decretos y lo han
logrado.
El pasado 28 de junio, el décimo aniversario del golpe,
todos esperábamos una masiva movilización de ustedes, incluyendo el gobierno
que militarizó todo el país, y no hubo nada…
Nosotros planificamos una ofrenda floral en el aeropuerto
y un concierto en la noche. Nada más. Lo demás fue un rumor que el mismo
gobierno hizo crecer. Nada más. Pensaron que podían caer ese día.
¿Pero por qué no lo hicieron?
Porque ese es un error estratégico. No se bota a un
gobierno con un anuncio.
¿Usted estaría dispuesto a pactar una alianza con Luis
Zelaya, el líder del Partido Liberal?
No creo en el diálogo entre cúpulas. Creo, como en la
Revolución Francesa, en convocar a lostres estados: el secular, el popular y el
monárquico. En este caso la burguesía, el pueblo y el sector político. Esos
tres sí pueden encontrar una salida civilizada. Si no solo queda la sublevación
y la revolución. Las dictaduras no salen bien. Estados Unidos lo sabe bien.
¿Se puede apostar, en Honduras, a la salida de Juan
Orlando Hernández sin la aprobación de Estados Unidos?
Sí. ¡Claro que sí! Pero la dictadura ha sido exitosa en
dividir. Nuestros esfuerzos son boicoteados por la empresa privada. Ellos
quieren menos impuestos y más paz, pero no quieren sacar a la dictadura porque
le tienen miedo a un cambio constitucional. El pueblo mismo lo puede sacar con
un paro nacional pero los sectores sociales están divididos por la dictadura.
El gobierno se sostiene porque ha aplastado a los sectores sociales.