El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró la semana pasada que se enteró por la prensa de la detención del abogado Juan Collado, aprehendido el martes. El mandatario dijo eso para ejemplificar cuán autónoma es la actuación de la Fiscalía General de la República.
De haber sido así, un presidente de México conoció por
las noticias de la aprehensión, durante su gobierno, de uno de los más
importantes artífices de los videoescándalos, el golpe mediático más importante
en su contra, orquestado quince años atrás. El trillado surrealismo mexicano es
puesto a prueba una vez más.
En los videoescándalos, Collado fue clave para la
filtración de los videos grabados por Carlos Ahumada. Un libro del propio
argentino (Derecho de Réplica, Grijalbo) y otro de Adrián Rueda (El Complot,
Grijalbo) dan cuenta de cómo se fraguó el golpe a López Obrador, entonces jefe
de Gobierno del Distrito Federal y político en ascenso en las preferencias
electorales.
“Todo comienza cuando Salinas advierte que el único capaz
de operar el asunto es Diego, y entonces es como Salinas se ocupa de la grilla;
Fernández de Cevallos de la logística y Juan Collado de la operación”, se cita
en el libro de Rueda.
Pero es Carlos Ahumada el que destaca en Derecho de
Réplica (2009) el preponderante rol que jugó Collado, su abogado, en toda la
trama. Reproduzco enseguida algunos de los párrafos de esa crónica en primera
persona.
“Me reuní con Juan Collado, quien me dijo que Carlos
Salinas me quería conocer. Ese interés despertó mi curiosidad y acepté reunirme
con él. La primera vez que vi a Carlos Salinas fui con Juan Collado a casa de
Camino a Santa Teresa número 480 en Tlalpan. Nos recibió en su biblioteca. Ahí
nos reunimos la mayoría de las veces”. (Pág. 134)
“(Nueva visita de Ahumada, ahora acompañado de Rosario
Robles, a casa de Salinas) abordamos el tema por el cual íbamos: enseñarle uno
de los videos de Bejarano y el de Ímaz (…) yo los llevaba en un disco compacto.
Para verlos, nos pidió que pasáramos nuevamente a la biblioteca. (…) Subimos. Salinas
prendió su computadora, puso el disco y comenzaron a aparecer las imágenes de
Bejarano…”. (Pág. 141)
“No vi el video de (Gustavo) Ponce (secretario de
Finanzas de AMLO exhibido apostando en Las Vegas) cuando fue difundido en la
televisión (2 de marzo de 2004). Hablaba por teléfono para ver cómo iba la
situación, y me dijeron que no sólo la Ciudad de México, sino México entero
estaba convulsionado con la noticia y que era un escándalo. Llegaron
agradecimientos por todos lados, de Diego Fernández, de Carlos Salinas, de Juan
Collado, en fin”. (Pág. 193)
Ahumada acusa que su abogado le recomendó esconderse en
Cuba: “Juan Collado, con una argumentación jurídica, para que me quedara
totalmente tranquilo, me dijo: ‘Además, no hay convenio de extradición, Carlos,
jamás en la vida te van a poder extraditar de ahí llegado el caso’.
Francamente, no sé cómo Juan Collado sigue teniendo clientes. Si en vez de
abogado fuera doctor, en su currículum tendría más cadáveres que los que dejó
la bomba atómica. Lo apodarían Doctor Muerte”. (Pág. 192)
“Me preocupaba mucho la situación económica. Juan decía
que me iban a apoyar, que estaban juntando el dinero varios gobernadores
priistas. Se trataba del dinero que Salinas, Diego y el gobierno federal habían
quedado de reembolsarme por los gastos que yo había hecho y que correspondía en
gran parte al pago de la deuda que el PRD tenía conmigo”. (Pág. 206)
“Carlos Salinas me apoyó con cinco millones de pesos. Me
los mandó por entregas, a través de Juan Collado. Posteriormente, Juan me pidió
que le escribiera una carta a Salinas diciéndole que ya me habían entregado
unos 25 millones de pesos; cuando le dije que no me había entregado ese dinero,
que por qué tenía que poner eso, repuso que él había tenido muchos gastos, que
Diego también le había pedido dinero”. (Pág 283)
“(Sobre la existencia de otros videos) Respecto de su
paradero, algunos los tengo guardados y otros están en manos de Juan Collado,
Salinas y Fernández de Cevallos. Ellos se los robaron a mi esposa Cecilia en
una manera por demás burda, vil y artera. Se llegó a manejar en la prensa que
los cubanos me habían incautado los videos, pero eso nunca sucedió.
(…) Al tener en su poder algunas copias de los videos,
los Collado (Juan tiene un hermano también abogado, Antonio) y sus patrones,
Salinas y Diego Fernández, me abandonaron e incumplieron todos los acuerdos que
habíamos establecido”. (Págs. 165-166-167)
El año de 2004 de repente suena muy cercano. Y Juan
Collado es de nuevo protagonista de un escándalo. Pero en 2019 la historia es
muy distinta.