Característico del Medioevo son dos lineamientos bajo los cuales vive cada individuo: Primeramente, la concepción de la vida como un tránsito en camino hacia Dios, en que toda inquietud personal se resuelve en clave de Fe.
Y en el plano terreno circundante, una adhesión
impregnada de profunda lealtad hacia su jefe territorial, su señor o monarca.
Este era su conductor, su líder indiscutido y aún cuando lo conducía por
caminos violentos o amargos, aún cuando las ilusiones se desvanecían o el líder
desaparecía, siempre se tenía la esperanza de algún nuevo conductor a quien
confiar. Un nuevo conductor que la Providencia Divina iba a proveer.
Así, en las sociedades anteriores al devenir de la
modernidad, el ser humano no se encontraba solo, liberado a su personal
albedrío, sino que, por el contrario, se veía orientado su vivir, contenido por
un "orden establecido", un orden que, bendecido por la Fe, era su
Cosmos.
El medioevo construyó este orden sobre la "doctrina
de los dos poderes" o "doctrina de las dos espadas", esto es:
una autoridad espiritual y un poder temporal.
PARADIGMA DE MESIANISMO
Uno y otro, lo religioso y lo terreno, respondía en el
fondo a un mismo paradigma de misianismo. Y los sinsabores que con frecuencia
deparaba esta conducción autoritaria y absolutista, o simplemente las
condiciones espantosas que advenía desde el hambre o las pestes, eran
mitigadas, hay que decirlo, por una Iglesia que pregonaba el consuelo en la
templanza de la fe, en la esperanza de una vida "más allá de la
terrena".
Este esquema de adhesión vertical funcionó a lo largo de
toda la historia de la humanidad, casi hasta nuestros días (y aún existe allí
donde -a pesar de haber desaparecido la verticalidad teológica- impera algún
tipo de autoritarismo movimientista o ideológico), un esquema que fue superado
por el espíritu de occidente, por los nuevos ideales: el de la individuación y
la democracia.
Así fue de drástico el cambio social ante la civilización
grecorromana y el advenimiento de ese medioevo profundamente creyente, otro
tanto sucede en el paso de éste hacia el Renacimiento y la Modernidad.
ERICH FROMM
En qué consistió esencialmente esta transformación en lo
social, nos lo explica Erich Fromm (1900-1980) (en "El miedo a la
libertad", su conocida obra) del siguiente modo: "Lo que caracterizó
a la sociedad medieval en contraste con la moderna es la ausencia de libertad
individual. Todos...se hallaban encadenados...dentro del orden social. Un
hombre tenía pocas posibilidades de trasladarse socialmente de una clase a
otra...Con pocas excepciones, se veía obligado a permanecer en el lugar de
nacimiento.
Frecuentemente no poseía ni la libertad de vestirse como
quería...El artesano debía vender a cierto precio y el campesino hacer lo
propio en determinado lugar: el mercado de la ciudad. Al miembro de un gremio
le estaba prohibido revelar todo secreto técnico de producción...La vida
personal, económica y social se hallaba dominada por reglas y obligaciones a
las que prácticamente no escapaba esfera alguna de actividad".
"Pero aun cuando una persona no estuviera libre en
el sentido moderno, no se hallaba ni sola ni aislada"...
El hombre se hallaba en un todo estructurado, y de este
modo la vida poseía una significación que no dejaba ni lugar, ni necesidad para
la duda. Una persona se identificaba con su papel dentro de la sociedad: era
campesino, artesano, caballero y no un individuo a quien le había ocurrido
tener ésta o aquella ocupación. El orden social era concebido como un
"orden natural", y ser una parte definida del mismo proporcionaba al
hombre un sentimiento de seguridad y pertenencia".
"El hombre era consciente de sí mismo tan sólo como
miembro de una raza, pueblo, partido, familia u ocupación, tan sólo a través de
una categoría general".
EUROPA DOGMATICA
Para muchos historiadores la Europa dogmática, aquella
que se puede asimilar en su ritmo ascensional al perfil, a la silueta, de la
catedral gótica, aquel "orden natural" (y divino) comienza a
resquebrajarse en sus bases a partir del horror de la gran peste negra de 1348,
la peor de todas, aquella que aniquiló u tercio de la población europea. El infierno
había azotado la Tierra. Esto no podía quedar sin consecuencia.
Ya Europa había sufrido el fiasco del año 1000.
Adoctrinada por centurias en el milenarismo, toda la feligresía se había
preparado para la "parusía", la segunda venida de Cristo, el fin de
los tiempos y con ello la liberación: la bienaventuranza que nos depararía el
Más Allá.
Esto que hoy nos parece oscurantismo escatológico, era
para aquella feligresía esperanzada con la Resurrección y la Vida Eterna,
aquella que iba a redimirla de los sufrimientos de este mundo, algo que se
había cultivado en los espíritus por demasiado tiempo y terminó siendo un
tremendo fiasco.
* Escritor. Fragmento de "Alpha Omega más modernidad
y sentido de vida". Ediciones Mahihuens.